viernes, 9 de noviembre de 2018

Cualidades Que Nos Humanizan

Cualquiera de nosotros a lo largo de su vida ha podido comprobar como todos tenemos actitudes y cualidades que nos elevan en nuestra condición humana, y por el contrario otras que nos rebajan hacia lo peor de nosotros mismos.

Desde esas actitudes y valores es desde donde se constituyen nuestras fortalezas para afrontar la adversidad, y gracias a ellos también vivimos los más bellos y enriquecedores momentos.

Entusiasmo, empatía, serenidad, discernimiento, amor, orden, sentido de la justicia, voluntad, concordia,...

Más allá de la extraordinaria diversidad de caracteres que configuran la humanidad, parece que están estas cualidades válidas para todos los
individuos sin distinción de época, raza o condición social.

Es cierto que cada cultura (y por qué no cada persona), va a desarrollar una aplicación particular, una digamos “moral de costumbres” con la que se identifica. Pero hemos visto a lo largo de la historia cuantas veces esas costumbres llamadas “culturales” se enquistan y pierden de vista los valores
universales que la inspiraron fanatizando y ahogando la vida. (Como siempre las normas no pueden sustituir la necesaria conciencia del bien).

Tendremos entonces que esforzarnos en distinguir lo que son una moral temporal de costumbres, de los aspectos que verdaderamente podríamos

llamar universales y cuyo reconocimiento y desarrollo nos permitan convertir nuestra experiencia personal en una vida plena de realización.

Me gusta pensar que el sistema personal de valores se alza sobre cada uno como un cielo de estrellas, una referencia que orienta nuestra vida. Habrá estrellas fugaces pero siempre estarán aquellas estrellas luminosas y estables que nos permitan trazar rumbos, y bajo cuyo amparo desarrollar aquellas cualidades que nos humanizan y fortalecen.


Es así que a lo largo de esta sección me propongo establecer un diálogo con esos valores y aprender de ellos, de su experiencia de vida. Y que juntos, tal vez, fortalezcamos lo mejor que apunta en cada uno. Creo que es una buena manera de cambiar el mundo juntos.

Superar Límites

A veces los límites nos los ponemos nosotros mismos: “No voy a poder con todos los exámenes”, “no me sacaré el carnet”, “aún no estoy preparado para esto o lo otro”… Son muchas las barreras que nos colocamos delante. Los límites que nos auto-imponemos realmente no existen, se trata de creencias que hemos ido adquiriendo desde que éramos pequeños. Fronteras que hemos puesto en base a las enseñanzas de nuestros padres y profesores.

Decía Henry Ford: “Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto”. Cada vez que nos encontramos limitados o incapaces de hacer algo, tenemos que examinar nuestros pensamientos. Ellos son los que nos incapacitan. Por eso, cuanto más abiertos de mente seamos, y cuanto más a lo grande pensemos, tendremos mayores oportunidades y posibilidades de lograr lo que queremos y ¿qué queremos? Superar límites.

Para lograr cualquier cosa que desees en la vida primero debes fortalecer tu mente (aceptación, confianza y valor hacia ti mismo). Tú eres la única persona capaz de luchar por todo aquello que desees en la vida y cuando aprendas a aceptarte y confiar en ti, será cuando lograrás cumplir todas esas cosas grandes que quisieras ver realizadas en tu vida (o al menos intentarlo con la certeza de que es posible, tampoco hay que frustrarse por no llegar a la Luna).

El primer paso es hacerse una de las preguntas clave…

¿Cuáles son los pensamientos que me limitan?
Es una pregunta fundamental que has de hacerte a ti mismo. El primer paso es reconocer tus pensamientos limitadores y el siguiente cuestionarlos, para liberarte de ellos y así batir tus propios objetivos.

Pensar de forma negativa puede traducirse en tener pensamientos negativos, influirá en tu estado de ánimo y en tu baja energía. Tus pensamientos y creencias tienen un impacto en tu salud física y mental. Los pensamientos negativos causan emociones y sentimientos negativos, tales como la depresión y ansiedad.

¿Cómo superar los pensamientos negativos?
1. Siendo consciente de que te haces daño a ti mismo con ellos.
2. Lee frases positivas.
3. Si piensas negativamente acerca de ti mismo, trata de buscar las cosas positivas.. Simplemente haz una lista de las buenas cualidades que tienes, incluso dile a un amigo íntimo que la escriba para ti. Descubrirás muchas cosas bonitas.
4. Que te dé el aire. Camina en un parque o por la playa. Respira aire fresco. Mira a su alrededor, observa y siente todos los olores. E incluso corre hasta quedarte sin aliento.
5. Acéptate. Deja de lado creer que necesitas ser alguien que no eres.
6. Lee libros de autoayuda. Hay gente a la que le da pereza pero una lectura positiva te hará cambiar el “chip”.
7. ¡Haz las cosas con ganas! Hacer lo que nos apasiona y ponerle ilusión a las cosas que hacemos, mejorará mucho los resultados que obtengamos. Quizás si el trabajo o lo que estudiamos no nos apasiona sea hora de cambiarlo, de disfrutar realmente de lo que de verdad nos gusta y trabajar en ello. O al menos de intentarlo.
8. Empieza a perder el miedo a equivocarte. Los niños no tienen miedo al error, lo van aprendiendo poco a poco porque se nos va inculcando que es algo malo. Pero también es necesario volver aprender que el error nos puede proporcionar una experiencia muy valiosa, que un error puede ser un éxito en sí mismo.

