lunes, 19 de marzo de 2018

Siempre Aprendiendo


Vivir es muchas cosas. Puede ser un gran viaje visitando bellas cumbres, secas llanuras e incluso sucios lodazales. También es una gran escuela que nos enseña mucho. Lo que no quiere decir que seamos capaces de aprenderlo todo. Nos informa bien, nos aporta conocimientos, y, como hay que vivirla, también nos permite adquirir habilidades prácticas y algunas buenas actitudes; pero a veces no las aprendemos.

Seguro que conocen algunas personas que tras un daño cerebral por ictus o traumatismo no pueden hablar, los médicos dicen que tienen “afasia”. Pues bien en la vida es más frecuente otra situación y no se considera ni siquiera una enfermedad. Está presente en muchas personas que son incapaces de dialogar; es así porque no son capaces de oír, o mejor oyen pero no escuchan. 

Son constructores de monólogos y circulan por la vida hablando ellos solos, porque lo de los demás no les interesa. No le prestan atención.

Comenté que otros prefieren tener razón a ser felices. Discuten todo y no ceden y se esfuerzan en tener razón, lo que les evita o dificulta ser felices, pero se afanan en ello, discuten sin límite y ello les impide alcanzar la felicidad.

Otros no tienen claro la jerarquía o importancia de los verbos. Priorizan el tener al ser. Se afanan en adquirir más, en acumular lo material, más que esforzarse en ser algo más, y sobre todo mejores, en crecer como personas. En enriquecerse en valores, y les será más fácil transitar por este mundo ligero de equipaje.

Les he referido a que con frecuencia no valoramos lo que tenemos, y especialmente sólo somos conscientes de ello, cuando lo perdemos o estamos a punto de perderlo. 

Por ejemplo la salud. Es un bien muy grande que poseemos y no la valoramos aunque somos nosotros, no los sanitarios, los que debemos cuidarla. Erramos si nos arriesgamos a perderla por falta de sentido común, si nos implicamos en actividades de alto riesgo, ingerimos tóxicos o hacemos malas dietas.

Otras personas deciden hacer de la queja su bandera. Lamentarse y sentirse mal les da protagonismo social y así caminan por la vida, sin entender que a medio plazo pueden ser rechazados porque nublan su entorno, agobian a sus congéneres. Los aburren e incluso les abruman. Podríamos decir que sólo hablan para contar ruinas. O que sólo están bien cuando están mal.

No hemos aprendido que el que más da es el que más recibe. Pregúnteselo si no a los voluntarios; en cualquiera de sus actuaciones uno de ellos les explicará cómo se siente al hacer el bien.  

También suele ser negativa nuestra visión del esfuerzo, y no lo vemos como una gran oportunidad. Sigmund Freud decía: “He sido muy afortunado; todo en la vida me ha costado mucho”. Sin duda, de no haberse esforzado su aportación, su legado al mundo hubiera sido menor.

También nos enseña Descartes que muchas veces sufrimos por cosas que nunca nos sucederán. En lenguaje llano: nos ponemos el parche antes de que salga la herida. Sufrimos con anticipación. Así sucede por ejemplo con los vómitos por recibir quimioterapia; sabemos que algunas quimioterapias los causaran, pero lo curioso es saber qué en muchas ocasiones algunas personas que iban a recibir quimio tienen los vómitos antes de iniciar su toma, antes de que se les administre; y eso es lo que llaman vómitos anticipativos y son debidos a que nuestro estado de nervios los provoca.

Importa saber lo costoso de fingir. Les aseguro que no compensa; cuanto más acerque lo que piensa, lo que dice y lo que hace, le será más fácil ser feliz.

También conviene recordar que el tiempo pasa para todos, los minutos, las horas, los días o los años, y al vivir lo vamos consumiendo todos; es un error plantearse ese consumo cuando uno es mayor o anciano. 

El momento que importa que valore es el ahora. Les he comentado a veces que el pasado fue, nos enseña, pero es irrecuperable, y el futuro es impreciso. Por eso él ahora es clave; hay que vivir todos los momentos con plenitud; como si fueran a ser el último.

También es importante soñar y lo hacemos poco. No digo que no seamos realistas, pero sí que elevemos nuestras miras. Hacerlo embellece el paisaje de la vida por el que debemos transitar. Dicen que los sueños suelen ser caros; yo pienso que es más caro no tener sueños.

Por otra parte le recuerdo que la mentira es un paso erróneo, como una salida en falso, con frecuencia le lleva a un corredor que retorna al mismo camino del que se parte y tendrá que volver a enfrentarse con la situación por la que mentimos. 

Por otra parte mantener esa irrealidad cuesta mucho esfuerzo. Yo no se lo aconsejo como vía de tránsito. La verdad abre ventanas, da luz y embellece el camino.


Frustración Y Motivación Adecuada


La frustración es la emoción que sentimos cuando una expectativa no se cumple, cuando lo que deseamos no es lo que obtenemos o simplemente cuando la cosas tardan en llegar o no llegan. 

Es la reacción que tiene un niño cuando le impedimos hacer algo que quiere o no le damos lo que pide. La frustración nos lleva a actuar de forma impulsiva, generalmente desproporcionada, con una alta tasa de malestar y sin valorar las consecuencias de nuestros actos. Normalmente va asociada a la rabia, pero también ir acompañada de miedo, tristeza o decepción. En cualquier caso emociones con connotaciones negativas.

El control de la frustración es lo que se conoce como tolerancia a la frustración. 

Y desarrollar una buena resistencia a la frustración es algo que lleva tiempo y marca la diferencia entre una afectividad infantil y una adulta. Hay muchos adultos que frente a las contrariedades de la vida tienen reacciones infantiles, auténticas rabietas. De hecho muchos de los problemas que surgen durante la adolescencia y posteriormente guardan relación con las dificultades para manejar la frustración.

Entrenar la tolerancia a la frustración favorece la seguridad, la autoconfianza y la fuerza de voluntad. Las personas con mayor tolerancia a la frustración resisten mucho mejor los reveses de la vida, son más adaptativas y tienen muchas más posibilidades de conseguir éxito en aquello que se proponen porque se rinden menos y aguantan mucho más.

Un buen socio de la tolerancia a la frustración es la motivación. Si la primera nos permite seguir adelante a pesar de la adversidad y mantener el rumbo fijo hacia nuestros objetivos y metas. La segunda nos carga las pilas y nos llena de energía, ilusión y ganas. La tolerancia a la frustración es la fuerza que nos permite resistir, aguantar y mantenernos en los momentos difíciles o cuando las cosas no son como esperamos. 

La motivación a su vez, nos ayuda a seguir adelante, nos da ánimos y nos estimula a continuar como si se un motor emocional se tratara.
Muchas personas creen que la motivación es algo que depende de la actividad que hacemos, pero en realidad es una elección emocional más o menos inconsciente. De hecho la misma actividad ni motiva a todo el mundo por igual, ni a la misma persona durante toda su vida. Lo que nos motivaba en la infancia, lo aborrecemos en la adolescencia, y en la juventud ya ha perdido todo el interés. En realidad la motivación es algo qué cómo la tolerancia a la frustración se puede entrenar y mejorar y poner a nuestro servicio para construir el tipo de vida que queremos.

Esos dos factores: la capacidad de aguante y el impulso para superar los retos son las claves de una personalidad fuerte que consigue resultados a medio y largo plazo. Son el soporte que permite aplazar la recompensa en espera de frutos más dulces. Son los ingredientes necesarios para terminar unos estudios universitarios, educar un hijo, pagar una hipoteca o tener resultados en un deporte competitivo. También son los que nos permiten salir de una enfermedad, remontar una ruptura sentimental, rehacer una vida profesional o superar la adversidad de una catástrofe.


