jueves, 14 de febrero de 2019

Cuidar Las Palabras


Necesitamos aprender a cuidar las palabras. Lo que decimos siempre tiene más impacto del que vemos y puede hacer una gran diferencia.

Para explicar esto, Benjamin Zander cuenta la siguiente historia: «Lo aprendí de una mujer que sobrevivió a Auschwitz. Ella tenía 15 años y su hermano 8. Sus padres habían desaparecido.

Iban en el tren rumbo a Auschwitz. Miró hacia abajo y vio que a su hermano le faltaban los zapatos y le recriminó: “Eres tan tonto que no puedes conservar tus cosas”. Palabras que cualquier hermana mayor le hubiera dicho a su hermano menor.

Por desgracia, fue lo último que le dijo porque no volvió a verlo. El niño no sobrevivió.

Y cuando la mujer salió de Auschwitz hizo esta promesa: “Nunca diré nada que no pueda quedar como lo último que dije.”»

Cuidar las palabras es un reto
¿Podemos ser más cuidadosos de las palabras que utilizamos en el día a día? Claro que sí. Para lograrlo necesitamos aprender a estar más conscientes de lo que decimos y dejamos de decir.

Para afrontar este reto, tengamos presente que las rutinas diarias nos distraen tanto, que muchas veces ni nos damos cuenta de lo que expresamos. Hablamos como si estuviéramos en “piloto automático”.

Al mecanizarnos, es fácil descuidar los detalles en lo que decimos, tanto de fondo como de forma. También es fácil que seamos muy reactivos frente a lo que vemos o escuchamos que nos desagrada.
Nuestro cerebro está configurado para que seamos reactivos. Es un mecanismo neurológico que nos permite protegernos y sobrevivir.

Pero para evitar los errores que esto trae en nuestras comunicaciones, hace falta un esfuerzo consciente y capacitación constante. Lo que nos permite mejorar el lenguaje cotidiano.

Siempre podemos respirar antes de responder
Necesitamos practicar el hábito de respirar antes de responder. Especialmente con las personas que más nos importan. Esta es  una gran oportunidad de mejora para cuidar las palabras y aumentar la inteligencia emocional.

Siempre podemos tomar unos segundos antes de reaccionar con una respuesta impulsiva, particularmente cuando estamos frente a una situación que no nos gusta.

No se trata de buscar tiempo para un análisis, sino una breve pausa para tomar control de nuestra respuesta.

Seguramente has escuchado muchas veces la importancia de contar hasta diez para no responder con impulsividad. Pues sí, eso funciona porque nos permite respirar, oxigenar nuestro cerebro y nos da tiempo para pensar la respuesta.

La pausa de la respiración nos permite recordar la importancia de cuidar las palabras. Y a esto le podemos agregar el poderoso ejercicio de validar nuestra interpretación de lo que hemos escuchado. Así evitamos las reacciones que nos producen nuestros prejuicios.


Preguntar para entender mejor una situación es un excelente ejercicio para reducir nuestra reactividad y cuidar las palabras que decimos.

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