Muchas personas piensan que lo que ocurre en Venezuela no es
solo producto de posiciones político-ideológicas, ni por libertades y
democracia, sino que hay aspectos que trascienden lo puramente interno. Que se
trata de poderes hegemónicos transnacionales.
Problemas geopolíticos que se mueven a través de las grandes
potencias. Especialmente aquellas con las que Venezuela mantiene mayores
relaciones comerciales o económicas.
Algunas de esas consideraciones se basan en la deuda que, según se dice, tiene Venezuela fundamentalmente con China y Rusia. En ese sentido se ha publicado que a China le deben 60 mil millones de dólares, mientras que con Rusia la deuda ronda los 6 mil millones.
Estos aspectos indudablemente deben ser tomados en cuenta en cualquier análisis ponderado, sobre todo, cuando se trata de una situación en la que prevalece la presión internacional. Que indudablemente es parte de las fichas que se mueven dentro de ese complicado tablero.
Sin embargo, no se puede partir a la ligera y pensar que los aspectos de la deuda que tiene Venezuela con grandes potencias como Rusia y China, al margen de otros aspectos económicos extra nacionales, son el punto único o básico que mueve lo que acontece en ese hermano país.
Pues si bien existen intereses extra nacionales, igual
existen los intereses nacionales. Políticos y económicos. Partiendo de que la
política no está ajena a lo económico.
El problema venezolano se hace más complicado, precisamente por la confluencia de factores geopolíticos y económicos extra nacionales, y políticos y económicos internos. No se trata pues de un solo aspecto. Sino que, en cada acción se mueven todos esos factores al unísono. Y en situaciones tan complejas como esa, se hace difícil saber hacia dónde apuntan los cañones.
Podrían llegar momentos en que se vean o sientan acciones que den la impresión de que comenzaron los ataques sin reversa. Pero que no sean, sino parte de tácticas al estilo napoleónico, de atacar para forzar acuerdos. Podría ocurrir, que los intereses sean tan grandes entre los que mayores poderes tienen, que amaguen pero no den. Y que trasladen los tableros a otros escenarios fuera de Venezuela, aunque internamente, gobierno y oposición, o ambos gobiernos, continúen jugando su rol. Y que a través de los diferentes medios y vías de comunicación, se siga informando, desinformando, y hasta entreteniendo a la gente. Ya que una gran parte de los pleitos tienen un alto contenido de espectáculo.
Porque no es verdad que las grandes potencias se van a obnubilar o volverse locos, por una deuda que, de alguna forma, tienen los mecanismos, sabiduría y habilidades, para compensarlas, cobrarlas o renegociarlas entre ellos mismos.
Por eso hay que pedir a Dios que ojalá los intereses internos y foráneos que se mueven en ese conflicto, no lleven a los venezolanos a un enfrentamiento en el cual, nadie sabe, a la corta o a la larga, quiénes saldrán ganando o perdiendo. Porque la mayoría de los líderes, con sus problemas económicos resueltos, no pelean, pero saben dónde vivir tranquilamente.