La tolerancia a la frustración y la capacidad para motivarte son recursos propios de una autoestima elevada y una buena inteligencia emocional. Son la demostración conductual y con hechos concretos de que realmente te amas, cuidadas de ti y tú compromiso por crearte una vida mejor no es solo una idea sino que es sólido y tienes la firmeza de llegar a las últimas consecuencias.

domingo, 18 de marzo de 2018

Reflexionar Antes De Opinar


Si no piensas antes de hablar lo más probable es que pierdas buenas oportunidades para conocer, apreciar y poderte comunicar verdaderamente. ¡Qué fácil es echar leña al fuego, hablar por hablar y decir cosas sin pensar!

Las palabras son herramientas importantes que pueden construir y fortalecer relaciones o bien, pueden destruir hasta los lazos más íntimos. Comentarios que en un momento parecen ser insignificantes e inofensivos pueden tener un gran impacto. Hay ocasiones que uno habla sin darse cuenta que se está provocando un desacuerdo, otras veces, uno proyecta sus propios sentimientos que no tiene nada que ver con lo que sucede y sin querer, se termina estropeando relaciones personales.

“La energía, las palabras y las emociones son contagiosas para bien y para mal, ten mucho cuidado”

Un comentario insignificante, una sugerencia sin conocimiento previo de la situación o circunstancia o hasta una recomendación sin fundamentos puede ser el detonador que lastime para siempre las relaciones de cualquier persona, sobre todo si esta no considera primero el valor de sus palabras y la influencia que pueden tener.

Existen ocasiones que las personas tienen una agenda particular, por la que dicen las palabras que dicen, y a pesar de que pareciera que están verdaderamente preocupados por el individuo o la situación, en realidad solo están buscando las mensajes que comprueben sus prejuicios o presentimientos.

En realidad hay muchas “amigas” que no son tan lindas, ni tan sinceras y sus comentarios están plasmados de envida y de falsedad, por lo que sus observaciones podrían ser un tanto venenosas, interesadas y hasta equivocadas.

En otros casos, son los intereses personales o económicos podrían confundir a la persona y tristemente llevaran a ocasionar rupturas familiares e íntimas.

Los comentarios al aire y sin pensar o premeditados y con deseo de lastimar o sacar provecho… son muy dañinos hay que estar consciente de esto y no hablar por hablar. 

La responsabilidad y la conciencia del valor de la palabra son muy importantes. NO lo olvides.
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Hacer El Bien



Evidencias científicas muestran la aversión natural del ser humano a dañar –expresada con el principio universal de no hagas a otros lo que no querrías que te hicieran a ti– aflora desde dos sistemas cerebrales íntimamente conectados: uno emocional y otro cognitivo. La faceta racional, más lenta, ayuda cuando no basta el atajo natural inmediato de los sentimientos, sino que hay que deliberar y calcular.

Reveladoras también las investigaciones del equipo de Antonio Damasio publicadas en Nature. Estudian cómo solucionan dilemas éticos personas con un daño cerebral en la región que conecta lo emotivo y lo analítico. 

Estos pacientes siguen un patrón utilitarista fuera de lo común y deciden con rapidez matar –empujar a la vía– a una persona para salvar a cinco. Sin embargo, en un contexto más impersonal, como accionar las agujas, su conducta es normal. Por esa lesión del cerebro, estas personas carecen de la guía innata que supone la alarma de la emoción en el juicio moral, aunque el sistema deliberativo se mantiene. 

Los sentimientos desagradables, la repugnancia a hacer daño que constituye una señal de precaución, les dejan imperturbables.

Si hay contradicción entre ambos componentes de la racionalidad humana, ¿cómo se impone el sistema analítico? El caso del tren resulta de nuevo ilustrativo. Cuando los dilemas de empujar a alguien o cambiar las agujas se presentan a voluntarios utilitaristas –entrenados en el cálculo riesgo/beneficio como norma de conducta– resuelven tanto empujar como cambiar las agujas en el mismo tiempo. 

En tales casos usan los dos segundos más necesarios en esta actividad mental para ajustar racionalmente el coste/ beneficio, y así evitan seguir el atajo emocional, intuitivo y natural hacia lo correcto.

Los animales nunca se equivocan acerca de lo que les conviene o no: su instinto sólo les permite acertar. Sin embargo, a las personas, liberadas del encierro en el automatismo biológico, se les plantean dilemas y están abiertas a equivocarse al decidir.

Los códigos de conducta aportan una escala jerárquica de los valores que se consideran relevantes para calificar algo como bueno o malo. 

No están biológicamente determinados, y por ello difieren en aspectos normativos de unas culturas a otras. Como regulaciones sociales, humanizan cuando lo legal y lo ético convergen para premiar lo bueno (ayudar, curar) y penalizar lo malo (matar, no prestar asistencia en un accidente). Por eso mismo, existe una esquizofrenia social cuando leyes y ética divergen.

Aun con las cautelas propias de investigaciones sobre algo tan complejo como la mente humana, las neurociencias apuntan hoy al modo en que está registrado en el cerebro el principio natural, y por ello universal, de no hacer a los demás lo que no quiero para mí. El atajo emocional innato ante dilemas con vidas humanas en juego supone una predisposición natural al buen hacer.
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Sacudiendo “La Modorra”

Poema “El Gigante”
Y qué hago yo aquí donde no hay nada
grande que hacer? ¿Nací tan sólo para
esperar, esperar los días,
los meses y los años?
¿Para esperar quién sabe
qué cosa que no llega, que no puede
llegar jamás, que ni siquiera existe?
¿Qué es lo que aguardo? ¡Dios! ¿Qué es lo que aguardo?
Hay una fuerza
concentrada, colérica, expectante
en el fondo sereno
de mi organismo; hay algo,
hay algo que reclama
una función oscura y formidable.
Es un anhelo
impreciso de árbol; un impulso
de ascender y ascender hasta que pueda
¡rendir montañas y amasar estrellas!
¡Crecer, crecer hasta lo inmensurable!
No por el suave
placer de la ascensión, no por la fútil
vanidad de ser grande…
sino para medirme, cara a cara
con el Señor de los Dominios Negros,
con alguien que desprecia
mi pequeñez rastrera de gusano,
áptero, inepto, débil, no creado
para luchar con él, y que no obstante,
a mí y a todos los nacidos hombres,
goza en hostilizar con sus preguntas
y su befa, y escupe y nos envuelve
con su apretada red de interrogantes.
¡Oh Misterio! ¡Misterio! Te presiento
como adversario digno del gigante
que duerme sueño torpe bajo el cráneo;
bajo este cráneo inmóvil que protege
y obstaculiza en dos paredes cóncavas
los gestos inseguros y las furias
sonámbulas e ingenuas del gigante.
¡Despiértese el durmiente agazapado,
que parece acechar tus cautelosos
pasos en las tinieblas! ¡Adelante!
Y nadie me responde, ni es posible
sacudir la modorra de los siglos
acrecida en narcóticos modernos
de duda y de ignorancia; ¡oh, el esfuerzo
inútil! ¡Y el marasmo crece y crece
tras la fatiga del sacudimiento!
¡Y pasas tú, quizás si lo que espero,
lo único, lo grande, que mereces
la ofrenda arrebatada del cerebro
y el holocausto pobre de la vida
para romper un nudo, sólo un viejo
nudo interrogativo sin respuesta!
¡Y pasas tú el eterno, el inmutable,
el único y total, el infinito!,
¡Misterio! Y me sujeto
con ambas manos trémulas, convulsas,
el cráneo que se parte, y me pregunto:
¿qué hago yo aquí, donde no hay nada, nada
grande que hacer? Y en las tiniebla nadie
oye mi grito desolado. ¡Y sigo
sacudiendo al gigante! Antonio Guerrero

*Poeta cubano. Nació en el poblado de Alquízar, en la actual provincia de Artemisa, el 20 de diciembre de 1899.  Falleció en La Habana el 16 de enero de 1934. Se dio por entero a la lucha revolucionaria contra el gobierno de Gerardo Machado. Dirigió huelgas, entre ellas la de agosto de 1933, que concluyó con la caída del tirano.


