Quizás el primer
indicador de ternura en la relación sea la veracidad. No hay ternura sin
verdad. Lo que pudiera haber sabría a niñería, si es que algún sabor tuviera.
La ternura, en cambio, es sincera, es veraz, es modo auténtico de expresión de
lo que habita en el corazón.
La ternura se vive
con libertad. La expresión blanda, pero forzada, es dura. La expresión cordial,
pero autoimpuesta, no es sincera. La ternura se vive y se expresa con libertad.
Por eso encuentra caminos de comunicación que parecería que le son más propios
de la relación íntima o de la relación con los niños, como es la caricia, el
contacto visual, el tono de voz entrañable y envolvente, el ritmo de la voz
sosegado.
La ternura,
efectivamente, se expresa por encima de la racionalidad intelectiva. Va
acompasada de una racionalidad distinta, la de los sentimientos, la del
corazón, la que desea comunicar firmemente la proximidad y la comprensión en la
debilidad ajena. La ternura con el enfermo implica auténtica empatía con el
mundo de sus significados, con la comprensión de los sentimientos que le
habitan.
La ternura se
expresa con naturalidad. Acariciar la mano, la frente, la mejilla, de una
persona que muere es un gesto tierno de comunicación afectuosa y de apoyo en la
fragilidad. Apretar la mano,
sostener la mirada en los ojos –sí, sostenerla-,
desencadena blandura y sonrisa incluso en quien está aplastado por el
sufrimiento o por el dolor, genera agradecimiento y gracia, provoca encuentro.
La ternura se
expresa con armonía entre los diferentes elementos de comunicación.
No hay
contradicción entre unos y otros. En efecto, armonía es un término auditivo que
hace referencia a un sonido que se complejiza enriqueciéndose cada vez más y,
permitiendo un sin número de matices que dan riqueza y gozo sensorial y
espiritual. En un nivel sensible, está próxima a la suavidad. A nivel
psicológico algo se realiza con suavidad y ternura cuando se nota que es
una manera de ser y se efectúa de modo sencillo, no forzado, ni estridente,
sino que se percibe que es algo natural.
A
nivel de compromiso, la ternura se manifiesta como un modo de hacer que brota
del propio pozo y genera bien, contagia humanidad y provoca comunidad y
comunión, implica atención y preocupación por el otro, y búsqueda generosa de
la paz y de la justicia.
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