Todo ser humano tiene el
deber de ser valiente, audaz. Ser fuerte y decidido a luchar por los demás,
para emprender grandes obras.
El cobarde muere dos veces, pero la valentía no
se manifiesta con violencia, ni con riñas y pleitos con nuestros hermanos. Se
practica la audacia con proyectos de vida. Asumiendo metas, propósitos que
persigan logros importantes para la familia y la comunidad. Sea audaz. Sea
valiente. Luche por sus derechos.
Ser audaz es no transigir
ante la oleada de antivalores. Hay que ser valiente para no dejarse seducir por
el mundo bajo. Ser audaz es mantenerse sano, limpio y libre de contaminación
ente las tentaciones de la sociedad actual. Sea audaz, luche por superarse.
Luche por encaminar a su familia y su comunidad hacia adelante. Nuestra sociedad tiene que ser redimida, tiene que ser liberada. Pero esta integración social solo es
posible transformarla con el aporte de personas audaces.
La persona audaz se
resiste al consumismo al que nos empuja la sociedad actual. Los cobardes caen
endeudados, deprimidos, envueltos en las trampas del consumo irracional. De los
recursos naturales sin control. De joyas, vestimenta, vehículos y demás
artículos suntuosos. Ser audaz es resistir todo esto y sobreponerse y practicar
la organización, la humildad y la valentía. Hoy más que nunca nuestra sociedad
necesita y espera el ejemplo de personas audaces para echar hacia adelante.
Cuánta falta hacen los
protagonistas en este proceso de cambios que esta sociedad ha emprendido.
Las
personas audaces ocupan un espacio interesantísimo para forjar la unidad de las
mayorías.
Solo con audacia podemos cambiar todos los males que nos arropan.
Necesitamos hombres y mujeres audaces, en la familia, en la sociedad, en los
grupos sociales, en las instituciones públicas, en el gobierno, en las presidencias de las repúblicas.
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