Hace tiempo que se puso de moda esto de salir de la zona de
confort, de largar todo y comenzar a vivir la vida que siempre soñaste.
Suena increíble, pero cómo dejar un trabajo “estable”,
la casa, el auto, los paseos por el shopping, las vacaciones y todo lo que
hace a tu vida burguesa.
Pero cada día es como si cayera la gota en el mismo lugar,
en la herida. Y la prepaga no cubre este tipo de dolores. El sueldo no lo
arregla, el aguinaldo no lo tapa.
Desde la oficina, con un trabajo cómodo y un buen sueldo
esto suena muy lejano. Tan lejano como ese avión que sale mañana a Europa por
la tercera parte del valor real y que no puedes tomar.
Si te ponés a pensar, realmente, no estás percibiendo dinero
por tus capacidades, de hecho estás al 5% de lo que puedes dar.
Lo que compran es tu tiempo. Tu bendito tiempo. Ese que
se va y que no recuperas nunca más.
Porque a los 20 decís: “A los 25 voy a viajar por el mundo,
cuando tenga 28 voy a tener hijos, a los 30 ya voy a tener la casa y…”. A
los 20 todos somos inmortales
.
Pero hoy, que ya superaste la barrera de los 35 y
poco importa cuánto de todo eso hayas logrado, sabés que la vida no es
eterna, que sólo dura un rato y, para peor, que no sabemos cuánto dura ese
rato.
Cuando superas la barrera de los 35 te das cuenta de
que la vida es hoy, la cosa es ahora
Es ahora cuando tenés que priorizar lo que te pasa, no lo
que los demás quieren de vos.
Es ahora cuando entiendes más o menos por dónde va la vida y
sentís que no te la querés perder.
Pero no es tan fácil, el miedo agobia. El pánico
paraliza.
Es ahí donde la mayoría se inmola, baja lo brazos y acepta
que está viejo y que ya se le pasó el cuarto de hora.
Y mañana es lunes y vuelves a la oficina como cada día y
sonríes para no llorar y esperas que sea viernes para salir corriendo a
tirarte en tu sofá a tomar una cerveza y a mirar tu serie favorita para
olvidarte de todo.
Hugo W Arostegui
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