miércoles, 13 de febrero de 2019

Poder Ver Y Mirar


En general los seres humanos tenemos una visión muy particular de la realidad: creemos que ocurren fenómenos afuera nuestro y que nosotros simplemente los percibimos tal como ocurren. Rara vez reflexionamos sobre “nuestra manera de mirar los fenómenos” o percibir.

El ejemplo del mito de la caverna de Platón, presente en La República, nos señala esto. Si lo recuerdan, Platón describió en su alegoría un espacio cavernoso en el cual se encuentran un grupo de hombres prisioneros desde su nacimiento por cadenas que les sujetan el cuello y las piernas de forma que únicamente pueden mirar hacia la pared del fondo de la caverna sin poder nunca girar la cabeza. 

Atrás de ellos se encuentra una hoguera y la entrada de la cueva que da al exterior. Por el pasillo del muro circulan hombres portando todo tipo de objetos cuyas sombras, gracias a la iluminación de la hoguera, se proyectan en la pared que los prisioneros pueden ver. Para los prisioneros, las sombras son la realidad, no pueden suponer que son simple reflejo de algo que acontece afuera. Platón lo llama “el mundo sensible” (lo inmediato, lo que alcanzan a percibir).


Para el Buda, nuestra vida en general es una ilusión y la mente cree que entiende la realidad apoyándose en los condicionamientos aprendidos desde nuestra infancia temprana (algo similar a la caverna). Pero el trabajo meditativo va des-condicionando estos procesos, des-armando estos filtros hasta que podemos ver las cosas tal cual son. 

Por eso el Buda alentaba a sus discípulos con la famosa frase: “acude y mira”, y se autodenominaba “el despierto”, aludiendo a nuestra somnolencia terrenal. Su mérito consistió en desarrollar un método para trascender esta limitación tan humana.

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