El que poco
ambiciona, poco puede recibir. La altura de miras no sólo abarca lo mucho, sino
lo elevado, lo digno y glorioso.
Nuestros deseos
vienen a constituir la ansiedad de la realidad, y el solo hecho de alimentarlos
ya puede conceptualizarse como una realización inicial.
Para llegar a la
meta de las más altas miras, es necesario ser un entusiasta sincero y constante
y actuar bajo el influjo de la inspiración.
“Ningún hombre ha
llegado a ser grande si no ha sido movido por cierta divina inspiración”, decía
Cicerón.
En la altura de
miras es donde se mide la grandeza del espíritu. Las grandes empresas, una vez
encarriladas, suelen causar menos fatigas que las pequeñas actividades.
Nuestra obra debe
proyectarse no sólo para cubrir las necesidades del presente, sino para que en
la posteridad nuestro paso por el mundo haya dejado huella.
Fuente: Sonia Marroquín Rojas/DeGuate.com
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