Desinterés

Se entiende por desidia una de las actitudes más negativas que puede tener el ser humano y que tienen que ver con la despreocupación o el desinterés ante la situación de dolor, sufrimiento o malestar del otro. 

La desidia no es más ni menos que la falta de compromiso y asistencia para con alguien que está sufriendo, por ejemplo alguien que vive en la calle. La desidia no debe ser confundida con la indiferencia aunque ambas tienen una misma rama que es dejar de asistir a aquella persona que lo necesita.

En el caso de la desidia, sin embargo, encontramos una actitud más decidida y voluntaria de la persona, es decir, una decisión más claramente ligada con el no querer ayudar por una razón, no por miedo o por ignorancia como podría pasar con la indiferencia. La desidia es una actitud muy negativa ya que evita que una persona actúe de manera solidaria, preocupada o interesada con aquel que así lo necesita.


El término desidia puede ser aplicado a un sinfín de situaciones y variables. Sin embargo, en la mayoría de los casos es un término que se utiliza para hacer referencia a cuestiones que tienen que ver con el desempeño social, es decir, del comportamiento humano en torno de los demás y no tanto en torno de uno mismo. 

Si bien uno puede ejercer la desidia para con uno mismo cuando se deja de preocupar por su propia salud, por su propio aspecto o por su propio bienestar, la palabra remite más que nada a una actitud social que tiene que ver con cierta malicia a la hora de no resolver situaciones que puedan ser conflictivas o dolorosas para otros.

Hoy en día, la sociedad moderna presenta muchas complejidades que tienen que ver con problemas tales como la desigualdad social y la miseria. En estos casos es muy visible la desidia cuando hablamos de gobiernos que no desean resolver esos problemas por intereses políticos, como así también podemos hablar de desidia cuando algunas personas actúan de manera miserable o de manera agresiva y despectiva con aquellas personas que sufren por estar en una situación de indigencia.



Singularidades Humanas




"Los seres humanos somos especiales. Todos resolvemos problemas sin esfuerzo y de manera rutinaria. [...] Somos algo muy grande, y eso nos asusta un poco", asegura Michael S. Gazzaniga, director del Centro SAGE para el estudio de la mente de la Universidad de California. Hace cuatro años que publicó El cerebro ético, un libro en el que abordaba los dilemas éticos relacionados con el sistema nervioso y que tuvo una amplia acogida. 


Ahora vuelve a escena con ¿Qué nos hace humanos?, una obra en la que ofrece una amena y entusiasta "explicación científica de nuestra singularidad como especie" .


¿Grandes cerebros implican grandes ideas? ¿Sería divertido salir con un chimpancé? ¿En qué pensaríamos si fuésemos la única persona sobre la Tierra? Son algunas de las originales preguntas que plantea Gazzaniga en voz alta y a las que responde haciendo referencia a algunas de las investigaciones neurocientíficas más recientes y sorprendentes. 


A lo largo de casi quinientas páginas, el autor nos guía en un recorrido a través del cerebro mientras nos explica desde un punto de vista científico cosas tan humanas como el miedo, las relaciones sociales, el chismorreo, el flirteo, las mentiras (a uno mismo o los demás), la moral, el contagio emocional, el bostezo, la imaginación, los tabúes, el arte, la música, la compasión... 


Y termina hablando de tecnología, inteligencia artificial y fyborgs. 


"Es dudoso que tengamos la capacidad cerebral necesaria para asimilar toda la información que se está reuniendo", reflexiona Gazzaniga al final del libro. "Pero nuestra capacidad de desear o imaginar que podemos ser mejores es notable. Ninguna otra especie aspira a ser más de lo que es".

sábado, 17 de marzo de 2018

Severidad En La Autocrítica


Son perfeccionistas. Pero no por tener un honesto compromiso con lo bien hecho, sino como estrategia para protegerse de la autocrítica ante el más mínimo error cometido.

Además, son excesivamente susceptibles a la crítica o a la desaprobación de los demás, en la que ven reflejado su propio y doloroso conflicto interno.

Esa parte autocrítica de la personalidad está respaldada por emociones que parecen justificarla, que la muestran “razonable”: frente al error propio o ajeno, automáticamente surgen el enojo o el disgusto y entonces la opinión desfavorable (es decir, la crítica), parece lógica y natural.

Si una persona con estas características toma consciencia de su situación, si se da cuenta de que su autocrítica sólo le provoca dolor sin ayudarle realmente en ningún aspecto de la vida, tal vez se diga: “Bueno, tendría que dejar de ser tan autocrítico” o “Debería comenzar a tratarme con más consideración”, lo que no es más que nuevamente el mismo mecanismo muy, pero muy sutilmente disfrazado: observar el propio “error” y reclamarse a sí mismo por cometerlo.

Pero entonces, ¿qué hacer con este rasgo de la personalidad con el que honestamente no estamos conformes, que sinceramente queremos abandonar, si al señalárnoslo como inapropiado estamos actuando desde la autocrítica que nada resuelve? Más precisamente, ¿qué hacer con el crítico que llevamos dentro si al cuestionarlo o criticarlo en realidad le estamos dando el control y lo fortalecemos?

La respuesta a esta pregunta me pareció desconcertante e inesperada. No parece ser la solución lógica de este problema. Pero por ser la respuesta correcta, ciertamente también está respaldada por la lógica.

Veamos: esta parte crítica (o autocrítica) de la personalidad, la que, disfrazada de saludable perfeccionismo, sólo provoca dolor al calificar de insuficientes todos nuestros esfuerzos y resultados ya que, “lógicamente”, siempre podrían haber sido superiores o mayores o mejores, esa parte crítica está herida. Se trata de una parte lastimada, triste y enojada, precisamente porque se formó de la crítica recibida por el niño que fuimos.

Y es legítimo e inevitable que un niño así lastimado por adultos, se sienta dolido, triste y enojado. Y es comprensible que se exprese con el lenguaje y con los códigos aprendidos de la crítica sin amor. Y un niño así lastimado, que no recibió el sano estímulo del amor y la aceptación incondicionales, no merece de nuestra parte nuevas críticas y maltratos para “corregirlo”, sino que le corresponde (y lo reclama, a su manera) que simplemente lo aceptemos y que lo amemos. 

El amor es lo único que puede devolverle (¡que puede devolvernos!) la paz, el equilibrio y la alegría.


Y esta conclusión no sólo vale en nuestro interior. Cuando finalmente entendemos esta situación que tiene lugar dentro nuestro, cuando comprendemos que la única respuesta eficaz contra la propia crítica o la autoagresión es el amor hacia nosotros mismos (especialmente hacia nuestra parte crítica), inmediatamente apreciamos el alcance universal de esta conclusión.

Comenzamos a comprender cuál es la verdadera condición del “agresor”: alguien que en realidad se castiga a sí mismo, alguien que necesita con urgencia darse y recibir su propio amor, alguien que es incapaz de dar amor a los demás y de recibirlo porque recrea o proyecta en ellos su propio drama interno, y, finalmente, alguien como nosotros, que sólo necesita amor…

La Conciencia Humana


La definición de la conciencia ha sido uno de los temas centrales de discusión dentro de la Filosofía y de la Psicología Cognoscitiva pero no ha sido tratado hasta hace muy poco tiempo por la Neurobiología. 

Algunos filósofos como Chalmers han expresado una doble preocupación dentro del estudio de la filosofía. Por un lado están los enigmas cuya explicación será sin duda encontrada tarde o temprano por las ciencias positivas como todas las relacionadas con el funcionamiento del cerebro, del sistema nervioso, de las neuronas, de sus infinitas relaciones, etc.

