La civilidad es la cualidad social de la que procede el civismo o conducta del buen ciudadano. En un sentido más profundo puede decirse que de la civilidad proceden las virtudes cívicas.
Habría un tercer sentido de civilidad en cuanto contrato social o
contrato de asociación civil, que fue llevado a la práctica por las
revoluciones liberales. Los derechos civiles y políticos significan su mayor
logro.
La civilidad es ahora el fundamento de la sociedad civil en cuanto
contrapuesta de la sociedad política. Este paso teórico-práctico de enorme
trascendencia social había sido teorizado por los tratadistas del contrato
social en diferentes modulaciones (Hobbes, Locke, Rousseau) que resultan muy
significativas en las diferentes concepciones históricas de la civilidad que
inspiran.
El civismo hace referencia directa al cumplimiento de los derechos y
obligaciones recíprocas entre las personas.
Para Aristóteles,
la sociedad civil consiste en una asociación armónica y equilibrada de
ciudadanos. Pero la armonía sólo es completa cuando existe civilidad, conducta
cívica mutua entre los ciudadanos. Este planteamiento, que se mantiene
en la Edad Media y el Renacimiento, tomó un matiz netamente
conservador, expresando con claridad la nueva situación el pacto social
hobbesiano: ante los movimientos revolucionarios, la civilización sólo puede
ser garantizada por monarcas absolutos a condición de que su despotismo sea
encauzado por ciertas reglas que aseguran la paz y la seguridad de los
súbditos. La civilidad se guarece bajo el poder coercitivo del Estado.
Sin
embargo, los nuevos modelos sociales de Locke y de Rousseau expresan claramente
la posición de una sociedad civil cada vez más pujante frente a los restos del
Antiguo Régimen. La civilidad ya no queda vinculada exclusivamente al orden
social, sino también al cambio social, pues será precisa la consolidación del
régimen democrático para que la civilidad vuelva a virar hacia el orden social,
aunque ahora enraizada en la nueva sociedad civil y en la concepción activa de
la ciudadanía.
En definitiva, el
concepto de civilidad no es algo natural, sino que se construye históricamente,
cambiando de época en época. El sentido más fuerte y más autoconsciente del
concepto de civilidad va a surgir de las teorías del contrato social, en las
que el individuo va a reconocerse como miembro de la sociedad civil, más o
menos netamente diferenciada de la sociedad política, y con derechos y
obligaciones públicamente establecidos.
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