jueves, 7 de diciembre de 2017

Enojados



Una de las expresiones faciales más reconocibles en las personas, por muy sutil que sea, es la que refleja el enojo o el enfado como consecuencia de alguna inconformidad. Ceño fruncido, barbilla proyectada hacia adelante, movimientos evidentes de los fosas nasales, labios apretados, entre otras, son las señales más evidentes de este estado que todos los humanos hacemos sin que nadie nos lo enseñe, es puramente instintivo. ¿Te has preguntado qué sentido tiene esta expresión y por qué ha evolucionado hasta tal punto que todas las personas la hacemos parecida? Veamos que dice la ciencia.
La expresión de facial de la ira

La expresión de la ira de la que hablamos, a diferencia de gestos que hacemos con las manos o con el resto del cuerpo, es una expresión que se repite en todas las culturas del mundo por muy diferentes que estas sean, es lo que se dice, un gesto universal. Como mayor prueba de que es un reflejo innato y no aprendido, se ha comprobado que incluso los niños con ceguera congénita repiten la cara de enojo sin siquiera haber visto esa expresión en toda su vida.

La cara enfadada es la respuesta a la acción de siete grupos de músculos distintos que se contraen de una manera altamente estereotipada, y los científicos han intentado comprender por qué la evolución eligió esas contracciones particulares para señalar el estado emocional conocido como ira y su sentido biológico.

Según un estudio reciente, la cara de enojo parece haber evolucionado como un mecanismo intimidatorio ya que la misma otorga una percepción de fortaleza extra que es percibida por el contrario, lo cual puede ser un detonante para que este evite el conflicto, ya que el individuo enojado puede aparentemente ser capaz de provocar daños si no se apacigua.

Para comprobar sus teorías, los científicos diseñaron unas caras masculinas por ordenador en las que mostraron por separado expresiones faciales típicas de una cara de enojo, en especial aquellas en las que participaban las cejas, los pómulos, los labios, la nariz o la barbilla. En todos los casos, aunque no se identificara por los voluntarios que el rostro era de enfado, sí les dio la impresión directa de que estos correspondían a hombres físicamente más fuertes que las caras sin estas expresiones. 

Por lo tanto, dado que las personas que son juzgadas como más fuertes tienden a salirse con la suya con más frecuencia que otras en igualdad de circunstancias, la conclusión para explicar la evolución de la cara de ira en los humanos es simple según el estudio: se trata de una exhibición de fuerza.


Esta, por supuesto, es solo una apariencia que exagera la capacidad de lucha, lo cual no se corresponde siempre con la realidad, como ocurre en otros animales, por ejemplo en las ranas que se hinchan o los babuinos que enseñan largo tiempo sus caninos. Sin embargo, suele funcionar, por lo que con el paso de los siglos la selección natural hizo lo suyo y se fijaron las características que favorecían a aquellos que tenían mayor éxito en la resolución de los conflictos a su favor, en este caso, los que expresaban mejor la ira en sus rostros.

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