Decía Anthony Robbins: “No importa cuántas veces te equivocas o con qué lentitud progresas, sigues estando muy por delante de los que ni lo intentan”.

Según Gemma Naranjo (Terapeuta Emocional) hay que empezar por preguntarse ¿qué actitud es la deseable para superar tus límites? Hay que saber diferenciar entre la superación y la exigencia. Son actitudes muy diferentes y para una buena gestión del cambio es mejor enfocarse en la superación.
¿Cómo distingo desde dónde hago las cosas? Según la terapeuta esto es sencillo: cuando estás en la superación,te sientes bien, te acompaña la sensación de logro, te permites el error porque lo vives como un aprendizaje, eres amable contigo y lo más importante: quieres ir paso a paso.

Según Gemma Naranjo (Terapeuta Emocional) hay que empezar por preguntarse ¿qué actitud es la deseable para superar tus límites? Hay que saber diferenciar entre la superación y la exigencia. Son actitudes muy diferentes y para una buena gestión del cambio es mejor enfocarse en la superación.

¿Cómo distingo desde dónde hago las cosas? Según la terapeuta esto es sencillo: cuando estás en la superación, te sientes bien, te acompaña la sensación de logro, te permites el error porque lo vives como un aprendizaje, eres amable contigo y lo más importante: quieres ir paso a paso.


Según Naranjo, debes observar en tus acciones lo que dé calma y satisfacción. Tu guía has de ser tú y lo que tú desees más allá de lo que tu entorno quiera. No pienses en lo que agradará a los demás.

Esto te hará sentir mejor y tener más “éxito personal”.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Lo Mejor Somos Todos


Vivimos en un mundo en donde se nos exige ser los mejores, los más rápidos, los más listos, los más eficientes y sin embargo, todavía no parece ser suficiente. ¿Es necesario ser siempre el mejor en todo?, ¿qué pasa si la clave está en esforzarnos por ser diferentes o simplemente por ser nosotros mismos?

Si hacés una búsqueda en Google sobre ‘cómo ser el mejor‘, podes perderte en las opciones infinitas que te ofrece el buscador, entre artículos, videos, tutoriales… La idea siempre es la misma, tenés que ser el mejor en todo. ¿Qué tan cierto es todo eso? Si bien es importante superarse y crecer como personas, también es cierto que no siempre tenemos la obligación de ser el mejor, sobre todo en todo. Podemos no serlo, porque no todos somos iguales, y es en la diferencia que encontramos nuestra mayor riqueza.

“Se ríen de mí porque soy diferente. Yo me río de ellos porque son todos iguales” – Kurt Cobain.
Cuando se busca sobrepasar a otros por el afán de ser el mejor, por lógica deben existir perdedores y una sociedad dividida entre ganadores y perdedores (especialmente cuando a estos últimos se les quita todo el mérito), es una sociedad competitiva y con escasas oportunidades de aceptar la diferencia.

Muchos terminamos pensando que ser mejor en lo que queremos no es suficiente y terminamos incluso esforzándonos por ser los mejores en aquello que no nos interesa, viviendo para otros y no para nosotros mismos. Leyendo varios artículos en la red sobre qué pasa cuando nos exigimos más de lo que debemos y buscamos desesperadamente ser mejor que el otro, encontramos que…

- Terminamos haciendo más de lo mismo, porque siempre tenemos como referencia al que se dice es el ‘líder‘, el mejor, el más eficiente… Si alguna vez se te ha impuesto un prototipo en particular sabes de lo que estoy hablando.

-Cuando intentamos estar aquí y allá y hacerlo todo a la perfección terminamos ocupándonos de muchas cosas al tiempo que por lo general terminan a medias.
- Empezamos a ver a los demás como competencia y no como un apoyo.
- Los errores y los fracasos tendemos a verlos negativamente y no como oportunidades de crecimiento.
- Le tenemos miedo al cambio porque significa salir de nuestra zona de confort, lo desconocido, y es cuando empezamos a ser más reacios a las opiniones de otros.
- Nuestro ego aumenta y con ello disminuye nuestra confianza en otras personas y en sus capacidades, prefiriendo así hacer las cosas nosotros mismos y no delegárselas a otros.
- Se nos dificulta pasar a la acción, terminamos pensando mucho y haciendo poco, todo por esperar que todo salga perfecto y que nuestra imagen no se vea perjudicada… al final lo único que conseguimos es que el tiempo siga corriendo…
- Tendemos a perder nuestra personalidad, se es de todo un poco pero no quienes en realidad somos, lo que nos apasiona y nos hace felices.

El concepto ‘ser mejor en todo‘, esta sesgado si vemos que simplemente por el hecho de ser seres humanos ni somos ni podemos ser perfectos. De hecho, Howard Gardner sugirió que no existe solo un tipo de inteligencia, sino 8 y no todos poseemos todas ellas (lingüística, musical, lógica matemática, espacial, corporal, interpersonal y naturalista). Entonces, no se trata de ser mejor en todo sino en aquello en lo que te apasiona y ser la mejor versión posible, pero de ti mismo.

Vivir en un mundo con constantes exigencias no es una tarea fácil, pero somos nosotros los que al final, decidimos qué vida queremos vivir; una vida para encajar en un grupo o una vida que encaje con nuestros ideales y sueños.

