¿De qué nos sirve en realidad ser todos iguales? Uno de
nuestros objetivos como personas es, sin duda, el de dejar huellas. Debemos
marcar a los que nos rodean y ser ejemplos de los que aprender,
también para la propia sociedad.
Debemos ser capaces de aportar nuevas ideas con las que
enriquecernos para seguir avanzando.
Quien es capaz de ir más allá de lo esperable, de esos
moldes que nos impone la sociedad, adquiere unas estrategias personales que lo
ayudan a sobresalir del resto, a ser más valientes y a dar ejemplo.
En ocasiones, no es fácil ser diferente. Eso es algo que
todos tenemos claro. Y por ser diferente no nos referimos solo a la clásica
imagen de tener unos kilos de más.
Quien piensa de forma alternativa también es diferente.
Quien hace las cosas de una forma poco habitual también es
etiquetado como diferente.
Vestir de forma alternativa, mantener otras costumbres, ser siempre sincero, o incluso querer para
nuestros hijos otras cosas distintas a las esperables, hace en ocasiones que
nos señalen con el dedo. Que nos hagan sentir diferentes.
Ser diferente y saberse diferente es la mayoría de las veces
una oportunidad. Nos permite aprender mucho más de nosotros mismos, y eso es
algo de lo que no todo el mundo es capaz. Vale la pena ponerlo en práctica y
aceptarnos cada día de nuestra vida, intentando ser felices en cada cosa que
hagamos.
Quien no se acepta a sí mismo y ansía convertirse en aquello
que le impone la sociedad, es el auténtico desterrado. El auténtico diferente.
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