¿Te has planteado alguna vez qué distancia hay entre tú y tu
pie?
Si lo has hecho, te habrás dado cuenta de que no es una
pregunta absurda porque, efectivamente, hay una distancia. Y si no lo has
hecho, te propongo que lo hagas ahora. ¿Verdad que no es cero? De hecho, es muy
posible que ahora mismo tengas la pantalla del ordenador más cerca de ti que tu
pie.
Una vez hecha esta primera reflexión, de ella se deriva otra
que también es muy interesante: ¿desde dónde mides la distancia entre una cosa
cualquiera, ya sea una pantalla o un pie, y tú? Es decir, ¿dónde
está el punto de referencia cuando hablas de ti? En
definitiva: ¿dónde estás tú?
Resolver esta cuestión es muy importante de cara a tu
felicidad, porque una de las claves del crecimiento personal y
espiritual es conocerte a ti mismo. Pero, antes de poder conocerte, tienes que
encontrarte. Debes saber DONDE estás. No puedes conocer algo que no sabes dónde
está, ¿verdad?
Para poder encontrar tu lugar en el mundo, y ser feliz, es
imprescindible que escuches
con atención a tus sentimientos. Ellos son los únicos que saben
quién eres realmente; son los únicos que tienen la información necesaria para
poderte guiar.
A la práctica, pero, no siempre es fácil saber qué sentimos
exactamente; básicamente, porque nos cuesta diferenciar claramente lo que
queremos realmente, de lo que creemos que queremos. La sociedad que tenemos nos
bombardea tan a menudo con opiniones e ideas sobre lo que tendríamos que
desear, que ya no sabemos qué sentimos de verdad.
El universo tiene una característica muy importante, que
además es muy útil a la hora de comprender mejor nuestra vida: nada es como es
por casualidad, todo lo que existe tiene una forma asociada a
su función.
Las sillas, por ejemplo, no tienen patas y un asiento por
azar, sino para que nos podamos sentar; nuestro corazón tiene cuatro cavidades
con paredes musculares para poder bombear la sangre; las raíces de los árboles
son como son para captar los nutrientes de la tierra, etc. La forma de
cualquier cosa está asociada a su función; este hecho se cumple siempre. Y tú
no eres ninguna excepción.
Muchos de nosotros tenemos la sensación
de vivir en un mundo hostil. En consecuencia, nos pasamos la vida en alerta por
si tenemos que defender nuestros intereses. Quizás esta actitud está
justificada, porque nunca sabemos si alguien nos intentará hacer daño, pero es
agotador, ¿verdad?
Afortunadamente, podemos cambiar esta situación. El origen
de la hostilidad que nos rodea es simplemente que estamos perdidos, y no
sabemos cuál es nuestro lugar en el mundo. Somos como piezas de un puzle que
chocan entre ellas intentando encontrar algún agujero desesperadamente. Si
viéramos una imagen más global, veríamos que tenemos un lugar reservado que
encaja perfectamente con nosotros. Y que no te tiene ningún sentido que
compitamos, porque cada uno tiene el suyo.
Todo el universo es energía, y esto nos incluye a ti y a mí.
Esto significa que podrías ser cualquier otra cosa, porque estás hecho del
mismo “material” que las galaxias, las estrellas y los planetas. Podrías ser el Sol, la Luna, una planta o
cualquier otra persona.
Pero, curiosamente, de todas las cosas que se podrían hacer
con la energía que ahora mismo forma parte de ti, el universo ha decidido
hacerte tal y cómo eres ahora.
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