“Abre tus ojos, mira dentro. ¿Estás satisfecho con la vida que estás viviendo?” – Bob Marley

La Fuerza Interior


Tener fuerza interior puede ayudarnos a salir airosos de cualquier situación desfavorable o puede, sencillamente, ayudarnos a evolucionar y seguir creciendo. También nos puede servir para saber cómo actuar ante los obstáculos que van surgiendo en nuestro andar por la vida. Entonces, es necesario reforzar ese poder interior que todos tenemos y que en algunos casos se halla “dormido”.
Si ante el fracaso te levantas una y otra vez, si tienes la capacidad de trabajar duro para conseguir tus metas, si nada ni nadie te detiene hasta obtener lo que deseas. Entonces, ¡enhorabuena! Tu fuerza interior es realmente poderosa.

“El verdadero buscador crece y aprende, y descubre que siempre es el principal responsable de lo que sucede.”
-Jorge Bucay-

La clave está en no desistir, en nunca “plantar bandera blanca” ni darnos por vencidos, aun cuando la tormenta haya creado tantas olas y estemos muy lejos del puerto más cercano. No se trata de una simple metáfora, sino de la vida misma, que a veces pareciera alejarnos de nuestras metas aunque sostengamos fuertemente el timón o icemos las velas.

En primer lugar, ellas tienen el control de lo que les ocurre, o al menos, actúan como si lo tuvieran. Algunos pueden decir que han sido bendecidos, otros que tienen buena suerte y otros que son empujados por una estrella, pero todos miran al futuro con esperanza.

Además, tienen esperanza porque saben que se van a equivocar pero también que van a aprender. Saben que no todo va a ser fácil, pero no encuentran una razón lo suficientemente poderosa que les diga que no van a poder.

En segundo lugar, las personas con una gran fuerza interior saben que hay cosas en las que no pueden influir ni cambiar, por lo tanto, no gastan sus energías en ellas. Por el contrario, se enfocan en aquello que está en sus manos y trabajan incansablemente para poder llevar a cabo lo que desean.
Esto se puede aplicar a cualquier ámbito de la vida diaria. Por ejemplo, si estamos en un embotellamiento de tránsito, ¿De qué nos sirve gritar, enojarnos o perder el control? Mejor es enfocar las energías en algo más productivo, como ser leer un libro, escuchar música, aprovechar para pensar temas para la siguiente reunión, etc (y siempre salir más temprano de casa para evitar estos eventos frecuentes en las grandes ciudades).

Cómo mejorar la fuerza interior
Si quieres mejorar tu fuerza interior deberás ver el pasado como una fuente de información a la cual puedes acceder cuando lo necesites. ¡Pero atención! Existen otras bases de datos para nutrirnos. Muchas personas viven atadas a su pasado y no es bueno. Todo lo que les ha ocurrido se convierte en un fardo o en una mochila pesada que no permite avanzar un solo paso. Los que realmente tienen una fuerza interior considerable saben que las vivencias del ayer son valiosas, pero que no hay que encadenarse a ellas.

Por otra parte, para ser una persona con una fortaleza interior, no hay que quejarse. En realidad, el problema no está en quejarse, sino en mantener esa actitud “de por vida”. Esto quiere decir, que es muy simple volverse un quejoso crónico, pero no hacer nada para cambiar aquello de lo que nos quejamos o criticamos.

No te centres en los aspectos negativos, no pierdas energías en nimiedades. Si hay algo que te molesta, actúa de tal manera que puedas cambiarlo. No te sientes a llorar sobre la leche derramada, como dice el refrán popular, ponte a limpiar el desastre.

“Es duro fracasar, pero es todavía peor no haber intentado nunca triunfar.”
-Theodore Roosevelt-

Y por último, los que pueden sentirse orgullosos de su fuerza interior no quieren impresionar a nadie más que a ellos mismos. No actúan para demostrar a los demás lo que son capaces de hacer, sino que son felices por su propios logros.


La motivación es algo que no pierden ni por un instante y estas personas la alimentan celebrando sus logros; no para presumir sino para disfrutar de lo que han conseguido. Esto no quiere decir que no puedan comunicar lo que consiguen, sino que saben cuándo, cómo y a quiénes contar sus buenas noticias.

El Valor De Lo Humano



Nada debe valorarse más que la vida humana, de la misma manera que no hay justificación para que un ser humano se considere superior a otro. Sin embargo, nos encontramos inmersos en un sistema deshumanizante que otorga valor a las personas por el dinero, posesiones o logros. Esto nos crea la necesidad de redescubrir el valor del ser humano.

Tenemos un valor incalculable; no somos el resultado de la evolución, de un accidente cósmico o una forma de vida biológica elevada que por casualidad adquirió conciencia. Fuimos creados como seres racionales, con moralidad, voluntad y discernimiento, únicos sobre la tierra con cuerpo, alma y espíritu, capaces de obrar para bien. Somos obra de un creador que con sabiduría e inteligencia nos hizo con un propósito, que no consiste en acumular posesiones o riqueza, sino en que tengamos como prioridad el cuidado y desarrollo integral de todo ser humano desde el momento de su concepción, utilizando para ello todos los recursos disponibles.