Por otro lado se encuentran aquellos problemas que Chalmers denomina como “difíciles”, es decir descubrir cómo todos los procesos físicos que se producen en el cerebro dan lugar a experiencias individuales y subjetivas.

En efecto, descubrir cómo está relacionado el movimiento de cada una de las partes de nuestro cuerpo con las ordenes emanadas por el cerebro puede parecer un problema complejo pero en absoluto imposible de solucionar. Sin embargo encontrar una explicación por la cual una obra musical puede despertar en nosotros sentimientos tan dispares como la alegría o la tristeza, la melancolía o la agresividad y además de manera totalmente individualizada, no parece que por el momento estemos en el camino de entenderlo.

Uno de los problemas básicos para cualquier aproximación a este problema estriba en delimitar claramente de qué estamos hablando, de la relación entre lo físico (el cerebro) y lo intangible (la conciencia).

Para Searle la conciencia no es un tema propio para la investigación científica mientras no esté bien definida. Los intentos por definir la conciencia debidamente han sido en cualquier caso inapropiados hasta el momento. 
“El concepto de conciencia es en el mejor de los casos confuso y en el peor, místico.”

Este autor prefiere no aventurarse demasiado y se conforma con relacionar la conciencia con los estados en los que el individuo “está despierto”.

Partiendo de esta base Searle estima que la existencia de la conciencia en todos los seres humanos está íntimamente ligada a una cuestión evolutiva, biológica , producida por procesos neuronales comunes y que sin embargo tienen manifestaciones individuales e internas como tener conciencia de las sensaciones externas o simplemente saberse despierto.

Para Crick es peligroso entrar a definir que es la conciencia, ya que todo el mundo tiene su propia idea subjetiva, sin embargo Edelman se muestra mucho más concreto y define la conciencia como “lo que usted tiene cuando está despierto y pierde cuando está en sueño profundo o bajo anestesia y que recupera cuando se despierta de nuevo”.

Blakemore también se muestra muy explícito cuando afirma que la función de la conciencia no se trata de algo difuso para un ejercicio puramente reflexivo o intelectual sino que es fruto de la evolución del sistema nervioso del ser humano para “alcanzar sus metas biológicas, comer, beber y reproducirse”.

Esta última afirmación no estaría en absoluto en consonancia con la afirmación de algunos autores que piensan que puede encontrarse algún tipo de conciencia similar a la humana en algunos otros mamíferos superiores.

De esto último puede extraerse la conclusión de que la conciencia no necesariamente debe ir unida al lenguaje y que puede haber más de una forma de conciencia.

El acto de la conciencia requiere que estemos atentos a ella. Somos conscientes únicamente de aquello a lo que prestamos atención durante un tiempo concreto.

Existe por tanto una relación entre la conciencia y el tiempo. Necesitamos tiempo, aunque este sea mínimo, para procesar la información que nos llega y tener conciencia de la misma.

La conciencia dinámica que poseemos depende de una serie de actos singulares y diferenciados a lo largo del tiempo. Estos actos únicos e individuales se suceden unos detrás de otros y nos hacen ser conscientes de ellos.

Para retener estas informaciones el individuo requiere de “la memoria a corto plazo” o memoria icónica que nos recuerde continuamente aquello de lo que hemos sido conscientes.

Existen muchas y variadas patologías, ilustradas por la medicina, que nos ilustran sobre la complejidad del proceso que nos lleva a ser conscientes de aquello que vemos, oímos o tocamos.

Los pacientes del llamado “síndrome de la visión ciega” son conscientes de que ven pero no son conscientes de lo que ven, no saben reconocer los objetos que se les presentan.

Otra conocida patología es la llamada “agnosia para las caras”. Estos pacientes, afectados por una lesión de las amígdalas, al ver una cara saben que es una cara, pero no saben distinguirla de otra. No saben si se trata del rostro de una persona amiga, de un familiar o de un desconocido, si está alegre o triste… Sólo saben que es una cara.

Estas y otras dolencias nos ponen de manifiesto la complejidad de este fenómeno y lo que todavía nos falta por investigar.


Imaginación Y Fantasía


La Fantasía es una cárcel de placer... 
La Imaginación es un valle de Libertad…
La imaginación da poder, la fantasía lo quita.

La imaginación es ese espacio virtual, abstracto de la mente donde podemos ir a buscar soluciones a problemas, encontrar nuevos caminos de renovación… 

Nuevas estrategias de superación. El mundo de la imaginación nos maravilla, nos fortalece. Tiene el mensaje de “Todo es posible”. Con la imaginación crecemos, inventamos, nos renovamos, hacemos preguntas, surge la curiosidad, exploramos, vamos más allá o vemos más allá… Hacemos milagros.

¿Qué ocurre con la fantasía?
A simple vista parece que es lo mismo, pero en el mundo del crecimiento personal, en el camino de la libertad vas descubriendo matices muy sutiles  que marcan grandes diferencias entre la Fantasía y la Imaginación.

Me gusta la Ley de la atracción que expresa en su filosofía que atraemos aquello a lo que se le presta atención. A raíz de esta Ley universal surgen expertos y Gurús que te prometen un mundo maravilloso, me fijo mucho que fomentan más la Fantasía que la Imaginación… y concluyo que agarrarse a estos cursos milagrosos puede traer decepción. 

Y a medida que pienso en el tema me llegan textos y escritos que confirman lo que pienso:
Libro de Jung “Psicología y Alquimia”. Jung habla de un antiguo texto que explica cómo conseguir la piedra filosofal, donde dice que para conseguirla se debe guiar por la imaginación verdadera y no por la fantástica. Jung analiza y concluye que la Imaginación es un logro del pensamiento sumado a la reflexión que capta una realidad y la representa en imágenes… Y aunque solo exista en la mente, tiene el poder y la fuerza de convertirse en realidad.

Sin embargo, la Fantasía tiene como objetivo jugar con una imagen con el fin de producir placer o escaparnos de una realidad. En la Fantasía solo existe una imagen que se repite como un bucle…

En la Imaginación hay un inmenso paisaje lleno de imágenes muy poderosas.

La Fantasía puede generar sentimientos de culpa, por perder el tiempo, por sentir que es irreal, por no conseguir nada concreto.

Con la imaginación obtenemos éxito y realización personal, porque esa película que vamos creando surge de lo más hondo del alma… surge con un empuje, de una fuerza imparable rumbo a la creación de lo imaginado.

La Fantasía no va a ningún sitio, solo al disfrute momentáneo con una parte de la imagen.

Con la imaginación tendrás todo lo que imaginas… Con la fantasía solo jugarás en tu mente por un rato.

La imaginación es un parque de atracciones… La Fantasía, un chupete mojado con azúcar.

Cuando veas un curso de la ley de la atracción o similar donde te prometen que por pensar en dinero, ver dinero, repetir que eres rico… Empapelar tu habitación de imágenes de dinero… Y más consejos, de alguna manera te están enseñando a fantasear, te están dando un chupete endulzado.

La Imaginación es más potente, es más vitalista porque te impulsa a la realización de las imágenes que bullen en la mente.


La imaginación conecta con nuestra parte creadora y misteriosamente con el poder de los milagros. 

Seguridad Y Confianza


La confianza en uno mismo no es más que una creencia, una cuestión de expectativas. Si tengo expectativas de que seré capaz de tener éxito en los obstáculos que se me presenten, confiaré en mí mismo.

Por el contrario, si  creo que los problemas me van a superar, tendré baja confianza en mis posibilidades.

La confianza no será igual en todas las áreas de mi vida. Donde tenga una autoestima saludable y positiva será más fácil que confié en mí mismo. Quizá tengo mucha confianza jugando a baloncesto, pero muy poca como pianista.

