Está claro que también hay que leer en la madurez y en la
vejez. El ejercicio de leer cobra sentido al final de nuestras vidas.
Neurólogos y psicólogos recomiendan “la lectura como método preventivo del alzhéimer u otras enfermedades
neurodegenerativas”, señala el doctor Pablo Martínez-Lage, coordinador del
grupo de estudio de conductas y demencias de la Sociedad Española de
Neurología.
Cuando una persona comienza a padecer síntomas de demencia y a
perder autonomía, influyen dos factores: las lesiones que ha producido la
enfermedad y la pérdida de la capacidad de compensar.
Compensar es poner a funcionar áreas del cerebro que antes
no funcionaban, poner en marcha la reserva cognitiva, es decir, la capacidad
intelectual acumulada a lo largo de su vida mediante conocimientos y
actividades intelectuales. Para disponer de una buena reserva cognitiva es
importante tener una vida intelectualmente activa. “Quienes se mantienen
mentalmente en forma a lo largo de su vida, corren menos riesgo de padecer
alzheimer, parkinson o enfermedades cardiovasculares”, concluye Martínez-Lage.
Los beneficios de la lectura no son únicamente personales.
“Leer no sólo afecta a la cultura social, sino también a la economía y al
comercio de un pueblo”, sostiene Emili Teixidor. Para el escritor, la lectura
ayuda a exportar cultura fuera de nuestro país: “Ya que España no tiene
petróleo, ¡tendrá que exportar inteligencia!”.
También cabe recordar que a lo largo de la historia la
lectura siempre fue uno de los vehículos de la democracia. “En países
autoritarios la lectura siempre estará perseguida por contribuir a desarrollar
la libertad de expresión, la
cultura y la información”, afirma César Antonio Molina, ex ministro de Cultura
y director de la Casa del Lector.
Leer siempre tuvo el poder de transformar la
sociedad, “y, si no, ¡fíjese en todos los que leyeron los evangelios!”,
sostiene Teixidor. El escritor recuerda una anécdota, “ahora en el kiosco
venden muy barato el Manifiesto
Comunista de Karl Marx, en mis
tiempos de estudiante hubieran perseguido al kiosquero“. Muchos libros fueron
la clave del desarrollo de algunos acontecimientos históricos y ahora, en
momentos de incertidumbre y crisis, la lectura debería adquirir protagonismo.
No sólo como buena compañera de viaje para evadir y serenar. “No hay que
refugiarse en la lectura, sino emplear su capacidad de modificar el estado de
las cosas”, dice Gabilondo. Según el filósofo, hay que utilizar el poder de la
lectura para transformar la sociedad.
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