La racionalidad y moralidad nos da la capacidad de obrar para el bien, no solo para sí mismo, sino también para los demás. ¿Qué ha ocurrido entonces que hemos desvalorizado la vida, perdiendo la sensibilidad ante la necesidad y el dolor ajeno? Los grandes desafíos que tenemos en nuestro país, como la desnutrición infantil, carencia de atención en salud primaria y preventiva, el hambre y la miseria, el analfabetismo, la violencia que produce muerte y dolor a millares de familias o la desintegración familiar, exigen de cada uno de nosotros una respuesta concreta, comenzando con los gobernantes, puesto que han sido puestos en autoridad para servir, para buscar el bien común, no el beneficio propio.

Con frecuencia argumentamos que somos un país pobre, dependiente y limitado para enfrentar estos desafíos. Sin embargo, somos un país rico en recursos y potencial humano, con capacidad de generar oportunidades para el desarrollo integral de todos sus habitantes. El verdadero problema radica en que no estamos valorando la vida en la dimensión correcta, nos hemos vuelto indiferentes ante el drama de nuestros semejantes. Esto se evidencia, por un lado, en la forma como se administran y distribuyen los recursos públicos (actos de corrupción o en la priorización de cosas que no buscan satisfacer las necesidades primarias de la población) y por el otro, en la negativa o evasiva de cumplir a cabalidad la responsabilidad de pagar impuestos. Tanto lo uno como lo otro es inmoral y condenable.

La valoración del ser humano es un desafío ético para todos los que formamos parte de la sociedad. La riqueza y las posesiones son instrumentos que deben servir para el beneficio de los demás, no para fines egoístas.

Evaluemos nuestro actuar, cumpliendo de manera justa y honesta con el rol que nos corresponda y en cuanto tengamos la oportunidad y la posibilidad ayudemos al necesitado, recordando que aquel que sabe hacer el bien y no lo hace, le cuenta como pecado, porque pudiendo hacer algo por sus semejantes y no lo hizo, se hace parte del problema, no de la solución. Solo con Dios es posible construir una sociedad distinta.


Dignidad Humana


La reflexión filosófica ha acompañado al hombre a lo largo de su existencia, puesto que es el único ser que se cuestiona sobre sí mismo y sobre el mundo que lo rodea. La historia de la filosofía, nos dice Nicol, se desarrolló en tres temas centrales: primero, la metafísica, después la epistemología y, finalmente, la antropología. Esto se debe a que primero se preguntó el hombre sobre el ser, luego sobre la forma en que se obtenía el conocimiento sobre ese ser y posteriormente sobre el ser que conoce al ser, es decir el hombre mismo.

De la comprensión que se tenga de la naturaleza humana deriva el trato que debe dársele a todo ser que posea dicha naturaleza, a lo que denominamos “dignidad”. Vocablo que deriva del latín dignitas, que a su vez deriva de dignus, cuyo sentido implica una posición de prestigio o decoro, “que merece” y que corresponde en su sentido griego a axios o digno, valioso, apreciado, precioso, merecedor.

La dignidad es ser tratado como lo que se es. La pregunta entonces, ya no solamente para poder comprender lo que somos en un sentido metafísico, sino para poder dar un trato digno al ser humano, en un sentido ético, es ¿cuál es la naturaleza o physis ontológica del hombre? ¿Qué es el hombre? 

Así, sabiendo lo que el hombre es podremos tratarle como tal, como merece, es decir tratarlo dignamente. La respuesta a esta interrogante puede ser muy variada, dependiendo de la concepción desde la que se formule, del ámbito cultural e incluso de las creencias personales de cada individuo.

El hombre tiene una naturaleza distinta de la de los demás seres: capaz de autogobernarse y además posee la cualidad de poder comprenderse a sí mismo como un ser individual y, a la vez, como parte de una sociedad en la que interactúa con sus semejantes. Aunque se identifica con sus iguales no se comporta de manera idéntica a ellos, puesto que no solamente tiene un ser sino que puede tener modos de ser, como les llama Nicol.

La noción de dignidad humana es uno de los conceptos que en el ámbito del derecho y la filosofía presentan mayores problemas para su esclarecimiento y definición, en gran medida porque depende de la concepción filosófica en la cual se fundamente la argumentación; por ello tal vez la conceptualización de la dignidad más utilizada en la actualidad tiene un carácter meramente instrumental, en la que se hace referencia a la dignidad como el trato o respeto debido a las personas por su sola condición de seres humanos, pero sin entrar a señalar las razones o por qué se le debe ese trato, con lo que se deja a otros ámbitos de reflexión el indagar sobre la naturaleza humana o las características de lo humano que sustentan la dignidad.

Incluso, una práctica actual en las reflexiones tanto en el campo de los derechos humanos como en la bioética, con la finalidad de obviar o evadir el problema de las distintas perspectivas, consiste no en definir ni conceptualizar la dignidad, sino que dándola por supuesta se tratan de identificar las conductas que la lesionan o dañan, lo que algunos identifican como conceptualización de la dignidad por su contrario.


Desde nuestro punto de vista, una perspectiva de la dignidad así, sin una determinación clara, sin vocación de valor absoluto o al menos definido es sumamente peligrosa, pues deja al concepto vacío de contenido y difícilmente defendible o sostenible ante los posibles ataques, e incluso hace sumamente difícil la construcción de un marco institucional para tutelarla; además de que permite el uso del concepto dignidad de manera ambigua, para argumentar en defensa, por ejemplo, tanto de la legalización como de la prohibición de determinadas situaciones que son objeto de profundo debate social, como la eutanasia o el aborto, por lo que consideramos que sólo con un concepto claro y preciso de dignidad es posible construir los medios para su defensa y desarrollo en la convivencia social, pues en un aspecto tan relevante no basta confiar en el sentido común o la intuición.

