En todo el tiempo que ha pasado desde que llegamos al
mundo, han ocurrido un sinfín de cosas. Unas buenas y otras, las heridas
del alma, no tanto. Llevamos una
mochila de experiencias que, por
mucho que intentemos obviarla, está ahí.
Echamos “mano de ella” cuando queremos volver a recordar las
cosas que nos hicieron felices. Para otras no olvidamos, pero a veces
intentamos tener una “amnesia selectiva” por el dolor que nos causan. Hay
que estar orgulloso de la mochila de cada uno, aunque jamás pensásemos cargar
con ella con determinados hechos que quizás a veces nos generen sufrimiento…
Esa mochila tiene más sabiduría sobre ti que cualquier libro y que
cualquier opinión. Conoce los demonios que arrastras desde la infancia y
las veces que te han hecho daño. Las veces que te has sentido en tu lugar y las
veces que has sentido que un lugar era de todo menos el tuyo… Es la mochila de
tus vivencias, de tus experiencias más íntimas…
Todas las experiencias conforman lo que eres ahora, y
algunas veces te sentirás feliz y en otras profundamente desdichado. En
esos momentos de desdicha nuestras heridas del alma se abren, causadas por
un daño hacia nuestra persona…
Quizás creíamos que ya solo eran cicatrices, pero en algunas
ocasiones vuelven a escocer porque su naturaleza es la de hacernos una
llamada de atención, porque quizás ese daño se está reproduciendo otra vez en
tu vida.
Por ello, existen numerosas heridas del alma que vamos
curando, pero que nunca terminan de cicatrizar, para recordarnos que
alguien o algo nos las lastiman de nuevo y sentimos ese malestar.
En un mundo en el que a veces es complicado
encontrar personas honestas y dispuestas a amar y ser amadas de verdad,
cualquier pérdida de
una persona con estas características, que además ha compartido gran parte de
su vida con nosotros, con el cariño y los recuerdos que eso implica, puede ser
devastadora.
Aunque lo superemos, hay heridas
del alma que vuelven a doler cuando somos más vulnerables.
En cualquier momento de
nuestra vida en el que nos sintamos perdidos o tristes, que no sepamos encajar
ciertos aspectos… el hecho desgarrador de ser conscientes de que nuestro
consuelo en esa situación ya no está con nosotros siempre va a resultar duro,
por mucho tiempo que haya pasado
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