A pensar también se aprende
Las formas estilísticas, es
decir, el estilo de la expresión lingüística, modifican nuestra percepción de
la vida. Pero no solo eso: hay que prestar atención a la gramática, como
principio y fundamento de la forma lógica que adquiere el lenguaje; al
vocabulario, como portador de contenido a través de las palabras; y a la
metáfora consciente, pues parábolas y alegorías son herramientas para
comprender.
También hoy, como en el
mundo clásico, existen sofistas. Y los sofistas modernos, como era de esperar,
ponen los recursos expresivos del lenguaje a su servicio, no al servicio de la
verdad. Con ello se bloquea de forma fraudulenta pero muy eficaz el
entendimiento de los receptores del mensaje.
¿Consecuencias?: se desarticulan
las estructuras mentales que orientan la vida intelectual, volitiva y emocional
del ser humano en su vida en sociedad.
Cuando los tecnócratas se
refieren al «comportamiento» de los precios, desvían la idea del comportamiento
hacia los precios; la mentira está en que el comportamiento es de las personas
que los fijan. Todo el idioma está integrado por un cableado formidable del que
apenas tenemos conciencia, y que, sin embargo, atenaza nuestro pensamiento.
Los mecanismos de defensa de una
persona ante tales cargas de profundidad se relacionan directamente con su
capacidad de reflexión sobre el lenguaje, con su propio dominio del idioma. Hay
una relación directa entre el antídoto contra la manipulación y nuestro
conocimiento del lenguaje. Es decir, nos conviene familiarizarnos con los
entresijos del idioma.
Leer y escribir: una virtud
¿Por qué es importante leer? ¿Es
importante aprender a utilizar el lenguaje escrito? La verdad es que estas
preguntas equivalen a decir: ¿para qué sirve el entender? Julián Marías propone
que hay que escribir para pensar.
La escritura solo es un conjunto
de rasgos sobre el papel si falta un lector que ponga en marcha esa memoria
colectiva que se aglutina en cada lengua.
Cada texto es, en sí mismo, una
propuesta de reconstrucción. La inteligencia del que lee es activada cuando
resuena interiormente el lenguaje que nos habla desde lo escrito. Surgen los
ecos, las ideas, las referencias, las alusiones, mediante los cuales el texto
será recobrado y comprendido por el intérprete. Lo escrito es lo que permite
convertir el pasado en presente.
Este discurrir origina la reflexión y, con
ella, el pensamiento abstracto.
Es importante aprender a
escribir, pero no de cualquier manera, sino de forma reflexiva y rigurosa con
el lenguaje, permitiendo aflorar esos otros resultados que aparecen después del
primer acercamiento. Ante el esfuerzo que supone el cultivo del lenguaje y el
respeto por las palabras, podemos conseguir llegar a otros niveles, y entonces
obtenemos el regalo de entender.
Rectas intenciones, rectas
palabras. Recomendaciones antiguas para un mundo moderno, donde el ser humano
necesita, hoy como siempre, herramientas para caminar correctamente por la
vida.
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