Lucidez Mental


Un sueño premonitorio con el perro de una amiga y, sobre todo, la última conversación con su madre fallecida de cáncer de ovario en el año 2000, le han llevado a Jesse Bering, profesor de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda, y que se declara escéptico-racionalista, a investigar el extraño fenómeno de la lucidez terminal. “Estaba en coma irreversible y yo no había tenido tiempo de agradecerle lo que había hecho por mí”, recuerda en Scientific American. “Pero mientras la acompañaba en el hospital, en torno a las tres de la madrugada, me desperté con su mano junto a la mía; parecía muy consciente. Estaba demasiado débil para hablar, pero sus ojos lo decían todo.

Pasamos unos cinco minutos cogidos de la mano: le dije todo lo que había querido decirle antes. Después cerró los ojos de nuevo, esta vez para siempre”. La lucidez terminal fue analizada por el biólogo alemán Michael Nahm en un artículo de 2009 en The Journal of Near-Death Studies donde describía a personas con deterioro cognitivo que despiertan poco antes de morir.

Casos de este tipo se han registrado desde Hipócrates, pero nadie los había formalizado. Nahm define la lucidez terminal como “el (re) surgimiento de capacidades mentales normales o inusualmente mejoradas en pacientes inconscientes o con enfermedad mental poco antes de la muerte”. Algunos la incluyen dentro de las experiencias cercanas a la muerte. En un artículo del mismo año en Journal of Nervous and Mental Disease, Nahm precisaba que de los 49 casos de lucidez terminal que había estudiado, la gran mayoría (84 por ciento) ocurrieron una semana antes de la muerte y el 43 por ciento, el último día. Así, un paciente esquizofrénico ruso que había estado totalmente catatónico durante casi dos décadas “se convirtió en casi normal” antes de fallecer.

En otro estudio, el 70 por ciento de cuidadores de un hogar de ancianos británico dijeron que habían observado a personas con demencia resucitar mentalmente poco antes de morir. Una mujer de 92 años con Alzheimer avanzado no había reconocido a su familia durante años, pero el día antes de su muerte conversó con ellos con normalidad, recordando el nombre de todos.


Nahm no descarta una explicación fisiológica-cerebral, pero en pacientes casi vegetativos es un auténtico misterio médico, algo más que una colección de anécdotas. “Sigo siendo escéptico”, dice Bering. “Aun así, no sé cómo mi madre se las arregló en esos cinco minutos de perfecta comunión conmigo. ¿Era su alma inmortal? ¿Una última tormenta química de su cerebro moribundo? 

Sea lo que fuere, me alegro de que ocurriera”.

Abrirnos De Par En Par


Para superar a la competencia tenemos que mejorarnos, aprender más habilidades y desarrollarnos de manera que mejoren nuestros conjuntos de habilidades.

Cuantas más habilidades tengamos más valorados estaremos por la sociedad. Nos pagarán más y disfrutaremos de una mejor calidad de vida. Más vacaciones, mejor comida, mejor cuidado personal físico y mejor salud. Para adquirir nuevas habilidades y mejorar, la mente necesita estar receptiva y abierta. Una mente despejada ayuda a revelar el camino correcto, tomar decisiones acertadas y establecer metas definidas.

El ejercicio es una forma de mantenerse sano, física y mentalmente para que la mente y el cuerpo estén conectados. Practicar un deporte nos mantiene en forma y nos ayuda a ser más felices. Algunos meditan, practican yoga y algunos prefieren pasar tiempo tranquilos, en soledad, de manera introspectiva para armonizar el cuerpo y el alma.

Cuando se está libre de estrés, ruido e interrupciones, uno puede deshacerse del equipaje, el desorden, la contaminación y recuperar su estado óptimo de relajación. Los resultados pueden ser asombrosos.

Una mente sana abre nuevas puertas, invita a nuevas perspectivas y mejora la capacidad de mediar con las tormentas y retos, de este carrusel que es la vida.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Realización Personal


Sentirse realizado ¿qué es? Para cada persona podría ser una cosa diferente en cuanto al modo de conseguirlo, pero como significado, podríamos hablar de estar orgulloso de lo que has conseguido, de haberse propuesto un objetivo, y poder alcanzarlo. De tal modo que hayas logrado la plenitud como persona respecto a tu vida personal, profesional, o por tu manera de pensar.

Sentirse realizado es una meta que algunas personas tienen, pero que también muchas otras pierden por el camino, dejándose llevar por la necesidad, o por la falta de ambición y propósitos.

Es una meta que todos deberíamos poseer, para buscar un fin que nos llene de verdad, sino pasaremos por la vida trabajando, haciendo algunas cosas, igual teniendo familia, pero qué pasa con nosotros, qué pasa con lo que nos hará sentirnos completos y orgullosos de nosotros mismos.

