lunes, 11 de febrero de 2019

Los Imponderables Del Factor Humano


La suspensión de 17.000 vuelos comerciales en Europa a causa de una potentísima erupción en la volcánica Islandia; la sacudida sísmica el mismo día que ha causado centenares de muertes en el abrupto espacio suroccidental de China, entre las estribaciones del Himalaya, y un devastador ciclón que en idéntica fecha ha sacudido la India; o, en el más reciente pasado, los terremotos de Chile y Haití, son fenómenos catastróficos de la Naturaleza que ponen de manifiesto la dificultad extrema, casi la imposibilidad, de actuaciones de respuesta satisfactoriamente eficientes por parte del hombre –tanto en la reacción propiamente dicha como en el de la previsión– para paliar de manera significativa los efectos de esos fenómenos, conceptuados todos ellos como catástrofes naturales.

No es un problema simplemente teórico el que se plantea, puesto que la disponibilidad de recursos económicos y capacidades técnicas determinan que la cuantía de los daños, en vidas humanas y destrozos materiales, depende de cómo sea en términos de desarrollo el país de que se trate.

De ahí el Haití literalmente destrozado o el Japón prácticamente ileso al cabo de las constantes temblores que padece tras los criterios de prevención que orientaron ingeniería de obras públicas y arquitectura urbana después de la catástrofe sísmica de los años 20 del pasado siglo. Poco más cabe hacer en ese orden y después de lo hecho y practicado por los japoneses.

A partir de determinadas magnitudes en los desafíos de la Naturaleza, la impotencia del hombre es manifiesta. Ello no sólo obliga a la aceptación de una cierta fatalidad, sino que, al propio tiempo, orienta sobre qué cabe hacer ante fenómenos cuyo desencadenante resultan manifiestamente independientes de la actuación del hombre respecto del medio natural, más allá de la probada capacidad humana para deteriorarlo, en propio perjuicio.

Ahora bien, lo que sí queda enteramente en la mano del hombre es la posibilidad de no padecer más daño que el causado autónomamente por la Naturaleza, al no dilapidar recursos en fantasías contra las dinámicas solares ni al renunciar a posibilidades que la Naturaleza ofrece. Sin su miseria, Haití habría padecido menos el daño sísmico. 

Los comportamientos del medio son imponderables; pero no los del hombre.


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