O tengo mucha confianza como amante pero no como pareja. Todo dependerá de la interpretación que haya hecho de mis experiencias pasadas
.
Para confiar más en mi mismo, por lo tanto tendré que reinterpretar de una manera más justa mis experiencias y de generar conductas que me reafirmen en una imagen más positiva de mí mismo. No bastará con generar pensamientos nuevos, también es necesario construir conductas coherentes con esa nueva imagen.

La confianza en uno mismo es un concepto que tiene varios significados, como por ejemplo, autoaceptación, autosatisfacción, autoconciencia.

Es fundamental saber cuáles son los propios límites y fallos, y también las fortalezas que tenemos, para apreciarlas (Forges), en definitiva, tenemos que aceptar cada elemento que nos pertenece y mirar hacia nuestro interior como si tuviésemos que encontrar un potencial.

Generalmente la persona presenta ante a sí misma y los demás, una versión mejorada de si mismo y esa evaluación que cada uno hace sobre sí mismo muchas veces es más generosa que una evaluación hecha por otros (Seligman).

Es un mecanismo para la supervivencia, la confianza en uno mismo representa la motivación necesaria para cumplir los objetivos, eso se obtiene gracias al fenómeno de la profecía autocumplida. Otras veces la imagen de uno mismo será demasiado injusta debido a una alta exigencia hacia uno mismo. 

La autoconfianza forma parte del ser humano, el resultado de la mezcla entre autoestima y autoeficacia; la autoeficacia es la impresión que tiene una persona de que es capaz de cumplir sus metas, la autoestima está más relacionada a la percepción que tiene una persona sobre sí misma y sus capacidades. 


Las Diferencias

¿De qué nos sirve en realidad ser todos iguales? Uno de nuestros objetivos como personas es, sin duda, el de dejar huellas. Debemos marcar a los que nos rodean y ser ejemplos de los que aprender, también para la propia sociedad.

Debemos ser capaces de aportar nuevas ideas con las que enriquecernos para seguir avanzando.

Quien es capaz de ir más allá de lo esperable, de esos moldes que nos impone la sociedad, adquiere unas estrategias personales que lo ayudan a sobresalir del resto, a ser más valientes y a dar ejemplo.

En ocasiones, no es fácil ser diferente. Eso es algo que todos tenemos claro. Y por ser diferente no nos referimos solo a la clásica imagen de tener unos kilos de más.

Quien piensa de forma alternativa también es diferente.

Quien hace las cosas de una forma poco habitual también es etiquetado como diferente.

Vestir de forma alternativa, mantener otras costumbres, ser siempre sincero, o incluso querer para nuestros hijos otras cosas distintas a las esperables, hace en ocasiones que nos señalen con el dedo. Que nos hagan sentir diferentes.

Ser diferente y saberse diferente es la mayoría de las veces una oportunidad. Nos permite aprender mucho más de nosotros mismos, y eso es algo de lo que no todo el mundo es capaz. Vale la pena ponerlo en práctica y aceptarnos cada día de nuestra vida, intentando ser felices en cada cosa que hagamos.


Quien no se acepta a sí mismo y ansía convertirse en aquello que le impone la sociedad, es el auténtico desterrado. El auténtico diferente.

viernes, 16 de marzo de 2018

Los Genes Sociables


Los genes también tienen algo que decir en las redes sociales digitales. Un reciente estudio ha demostrado que la capacidad para hacer amigos es, en parte, hereditaria.

¿Usted es una persona sumamente sociable o prefiere mantenerse al margen en su grupo de amigos? De cualquier forma, sus genes y evolución jugarían un papel clave, informaron investigadores estadounidenses. Aunque no resultaría sorprendente que los genes ayuden a explicar por qué algunas personas tienen muchos y otros pocos amigos, los investigadores señalaron que sus hallazgos van un poco más allá.

"Algunas de las cosas que descubrimos son realmente extrañas", dijo Nicholas Christakis, de la Harvard University en Massachusetts, quien ayudó a realizar el estudio. "Hallamos que el modo en que alguien se conecta con sus amigos depende de sus genes", indicó.

"Algunas personas tienen cuatro amigos que se conocen entre ellos y otras tienen cuatro amigos que no se conocen entre sí. (Por ejemplo) Que Dick y Harry se conozcan entre ellos depende de los genes de Tom", agregó el investigador.

Christakis y su colega James Fowler, de la University of California en San Diego, son reconocidos por sus estudios en los que demuestran que la obesidad, el tabaquismo y la felicidad se expanden en redes. Para esta investigación, ambos expertos y Christopher Dawes emplearon información nacional que comparaba a más de 1.000 mellizos y gemelos.

Debido a que los mellizos comparten el ambiente, los estudios en los que participan son buenos para mostrar el impacto que tiene la genética en varios temas, dado que los gemelos comparten todos sus genes, mientras que los mellizos sólo la mitad. "Hallamos que parece ser una tendencia genética presentar a los amigos unos con otros", dijo Christakis.

Podría haber buenas razones evolutivas para esto. Las personas en medio de una red social tendrían conocimiento de chismes útiles, como la ubicación de la buena comida y las mejores opciones de inversión. Pero también correrían el riesgo de contraer gérmenes de todos lados, y allí la ventaja residiría en una conducta social más cautelosa, escribió el equipo en Proceedings of the National Academy of Sciences.


"Se trataría de que la selección natural actúa no sólo en cosas como si podemos o no resistir un resfrío común, sino además en con quién entraremos en contacto", indicó Fowler.

La Inteligencia


Tradicionalmente se ha visto la inteligencia como una sola identidad inherente a cada uno de nosotros y en diferentes grados. En el año de 1983, Howard Gardner psicólogo estadounidense reconocido por sus teorías acerca de la inteligencia amplió el concepto de la inteligencia al decir que ésta es la capacidad desarrollable y no solo algo innato de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una cultura (o varias);
así estaba quitando la etiqueta de inteligentes sólo a los “intelectuales” y estaba dando cabida a una serie de latentes que antes no habían sido reconocidos..

La teoría de Gardner no estaría completa si no hubiera formulado, en 1983, el término “Inteligencias múltiples”, en el cual se agrupan 9 tipos de ellas.

Para definir cada ámbito de la inteligencia, Gardner estudio el desarrollo de habilidades en los niños y la forma en que se descomponen las diferentes capacidades en casos de daño cerebral. Observo como se manifiesta cada una de tas inteligencias dentro de la cultura del individuo. Por ejemplo se demuestra una inteligencia lingüística escribiendo poesía en una cultura y contando historia de otras.

Inteligencia lingüística:
Es considerada, una de las más importantes. En general se utilizan ambos hemisferios y es la que caracteriza a los escritores y todos los escritores que se dedican a los medios impresos.
Aunque discuten sobre el origen y el desarrollo del lenguaje humano, los expertos admiten que se remonta a hace 100.000 años, al homo sapiens arcaico; el lenguaje fue una parte intrínseca de las vidas de estos homínidos corno animales sociales. Las sociedades han sido configuradas mantenidas por el lenguaje. El mismo tuvo en todas las sociedades antiguas un poder considerado como más fuerte que la espada.

Inteligencia musical:
Conocida comúnmente como “buen oído”, es el talento que tienen los músicos, los cantantes y los bailarines.
La fuerza de esta inteligencia innata varía de una persona a otra. Pero por fuerte que sea su inteligencia musical, necesita ser estimulada y configurada para desarrollar todo su potencial, ya sea para tocar un instrumento o para escuchar una melodía con sensibilidad. Este tipo de inteligencia surge a menudo muy pronto y de modo natural en los individuos dotados para ello.

