martes, 19 de febrero de 2019

Dismorfofobia

Mostrar preocupación excesiva por un defecto corporal mínimo o inventado puede ser síntoma de dismorfofobia, trastorno en el que la imagen de uno mismo causa inconformidad; sus consecuencias pueden ser aislamiento, bajo rendimiento y deterioro en la calidad de vida, pero mejoran notablemente con ayuda especializada.

Es normal que todo ser humano se preocupe por la imagen que proyecta hacia sus semejantes y que invierta cierta cantidad de tiempo y esfuerzo para adquirir su guardarropa, cambiar de peinado o mejorar su apariencia. Sin embargo, resulta preocupante cuando esta conducta se vuelve obsesiva y autodestructiva, por lo que se recurre a numerosos tratamientos de embellecimiento, dietas, asesores de imagen o cirujanos plásticos sin quedar conforme con los resultados aunque, eso sí, con una vida social y economía personal muy desgastadas.

Evidentemente, el que la preocupación por la autoimagen se convierta en elemento central de anhelos, conversaciones y actividades puede deberse en gran parte al culto hacia los estereotipos y la apariencia personal que predomina en la sociedad contemporánea pero, sobre todo, puede tener sus raíces en la predisposición personal a sufrir una condición llamada síndrome de distorsión de la imagen, trastorno dismórfico corporal o dismorfofobia (proveniente de las palabras griegas dismorfia, que significa "fealdad", y fobia, "temor").

Este problema se caracteriza porque quien lo padece tiene la firme idea de que una parte de su cuerpo (o todo) luce desagradable, además de que sufre angustia por esa supuesta fealdad; asimismo, cualquier minúscula imperfección adquiere importancia desmesurada y hay tendencia obsesiva por abordar temas relacionados con el atractivo personal. Algunas estimaciones muestran que 45% de las quejas se centran en la forma de la nariz, aunque no se descarta la mención de abdomen, cuello, mandíbula, cabello, boca, senos, manos, piernas, glúteos, pies o genitales.

La dismorfofobia tiene mayor incidencia en adolescentes de ambos sexos y, al parecer, guarda relación con las transformaciones de la pubertad, que comienzan hacia los 12 años de edad, aunque la mayoría de los casos severos se hacen evidentes durante la adolescencia, es decir, de los 15 a 18 años. Asimismo, se calcula que 1.5% de la población mundial sufre esta condición, pero los expertos insisten en que dicha cifra puede ser poco fiable debido a que muchos afectados tratan de ocultar su problema y permanecen en el anonimato.


Es importante realizar una detección oportuna y convencer a la persona de que reciba ayuda profesional, pues con ello se puede prevenir el surgimiento de actitudes perjudiciales y la evolución de algunas condiciones asociadas, concretamente depresión (fuerte decaimiento que se manifiesta con tristeza profunda, autoculpa y soledad), ansiedad (estado emocional caracterizado por inestabilidad, insomnio e irritabilidad), anorexia (pérdida de peso por dejar de comer y someterse a intensas rutinas de ejercicio) y bulimia (episodios repetidos de excesivo consumo de alimentos seguidos de vómito o uso de laxantes).

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