En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:
«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les
hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y
los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con
pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba
a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó
una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
Jesús estaba un día en el templo, cuando "vio que la
gente echaba su ofrenda en el tesoro" y Él se fijó en una pobre viuda que
echaba tan solo dos reales y.... sus ojos se llenaron de alegría y seguro que
también de lágrimas y dijo a sus discípulos: “en verdad os digo que esta viuda
ha echado más que nadie. Porque todos los demás han echado de lo que le sobra,
pero esta mujer ha echado lo que necesita para vivir".
Jesús desprecia las apariencias y especialmente las piadosas.
Y entonces llega esta pobre viuda, sin apoyos materiales ni afectivos, y echa
en el "tesoro" del templo sus dos monedas que bien pueden significar
toda su vida: alma y cuerpo. Y puesto que era todo lo que tenía, ofreció más
que nadie.
Jesús se alegra enormemente al ver a esta viuda que se acerca y
deposita, sin hacer ruido, porque era muy pequeña, su diminuta ofrenda.
Esta viuda es el símbolo de una vida total y únicamente
entregada hacia la búsqueda de Dios. Dios no desea nuestro dinero, bienes,
títulos y prestigio, Dios desea lo más profundo de nosotros, desea el don de
nosotros mismos. Dios no quiere tus cosas, te quiere a ti.
Quiere que tú seas don para Dios y para los demás.
Esta mujer, con el ejemplo humilde de su vida, conmovió el
corazón de Cristo, fuente de la gracias, profundamente.
¿Tu fe te hace ser don para los demás o tu fe depende de
"tus excedentes", de tus méritos?
¡Paz y Bienestar!
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