Inteligencia lógica matemática:
Considerada hace poco en occidente como una de las “únicas inteligencias”. Quienes pertenecen a este grupo hacen uso del hemisferio lógico del cerebro y pueden dedicarse a las ciencias exactas. De los tipos de inteligencia este es el más cercano al concepto tradicional de inteligencia.
En algunas llamadas sociedades primitivas, la lógica, las matemáticas y la ciencia no parecen ser a primera vista fundamentales para la cultura. Este ámbito de la inteligencia se emplea de formas diferentes: regatear y comerciar, formular calendarios para medir el tiempo y estimar con exactitud cantidades y distancias depende de la inteligencia lógico-matemática, ejemplo esta que los mejores pensadores lógicos – matemática fueron Galileo Galilei e Isaac Newton.

Inteligencia espacial:
La tienen los que pueden hacer un modelo mental en tres dimensiones del mundo (o un fragmento de él, según la situación). Esta inteligencia la comparten oficios tan diversos como la ingeniería, la cirugía, la escultura, la marina, la arquitectura, el diseño y la decoración. Científicos como James Watson y Francis Crick utilizaron bocetos y modelos (a veces mentalmente, otras veces en forma tridimensional) para visualizar y decodificar la espiral de la molécula de ADN.

Inteligencia corporal – kinestésica:
Los kinestésicos tienen la capacidad de utilizar su cuerpo para resolver problemas o realizar actividades. En este campo están los deportistas, los cirujanos y los bailarines. Una aptitud natura de este tipo de inteligencia se manifiesta a menudo desde niño; un ingeniero de éxito recuerda que se convirtió en ingeniero a la edad de cuatro años. Cuando empezó a desmotar objetos del hogar cuando sus padres no le miraban.

Inteligencia emocional:
Es la capacidad humana para resolver problemas relacionados con las emociones. Y aunque parezca que este tipo de inteligencia es poco importante, se ha demostrado que es igualmente válida para tomar decisiones ya que en estos momentos, los sentimientos y cómo nos sentimos tienen mucho que ver a la hora de elegir.
La inteligencia emocional es un complemento indispensable en la relación con sí mismo y con los demás. No sirve de nada ser el alumno con mejores calificaciones si el niño no tiene amigos y se siente acomplejado.
Saber manejar nuestras emociones también tiene que ver con la seguridad que debe estar presente en situaciones como un examen o una entrevista en las que los nervios pueden “borrar de nuestra mente” todo lo que sabemos.

Inteligencia intrapersonal:
Esta nos permite formar una imagen veraz y precisa de nosotros mismos; nos permite poder entender nuestras necesidades y características, así como nuestras cualidades y defectos sin maximizarlos o minimizarlos. Y aunque se dice que nuestros sentimientos sí deben ayudar a guiar nuestras decisiones, debe existir un límite en la expresión de estos. Este tipo de inteligencia es funcional para cualquier área de nuestra vida.

Este tipo de inteligencia es un complemento fundamental de cualquiera de las demás, pues tampoco sirve de nada si sacamos las mejores notas pero elegimos mal a nuestros amigos y, posteriormente, a nuestra pareja.

La mayoría de las actividades que se realizan en la vida dependen de la inteligencia interpersonal, ya que están formadas por grupos humanos en los que debemos relacionamos
.
Los grandes líderes tienen una fuerte inteligencia interpersonal para bien o para mal. Martín Luther King líder estadounidense de los derechos civiles, fue un orador estimulante que uso sus habilidades para inspirar el cambio social radical.
También se necesitan fuertes habilidades interpersonales en formas de terapia y en la enseñanza de los incapacitados. Los consejeros deben establecer empatía con sus pacientes para comprender sus motivaciones y comportamiento, una tarea difícil cuando este no puede articular sus propios sentimientos.

Inteligencia naturalista:
La utilizamos al observar y estudiar la naturaleza. Los biológicos y herbolarios son quienes más la han desarrollado.

Todos tenemos tos 9 tipos de inteligencia, pero desarrollamos unas o otras dependiendo de factores como la educación, la familia y el entorno. No importa cuál sea la actividad que vayamos a desarrollar, pues necesitamos algunas combinaciones según sea el caso.

Hoy, debido a la complejidad del mundo, los niños parecen estar mucho más listos para resolver problemas de toda índole. Por eso, aunque es importante que conozcas los talentos y aptitudes de tu hijo, también lo es que trates de incentivar su capacidad para desenvolverse correctamente en cualquier ámbito, así cuando ingrese a la escuela y a la universidad, no sólo será capaz de obtener buenas notas sino también de ser feliz.


Autodidactas


El autodidacta “educa y es educado”. Mientras que existen personas que se forman asistiendo a clases presenciales (universidad, institutos, academias…), otras lo hacen a través de su propio aprendizaje, explorando y profundizando sobre un área  de conocimiento que le inquieta e interesa.

En estos casos, la iniciativa y la constancia se convierten en dos cualidades esenciales, pues sólo así el autoaprendizaje se llevará a cabo de forma efectiva.

Un buen autodidacta nunca se conforma con lo que sabe, siempre tiene esa necesidad  constante de aprender por sí mismo indagando, consultando manuales, asistiendo a seminarios, y especialmente, utilizando los recursos que las nuevas tecnologías ponen a su disposición, sin la ayuda de terceras personas.

En el autodidactismo es importante marcar unas metas reales, tanto de carácter general, como parcial. Las metas que nos marquemos durante el camino de nuestra formación nos animarán a continuar y no desistir, alcanzando así nuestros objetivos generales o finales. 

Pero, ¿es efectivo el autodidactismo como método de aprendizaje?
El autodidactismo es un camino hacía la autonomía del aprendizaje y aporta muchas aptitudes a las personas que lo llevan a cabo,  como la capacidad de esfuerzo y superación, pues nace de la iniciativa propia y libre de aprender por sí mismos.

Esta reflexión nos lleva a otra: ¿Están todas las personas preparadas para ser autodidactas?

No. La autodisciplina necesaria, el exceso de información existente -no siempre útil o veraz- y la falta de tiempo para discernir qué es importante y que no lo es, hace que muy pocas personas estén preparadas para formarse de manera autodidacta.

Por tanto, no todo son ventajas con este método. Como en cualquier proceso de autoaprendizaje, siempre se necesita a una persona que nos guíe, nos asesore y nos ayude a enfrentarnos a determinados obstáculos. 

Es en ese momento cuándo la formación e-learning puede jugar un papel importante, puesto que siempre es importante tener la ayuda de un profesor o tutor que te “acompañe” en el camino del aprendizaje y te permita compartir ideas, opiniones…. .

Además, existen ciertas áreas en las que el autodidactismo, por sí solo, como método de aprendizaje, no sería efectivo. No es lo mismo estudiar  un idioma que el cálculo estructural de un edificio  o cómo utilizar software informáticos complejos. 

Ahondar en áreas complejas, resulta más complicado sin la figura de un docente que nos guíe.

Sin embargo, la formación e-learning resulta atractiva y positiva porque maximiza las temáticas en las que el autodidactismo “dirigido” es viable, al ofrecer el apoyo de docentes que ayudan al alumno en los momentos críticos que, sin esta ayuda, detendrían su proceso formativo.


Filosofía: Ser Social


"El hombre es un ser social por naturaleza" es una frase del filósofo Aristóteles (384 a. C.-322 a. C.) para constatar que nacemos con la característica social y la vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida, ya que necesitamos de los otros para sobrevivir.

Para Aristóteles se "es" en tanto se "co-es", lo que significa que, a pesar de que cada hombre posee una dimensión individual que desarrolla nuestra personalidad o nuestro "ser", esta dimensión está inserta en la dimensión social del hombre para la convivencia en comunidad desde que nacemos, para el desarrollo de nuestra coexistencia.

La dimensión individual del hombre son las cualidades que el hombre posee, reconoce, explora y usa para convivir en comunidad pacíficamente y beneficiarse los unos a los otros. La dimensión individual, donde radica el ser, debe aprender a concordar con la dimensión social para convivir en sociedad. Este aprendizaje se llama proceso de sociabilización.