Para cada uno sentirse realizado puede significar una cosa, puede ser una ambición profesional, pero siempre tiene que tener un componente moral, es decir lograr alcanzar una meta profesional, siempre siguiendo determinados principios, y haciendo lo que uno ama. También puede ser algo más común como lograr encontrar una persona que te acompañe toda la vida, tener familia, y hacerles felices. 

Para otros puede ser algo más complejo, como pudiera ser abandonar toda la vida que tiene aquí y emprender una nueva, en un lugar totalmente diferente, realizando lo que realmente quiere, y sin presionarle ningún ámbito social o profesional que le lleve a encaminar proyectos que no desea. 

Muchas personas también asocian el sentirse realizado, con ayudar a personas necesitadas, con todo lo que puedan.

Pero si hay un objetivo común para sentirse realizado, es lograr ser feliz. Todos los supuestos anteriores tienen éste denominador común, y es que si no, sentirse realizado no tendría ningún sentido.

Si observáramos la vida, como cualquier trabajo o carrera o proyecto, comprobaríamos que sentirse realizado es algo esencial. Me refiero a que en cualquier proyecto antes de iniciarlo, se propone cada persona un o unos objetivos, como llegar a ser alguien, lograr titularte para conseguir trabajo, o cualquier cosa parecida que nos haga luchar por ese objetivo. Pues sentirse realizado sería ese objetivo que nos hace pelear en nuestra vida, nunca conformarnos, y seguir adelante. 

Muchas veces nos presionará la necesidad, e intentaremos dejar de lado este objetivo, pero sin duda aún así, tendremos la posibilidad de seguir dando pasos hacia delante, aunque sea en las pequeñas acciones que hacemos cada día.


Vivir conforme a los objetivos que uno se ha planteado es el verdadero éxito de una vida completa, así que no dudéis y luchad por ello. Para terminar me gustaría poneros la frase de Jawaharlal Nehru, que donde comprenderemos que ser feliz es un objetivo, y sentirse realizado es la meta final.

El Ser Interior


¿Sientes que estás triste sin razón aparente? Si te invaden sentimientos de tristeza y no encuentras ninguna causa específica para sentirte de esta manera, probablemente lo que te haga falta es conectarte con tu esencia, descubrir –desde tu interior- qué te FALTA para reencontrar un estado de armonía.

 “Si tengo todo en la vida, ¿por qué me siento mal?”

 Muchas personas se preguntan esto en algún momento de su existencia. Se sienten decaídos, sin motivación alguna, tristes todo el día, a pesar de tener un buen trabajo, una hermosa familia y, aparentemente, ningún problema demasiado serio.

Lo que sucede en ocasiones es que estamos tan pendientes de los asuntos laborales, del hogar y de atender a los demás, que nos olvidamos de prestar atención a nuestras necesidades más íntimas. En otras palabras, nos hemos desconectado de nuestro propio ser.

Muchas personas se alimentan correctamente, realizan ejercicio físico y cuidan muy bien de su salud, pero aun así son invadidas por estos sentimientos inexplicables de infelicidad. 

Es que, además de tener en cuenta todo lo anterior, es preciso también “escuchar” aquello que su esencia les está pidiendo, lo que realmente necesitan hacer o decir para lograr un estado de paz interior.


La Elegancia Interna


La elegancia va más allá de usar ropa y complementos de lujo. Ser socialmente elegante es sinónimo de sencillez, buen gusto, educación y de actitud. Realmente no es tan complicado como parece porque tod@s, si queremos, podemos ser elegantes cuando lo decidimos.

Por eso, hoy te traigo algunos conceptos y tips para que consigas impactar con tu elegancia sin dejar de ser tu mism@ desde la autenticidad.

Antes que nada, me gustaría que profundizáramos un poco en este concepto. ¿Piensas que con la elegancia se nace o se hace?

Yo soy de las personas que piensa que cualquier cualidad se puede cultivar y trabajar. Además, como todo en la vida, si de verdad trabajamos en ello, podemos hacer cambios y convertirnos en nuestro mejor “YO”. Sin embargo, aún existen personas que piensan que la elegancia es un Don con el que se nace.

Es por eso que quiero invitarte a la siguiente reflexión:

¿Cuántas veces hemos pensado que hay ciertas personas que parecen tener el Don innato de la elegancia y nos resultan altamente atractivas? Y por el contrario, ¿Cuantas veces hemos visto a alguien que en el pasado no llamaba mucho la atención y por circunstancias de la vida o por decisión propia, al cabo de unos años lo hemos vuelto a ver y nos ha impresionado su grado de elegancia?
Si bien es cierto que algunas personas nacen con cierta gracia que las hace ver resplandecientes cuando se muestran ante los demás, personalmente, pienso que la elegancia se puede aprender y  hasta cierto punto es una filosofía  de vida.


La elegancia sale siempre de dentro hacia afuera, por lo tanto es una cualidad interior…...Y todos hemos nacido con esa cualidad que, aunque no nos lo creamos, la podemos desarrollar. Así como otros muchos encantos de la personalidad, que tienen que ver con el trabajo del crecimiento interior.

Dos Dedos De Frente



Franz Joseph Gall fue uno de los más relevantes, a la vez que polémicos, anatomistas que desarrolló gran parte de su trabajo durante el primer cuarto del siglo XIX. Una de sus teorías más notable fue la frenología, una supuesta ciencia (que realmente era una pseudociencia) capaz de predecir el carácter, rasgos, anomalías mentales, aptitudes y personalidad de una persona a través del tamaño, forma y protuberancias de la cabeza.

