En algún momento, esa estrategia, recurso o solución que
estás aplicando ahora a ese problema o dificultad te sirvió para obtener buenos
resultados. En aquel momento, en el que estabas perdido, desolado y casi sin
recursos para seguir, apareció de la nada, la aplicaste y funcionó. Por eso,
has decidido utilizarla de nuevo ante esta dificultad, aunque ahora parece que
los resultados no son tan exitosos.
Si bien es cierto que muchos problemas pueden
solucionarse con las mismas estrategias que ya te dieron buenos resultados, hay
otros en los que precisamente esta opción los complica. Así, repetir el
procedimiento que ya nos sacó de una situación complicada es una forma de
proceder inteligente.
Lo es siempre y cuando no lo hagamos de manera automática y
contemos con que va a funcionar. Siempre que sepamos parar a tiempo y busquemos
una alternativa cuando observemos que no funciona. Así, en este artículo, te
propongo una visión diferente para observar tus problemas. Tú decides si seguir
haciendo más de lo mismo o probar cosas distintas. Reflexionemos.
“Levantamos primero la polvareda y luego nos quejamos de
no poder ver”
-Berkeley-
No hay mayor experto en un problema que la persona misma a
la que le corresponde, ¿te suena raro o puede que te encaje? La persona
que tiene un problema es
la mayor experta en el mismo porque suele ser la que más tiempo ha
convivido con esa dificultad o malestar. Incluso, la que sin querer a veces ha
mantenido la situación a través de sus intentos de soluciones ineficaces, con
el propósito de hacer desaparecer cuanto antes la experiencia o los resultados
desagradables.
Tú eres el mayor experto en tu problema, la persona que más
sabe sobre él, aunque quizás no te habías dado cuenta.
En ocasiones, quedamos “atrapados” en intentos de soluciones
pasados, que quizá alguna vez surtieron efecto, pero que en otras
situaciones, aunque creamos similares no tienen tanto éxito. La cuestión es que
no nos damos cuenta y ahí nos estancamos
Lo hacemos repitiendo de manera sistemática lo que creemos
que puede ser efectivo, pero que resulta inútil para resolver el problema en su
forma actual. Inmersos en un círculo vicioso difícil de romper.
Así, hay casos en los que los problemas comienzan
cuando una solución ineficaz se hace reiterativa en el tiempo y,
lejos de encontrar la solución, lo que ocurre es que se perpetúa el problema y
los resultados insatisfactorios.
Te propongo que observes al problema como si mantuvieras con
él una relación de pareja. Cuando hay dificultades o discusiones, ¿qué
sueles hacer para obtener resultados diferentes: seguir actuando de la misma
manera o intentar llegar a un pacto o negociación con tu pareja? Normalmente,
la opción es la última y ¿qué suele implicar este pacto? Algún cambio… ¡Pacta
con tu problema!
De esta manera, si te paras un momento y reflexionas
sobre lo que ocurre podrás identifica qué es lo que llevas intentando durante
tanto tiempo y que a pesar de ello, no ha resuelto nada. Por lo tanto, en
lugar de mantenerlo, puedes modificarlo o descartarlo.
Prueba a relacionarte con tu problema. Me refiero a observar
y analizar tu forma de actuar. Te descubrirás en muchas ocasiones atrapado en
el mismo agujero generado por hacer siempre lo mismo. Por ejemplo, si tienes un
problema y siempre te quejas,
¿crees que solucionarás algo?, ¿no crees que existen varias alternativas como
para enfocarte siempre en la misma?
Haciendo más de lo mismo, no esperes resultados
distintos. Dale una vuelta, ¿no sería mejor optar por realizar algo
diferente? Piénsalo… ¿O es que esperas que por quejarte de que las cosas
no son como deberían la situación cambie por arte de magia? Cuando haces
un bizcocho y se te quema,
¿seguirás poniéndolo a la misma temperatura la
próxima vez?
“Si lo que haces no funciona, no creas que eres incapaz,
simplemente prueba a hacer algo diferente y observa lo que ocurre”
-Giorgo Nardone-
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