El proceso de sociabilización es el conjunto de aprendizajes que el hombre necesita para relacionarse con autonomía, autorrealización y autorregulación dentro de una sociedad como, por ejemplo, la incorporación de normas de conductas, el lenguaje, la cultura, etc. En suma, aprehendemos elementos para mejorar la capacidad de comunicación y la capacidad de relacionarnos en comunidad.

Dice Aristóteles: "El ser humano es un ser social por naturaleza, y el insocial por naturaleza y no por azar o es mal humano o más que humano (…). La sociedad es por naturaleza anterior al individuo (…) el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada para su propia suficiencia, no es miembro de la sociedad, sino una bestia o un dios". 

En función de satisfacer las exigencias físicas y espirituales, el hombre necesita vivir en sociedad ya que el hombre racional e individual no es autosuficiente y requiere de la ayuda y protección de los demás de su especie, formando lo que llamamos comunidades.

Un hombre aislado no puede desarrollarse como persona y de ahí nuestra tendencia a agruparnos en vez de aislarnos. Un ejemplo es el nacimiento de las redes sociales y su rápida expansión a pesar de que nuestros avances científicos y tecnológicos han hecho que los otros seres humanos sean menos indispensables en nuestra vida. Es por ello que continuamos inventando nuevas formas de comunicarnos y convivir en sociedad.

En obra de filosofía política, Aristóteles afirma, entre otras cosas, que el hombre es un ser social y político. La sociabilización es la naturaleza del hombre, por lo que genera naturalmente una sociedad que se debe organizar. La organización de la sociedad requiere de la naturaleza política del hombre que derivará en el derecho.


El derecho sólo tiene sentido para el hombre en sociedad y la sociedad, al ser previa al derecho y al ser individual, solo puede ser organizada por nuestra naturaleza política a través de un derecho que garantice la convivencia pacífica.

La Agobiante Presencia “Del Otro”


El proceso de urbanización y la electrificación del territorio atraen la atención del hombre moderno hacia lo más inmediato y el interés mítico del hombre arcaico por el Cosmos, pierde su carácter poético y pasional para hacerse utilitarista y racional. 

La luz de la ciudad electrificada (colonizadora del ambiente rural como en el caso de la Canadiense y el ejemplo de la explotación del territorio leridano en aras de Barcelona) desplaza la atención humana del cielo nocturno estrellado a los anuncios luminosos y a las atracciones comerciales y lúdicas. 

El hombre moderno carece ya, a pesar de la nueva física, de mitologías sobre el origen y la estructura del universo. Sólo las mitologías del Mercado y del Consumo están hoy presentes en la llamada Sociedad el Bienestar.

Jamás ha tenido el ser humano más facilidad de desplazarse de un territorio a otro. Sin embargo, el contacto con el otro no exige ya que nos movamos de nuestro escritorio o de nuestra sala de estar. Requiere casi más esfuerzo entrar en contacto con el vecino de la casa de al lado que con un antípoda terrestre. Y cuando, a pesar de todo, nos desplazamos a territorios alejados, constatamos que todos los territorios se van pareciendo cada vez más unos a otros y que "en todas partes cuecen habas", siguiendo además la misma receta culinaria. Hasta las extravagancias, que por definición representan lo inusual, son exactamente las mismas en todas las urbes: las cabezas rapadas, los Hara Krisna, el pantalón vaquero andrajoso, la droga.

El desarraigo territorial del hombre moderno se advierte no menos en lo que respecta al conocimiento de los detalles de su ambiente más próximo. Cuando el desplazamiento geográfico todavía requería tiempo, el individuo humano tenía ocasión de ir registrando y estudiando con minuciosidad los pormenores de la naturaleza y de la ciudad que recorría a pie o en un transporte lento. 

Curiosamente, cuanto más rápidamente nos movemos, menos tiempo decimos tener. El ahorro de tiempo que suponen las comunicaciones y los transportes modernos ha hecho de la carencia de tiempo un rasgo definitorio de nuestra cultura.

Un tiempo que se medía en jornadas, pasó en nuestro siglo a medirse primero en horas y ahora hasta en décimas de segundo. En un solo día recorremos lugares que, tan sólo hace unos decenios, requerían muchos días de viaje. Nuestra capacidad cotidiana de recepción no ha aumentado, pero los objetos que reclaman nuestra atención son cada vez más numerosos.

La conciencia de los detalles desaparece así con la velocidad. La configuración del territorio se desvanece. Hemos adquirido la perspectiva del dinosaurio a que antes aludí, sin siquiera haber incrementado nuestro volumen corporal. 

Resultado de esta transformación de nuestra conciencia es la extraterritorialidad que nos caracteriza, un estar siempre en otra parte que hace del hombre moderno un ser desarraigado y un exiliado nato.




Exponer Nuestros Sentimientos


En ocasiones solemos esconder nuestros sentimientos cuando estamos con otras personas. Nos da vergüenza reconocer que sentimos emociones que consideramos negativas y que creemos, erróneamente, nos hacen parecer personas débiles a los ojos de los demás. Queremos ser fuertes a nivel emocional, no dejarnos afectar fácilmente por casi nada y dar una imagen de “persona madura y racional”.

Lo cierto es que practicar el pensamiento racional e intentar ser cada día un poco más maduro es maravilloso. En primer lugar para nosotros mismos, que con la práctica seremos capaces de desprendernos de gran cantidad de sinsabores innecesarios. También es verdad que las relaciones con los demás tienden a mejorar, pues no exagerar los acontecimientos, saber gestionar las emociones de forma adecuada y actuar de manera funcional y sensata también repercute en nuestro entorno.

Sin embargo, esto no quiere decir que dejamos de ser humanos: a lo largo de nuestra vida, inevitablemente, vamos a sentirnos desdichados, ansiosos o iracundos más veces de las que nos gustaría. Por lo tanto, como se trata de algo natural, lo mejor que podemos hacer es normalizarlo, no escondernos y ejercer la aceptación de nosotros mismos. Eso sí, siempre con moderación: aunque hablar de nuestros sentimientos con los demás es terapéutico, saturarlos puede jugar en nuestra contra.

Tanto si se trata de sentimientos negativos como positivos, compartirlos con los demás siempre es beneficioso. En el caso de los positivos porque los aumenta y puede desembocar en una celebración o en un rato agradable, ¿quién no desea contarle a su pareja que ha recibido un ascenso en el trabajo?

También tenemos varios motivos para compartir las emociones negativas. El principal es que al ponerlas sobre la mesa evitamos huir de ese sentimiento y aumentamos las posibilidades de asumir la responsabilidad de regularlo. Al mismo tiempo, cuando lo hagamos, permitiremos una exposición, lo que hará que la emoción tienda a descender. Al hablar de ello, podemos exponer la situación que nos causa la emoción a otros puntos de vista, a menudo menos catastrofistas que el inicial.

Cuando intentamos borrar la emoción, como si fuese una frase escrita a lápiz en un papel cualquiera, lo que generamos es el aumento de dicha emoción. Nos decimos a nosotros mismos que “no debemos estar así”, y esta exigencia aumenta la presión. La consecuencia es que ganamos en ansiedad y malestar, lo que a su vez provoca que la emoción se haga más intensa.

Cuando compartimos nuestra manera de sentirnos, estamos aceptando el sentimiento, lo dejamos estar y ser en nuestro cuerpo. De esta forma disminuimos su intensidad.

Por otro lado, hablar de nuestras emociones mejora las relaciones. Permitimos que el otro se sienta un confidente, alguien en el que tú has depositado tu confianza y esto denota un gran aprecio y cariño hacia esa persona, que siente que la has tenido en cuenta.