Entre las muchas demostraciones que intentó hacer con el fin de argumentar sus teorías, está la que la persona que poseía determinado tipo de cráneo tenía unas dotes innatas para el cálculo numérico, algo a lo que llamaba protuberancia de las matemáticas.

Otra de sus conjeturas versaba sobre el tamaño de la frente, estando convencido de que cuanto más ancha fuese ésta más inteligente era el individuo, algo que hizo pensar a aquellos que creían en su pseudociencia que cuanto menos frente se tuviera sería a la inversa. Por esa razón no tardó en ponerse como ejemplo que aquellos que tenían una frente estrecha con un ancho menor a dos dedos eran menos inteligentes.

La expresión «no tener dos dedos de frente» se popularizó llegando hasta nuestros días como sinónimo de persona limitada y de pocas luces.

                            

El Fin Y Sus Medios


El fin justifica los medios es una frase atribuida erróneamente al escritor y personaje relevante de la Italia renacentista, Nicolás Maquiavelo. La misma expresa que cuando el objetivo o la causa son importantes, cualquier medio utilizado para lograrlo es válido.

Habitualmente, muchos han atribuido esta frase como postulado a Nicolás Maquiavelo incluido en su obra El Príncipe, escrita en el año 1513 y publicada en 1532 en la que el autor defiende la imposición de cualquier teoría o plan político por parte del gobernante para permanecer en el poder ante cualquier incidencia.

En consideración a lo anterior, lo más parecido a esta frase se encuentra en la obra El Príncipe, en el capítulo XVIII:

En las acciones de los hombres, y particularmente de los príncipes, donde no hay apelación posible, se atiende a los resultados. Trate, pues, un príncipe de vencer y conservar el Estado, que los medios siempre serán honorables y loados por todos; porque el vulgo se deja engañar por las apariencias y por el éxito; y en el mundo sólo hay vulgo, ya que las minorías no cuentan sino cuando las mayorías no tienen donde apoyarse.

Así, el postulado “el fin justifica a los medios” no aparece textualmente en las palabras de Maquiavelo pero se atribuye como conclusión a la idea dada por el escritor en sus narraciones. Sin embargo, existen historiadores que atribuyen la frase al teólogo alemán Hermmann Busenbaum, extraída del libro en latín “Medulla theologiae moralis”, bajo la frase:

“Cum finis est licitus, etiam media sunt licita”, que traducido al español es “Cuando el fin es lícito, también lo son los medios”.

Según otras teorías, indican que Napoleón Bonaparte, en el libro de El Príncipe, anotó una frase con un significado parecido “Triunfad siempre, no importa cómo, y siempre tendréis razón” que lleva al individuo a la misma conclusión.

Fingir Lo Que No Eres





Dentro de nosotros sabemos que nos incomoda, que no deberíamos, que no somos así. Entonces, ¿Por qué? ¿Por aceptación social? ¿Para caer bien? ¿Para obtener un beneficio? En Fingir el fondo no sacamos gran provecho y somos conscientes de ello.

La mala costumbre de adoptar una personalidad que no es la propia forma parte de muchas personas, para bien o para mal. Y ésta creación de la inseguridad, llevada al extremo, acaba en una especie de destrucción de la propia personalidad, un punto sin duda doloroso. Porque darse cuenta de no saber quién eres por culpa de tanto fingir va acompañada de un gran resentimiento y sentido de culpa.

El fingir no deja de ser una forma de mentir, y fingimos por falta de confianza en uno mismo. Pensamos que no gustaremos al otro, que no seremos aceptados en un grupo por ser diferentes o que nos despreciaran y humillarán por ser de la manera que somos. Y luego adoptamos conductas que nos hacen sentir incómodos y que oprimen nuestros verdaderos gustos e intereses. Aquí es donde nacen las personalidades estándares, prefabricadas y superficiales.

¿Para qué perder el tiempo y lo que nos hace únicos? ¿De veras vale la pena perderte a ti mismo para formar parte de un grupo al que no perteneces? NoBúscate unas personas de acorde a ti, que es donde estarás verdaderamente cómodo y donde podrás desarrollar todo tu potencial. Los vínculos que formas con gente que son como tú son mucho más fuertes que los que formas usando tu personalidad fingida. Porque fingiendo estás viviendo una vida que no es la tuya. Dices tener unos intereses que en realidad no te interesan. Y todo es mentira y superficial. Yo creo que eso te deja vacío (en el mal sentido) e incompleto.

No hay que tener miedo al rechazo. Porque, ¿qué es el rechazo? Que unos pobres (necios) que no son como tú te desprecien no quiere decir que ellos estén en posesión de la verdad. Más bien al contrario. No eres tú el que te denigras atacando al otro con intención de destrozarle, tú sigues entero y limpio.

seguras Las personas verdaderamente de sí mismas y completas – espirituales o iluminados para algunos – no sienten ninguna necesidad de criticar ni despreciar, porque no hay nada que criticar o despreciar. Ninguna personalidad es mejor que la otra y da igual como seamos… los planetas seguirán moviéndose igual. Eso sí, hay personalidades más abiertas y que saben entender mejor a las demás.

Mi conclusión es, queridos lectores, que no os destrocemos y no perdamos vuestro valioso tiempo intentando gustar a quien no sabe (o puede) entender como somos, ya que sólo nos traerá dolor y malestar con nosotros mismos (los otros que digan lo que quieran, los que tienen el problema son ellos, si acaso). En vez de eso, mejor aprovechar la vida estando con gente similar, con gente en la que unos a otros se ayudan a crecer, porque tienen los mismos intereses y objetivos. Dispuestos a convivir con más seres humanos, mejor nos juntamos con personas que nos entienden y aceptan por lo que somos, ¿no?

martes, 6 de noviembre de 2018

Reflexiones De La Vida


Ya son muchas las veces que me ocurre lo mismo.

​En mi cabeza surge un pensamiento o una intuición, pero solo cuando encuentro que esa opinión coincide con la de algún ilustre pensador, o que es respaldada por alguna investigación científica, me atrevo a considerarla como factible.

Mientras no encuentre confirmación externa, sigo dudando de ella. Mal asunto.

Hace casi 2.000 años el poeta satírico Persio nos advertía contra esta nociva inclinación:
​Ne te quaesiveris extra, (No busques fuera de ti mismo).

En tiempos más recientes, aunque no actuales, el gran pensador americano Ralph Waldo Emerson hacía eco de las palabras de Persio en su indispensable obra Auto-Confianza:

Hay un momento en la formación de todos los hombres cuando se llega a la convicción de que… la imitación es un suicidio. Creed en vuestro propio pensamiento; creed que lo que es verdadero para uno en la intimidad del corazón, es verdadero para todos los hombres: eso es el genio. Expresad aquello de lo que estás convencido en tu interior y se convertirá, a su tiempo, en opinión universal; ya que lo más íntimo llega a ser lo más externo.

Pues bien, resulta que desde hace un tiempo vengo alejándome cada vez más del teléfono móvil. Quiero dejar de utilizarlo cada que hay un espacio en blanco.

Muchas de las mejores cosas de la vida se nos pasan inadvertidas por andar embelesados con la centelleante pantalla.

No solo cosas que ocurren en el exterior, sino también las que ocurren en nuestro interior, que quizá, son aún más importantes.

Esta afición nos priva de una diversión mucho más cautivadora y necesaria: pensar.

Fue Einstein el que dijo:
La alegría de ver y entender es el más perfecto don de la naturaleza.
Permanecer mucho tiempo con la mirada puesta en la pantalla no nos permite ni ver ni entender.

En lugar de ver la vida de forma directa, lo hacemos a través de un dispositivo.

La reflexión mental es mucho más interesante que la televisión, es una pena que más personas no se cambien a ella. Probablemente piensan que lo que escuchan en su mente no es importante, pero si que lo es.
Estas palabras, publicadas hace más de 40 años, cuando no había todavía internet, son hoy aún más pertinentes.

A mí me divierte mucho pasar el tiempo jugando con ideas, pero dudaba de que mucha gente lo pudiera encontrar interesante. Por ello me agradó ver confirmada mi intuición por parte del eminente Robert Pirsig, autor del libro mencionado antes.

No obstante, ese párrafo también es un gran reproche a la desconfianza con que trato a mis propias ideas.

Dicho lo anterior, volvamos al asunto de pensar, o mejor dicho, el de no pensar por andar entretenidos.

Estar siempre mirando una pantalla nos priva de utilizar los tiempos de quietud para entendernos mejor, para descubrirnos. Estamos siempre escapándonos de nosotros mismos; le damos la espalda a nuestra realidad. De esta manera, nos negamos la oportunidad de reflexionar sobre lo que nos ocurre y así establecer correctivos.

Y en ausencia del necesario espacio de reflexión, terminamos viviendo muy por debajo de nuestras posibilidades y necesidades.

Cuando no sabemos quienes realmente somos, cuales son nuestros intereses y potencialidades, no es posible crear una vida que refleje esa singularidad. Vivimos la vida que viven los demás, no la nuestra.

Y es una pena, que por andar chismeando en otras vidas, se nos pase sin darnos cuenta la nuestra, la que de verdad importa.


El Valor De La Sensibilidad


Puede parecer extraño, pero en cierta forma somos insensibles con nosotros mismos, pues generalmente no advertimos el rumbo que le estamos dando a nuestra vida: pensamos poco en cambiar nuestros hábitos para bien; casi nunca hacemos propósitos de mejora personal o profesional; fácilmente nos dejamos llevar por el ambiente de los amigos o del trabajo sin poner objeción alguna; trabajamos sin orden y desmedidamente; dedicamos mucho tiempo a la diversión personal. Dejarse llevar por lo más fácil y cómodo es la muestra más clara de insensibilidad hacia todo lo que afecta nuestra vida. Actúe con sensibilidad, preocúpese también por usted.

En todas partes se habla de los problemas sociales, corrupción, inseguridad, vicios, etc. y es algo tan cotidiano que ya forma parte de nuestra vida, dejamos que sean otros quienes piensen, tomen decisiones y actúen para solucionarlos. La sensibilidad nos hace ser más previsores y participativos, pues no es correcto contemplar el mal creyendo que somos inmunes. Lo que pasa en cualquier espacio del mundo debe ser objeto de preocupación para cualquiera. Siempre debemos vernos en el espejo de los otros.


La sensibilidad nos hace despertar hacia la realidad, descubriendo todo aquello que afecta en mayor o menor grado al desarrollo personal, familiar y social nuestro y de los demás.