Dos cabezas siempre son mejor que una, lo que quiere decir que si cuentas tu problema o hablas de cómo te sientes con otra persona, probablemente será más fácil que lleguéis a encontrar una solución que pueda ayudarte. A veces nos sentimos tan decaídos anímicamente que no logramos ver lo que otros son capaces de ver sin demasiado esfuerzo.

Empieza siempre haciéndote responsable de tus sentimientos. Para ello, la frase ha de empezar por un “yo me siento…”, seguido de tus razones y acabar siempre con una buena relación, aceptando el punto de vista del otro.
También podemos compartir lo que nos pasa con personas que no tengan nada que ver con el problema, como un amigo. Él nos dará su punto de vista y nos ayudará a encontrar soluciones. Eso sí, no caigas en criticar a otras personas porque entonces conseguirás el efecto contrario: tu negatividad crecerá más.

“Expresa tus sentimientos siempre que puedas, eres humano y es natural tenerlos. Todos los tenemos. Evitar contarlos no te hará más fuerte, sino todo lo contrario, ya que está actuando en ti la ansiedad por un posible rechazo”


jueves, 15 de marzo de 2018

Genio Y Locura


"El genio no es un enfermo mental, pero, en caso de serlo, sabe aprovechar sus brotes para crear cosas fantásticas"

Demócrito se quitó la vista para poder pensar con mayor lucidez y crear la teoría sobre la estructura del átomo. Fue tachado de loco. 

En el cerebro de Albert Einstein había anomalías estructurales en el lóbulo izquierdo que podrían estar relacionadas con la genialidad del creador de la teoría de la relatividad. 

El poeta Antonin Artaud, que sufría trastorno bipolar, dirigió el laboratorio de experimentación de los surrealistas, empeñados en desentrañar y aprovechar al máximo los mecanismos del cerebro y de la locura -Dalí y su método paranoico-crítico es uno de sus exponentes-. 

Son bien conocidos los trastornos mentales del genial pintor Vicent Van Gogh, del matemático John Nash -que inspiró la película Una mente maravillosa- y del compositor Robert Schumann.

Son muchos los ejemplos de genios cuyo cerebro muestra características diferentes al resto de los mortales, y que incluso han tocado la locura. 

Así pues, ¿dónde está la frontera entre genialidad y enfermedad? A esta pregunta intentaron dar respuesta Francisco Mora, catedrático de Fisiología Humana de la Universidad Complutense de Madrid, y Vicenç Altaió, escritor,de la Administración catalana para promover la creación artística, como ponentes del debate ¿Genialidad o enfermedad, dónde está la frontera?.

Ni todos los genios están locos, ni todos los locos son genios, coincidieron los dos ponentes. Según Mora, "el genio es una persona con extraordinarias capacidades, focalizadas en alguna materia, y con capacidad para alumbrar ideas abstractas nuevas y expresarlas, es decir, de crear". 

Mora puntualizó que existen personas con buenas ideas, aunque no serían considerados como genios: "el genioide es el que puede concebir ideas, pero no puede expresarlas. El talento lo tiene el que puede acabar creando".

En cuanto al mito sobre la relación entre genialidad y enfermedad mental, Mora dejó claro: "el genio no es un enfermo, hay de todo, aunque es cierto que en el caso de existir enfermedad, sabe aprovechar sus brotes de locura para crear cosas fantásticas". 

Esta tesis viene apoyada por estudios que han permitido ver que "las facultades creadoras ya existen antes de manifestarse la enfermedad".

Vicenç Altaió incidió también en que otro tipo de enfermedades físicas también pueden dar otra percepción del mundo y puso un ejemplo. "Proust, debido a la alergia que tuvo de niño [síndrome de EPOC], nunca más pudo llevar una vida normal. Se dice que su genialidad se debe a su necesidad de recrear algo que él nunca más podría sentir". 

Incluso algunas extravagancias, como la de Demócrito a la hora de cegarse, pueden tener su explicación: "Hay que cerrar los ojos para ver el átomo en abstracto".

Según Francisco Mora, existe una base genética del genio, aunque se ha investigado poco. Del mismo modo, el ambiente es fundamental: "En la selva, aislados, un Mozart o un Einstein hubiesen sido como chimpancés. 

Hay que tener en cuenta que el 75% de nuestro cerebro se hace con el ambiente". La creatividad está asociada también con el conflicto emocional. 

"La insatisfacción es lo que empuja al genio a crear, y eso tiene un fundamento neurológico", explicó Mora. Vicenç Altaió observó que en catalán hay dos palabras diferentes para la locura, foll y boig, "algo muy acertado, porque foll afectaría a la psicopatología del alma, y boig sería el enfermo mental". 

A juicio de Altaió, el interés por el cerebro desde el punto de vista creativo se debe a que cada época lleva su prótesis corporal:

"El siglo XX-XXI está en el cerebro, igual que el romanticismo estuvo en el corazón".


El Universo En Nuestra Mente


A lo largo de la historia la ciencia, instaurada de forma universal, ha visto cómo ideas previamente rechazadas acababan por formar parte de su amplio repertorio.
En la ciencia la aceptación de nuevas ideas sigue pasos bien definidos: primero, los reticentes proclaman que el nuevo planteamiento vulnera las leyes de la ciencia; segundo, las posibles evidencias que se presentan se califican de frágiles; tercero, la nueva idea propuesta se revela como importante y con efectos más fuertes de los imaginados en principio; y, cuarta, sólo unos pocos recuerdan que fuera puesta en duda.

El Dr. Richard Conn Henry es profesor del Departamento de Física de la Johns Hopkins University de Baltimore donde imparte clases de física y astronomía. Ha sido Director Adjunto de la División de Astrofísica de la NASA y es Director del Maryland Space Grant Consortium cuya misión es, bajo el auspicio de la NASA, el desarrollo de proyectos de investigación, educación y servicio público en colaboración con universidades y otras instituciones académicas.

Entre sus numerosos artículos destacamos “The mental Universe”  publicado en 2005 en la revista Nature. El texto empieza recordando el logro de Galileo Galilei al conseguir que la ciencia pudiera “creer lo increíble”. Nos dice que “el descubrimiento de la mecánica cuántica en 1925 resolvió el problema de la naturaleza del universo” y otra vez la ciencia se encontró frente al reto de creer lo increíble. 

Sin embargo, “la más reciente revolución de la física de los últimos 80 años no ha transformado el conocimiento general del público de manera similar”.

Henry señala que “han existido varios intentos serios de conservar un mundo material, pero no han producido una nueva física y sólo sirven para preservar una ilusión”. Es decir, a pesar de lo que ya se sabe, se sigue afirmando que el observador es uno y hay que ver las cosas a través de su filtro. Y hace una clara analogía con el cuento de Andersen “El traje nuevo del emperador” cuyo principal mensaje es poner en duda lo que todos consideran verdad incontestable.

Nos recuerda que hace ya muchos años que la mecánica cuántica nos ha revelado nuestra verdadera naturaleza citando a James Hopwood Jeans, físico, astrónomo y matemático británico que en 1930 dijo: “El caudal de conocimiento se dirige hacia una realidad no-mecánica; el universo comienza a parecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina. 

La mente ya no es un intruso accidental en el reino de la materia…más bien deberíamos recibirla como la creadora y regente del mundo de la materia”.

Asume que “los físicos evitan la verdad porque la verdad es ajena a la física cotidiana” e insiste en que “el mundo es mecánico-cuántico y debemos aprender a percibirlo como tal”. Además “una ventaja de corregir la percepción de la humanidad sobre el mundo es la alegría resultante de descubrir la naturaleza mental” y al aceptar que “no existe nada sino las observaciones” la física se convierte en algo muy simple.

Nos anima a “hacer un galileo” y termina con esta contundente afirmación: “el universo es inmaterial, mental y espiritual. Vive y disfruta”.