¿Se
ha puesto usted a pensar por qué tanta gente se propone cambios y al avanzar
los meses no logra cumplirlos?
Dietas, ahorros, aumentar los tiempos de compartir con la pareja y familia,
cambiar actitudes, fortalecer el carácter, dejar relaciones o sustituir hábitos
termina siendo una frustración para quienes “tomaron una decisión” sin llevarla
a cabo.
A
continuación anoto las tres consideraciones que me gustaría presentar
como la base de nuestra reflexión:
Lo
difícil no es tomar una decisión sino mantenerse en ella: generalmente
expresamos “tomé una decisión” para referirnos al acto de pensar en aquellas
cosas que nos gustaría ajustar o mejorar, no al acto de ejecutar la acción, por
lo que primeramente creo oportuno cambiar nuestra manera de expresarnos para
así cambiar nuestra manera de entendernos. El tomar la
decisión es el primer paso, mantenerla el segundo.
Toda
decisión es un proceso y no una acción aislada: nadie puede ejecutar una
decisión asertiva de la noche a la mañana, esto es un proceso que une varios
eventos, la ausencia de uno de ellos puede retroceder a alguien (valorar, medir
consecuencias, identificar recursos, opciones, etc).
Quien
no se mantiene en una decisión dejo de desearla: esta es la consideración
más valiosa, ya que una persona que quiere mantener una decisión lo hará aunque
los obstáculos sean muchos, pero para eso su voluntad requiere ser
madura. Si dejas de querer, dejas de vivir respecto a aquello que propusiste.
Dejemos
claro un punto en esta reflexión, una decisión no es solamente una idea, un
deseo, un intento, una expectativa o bien un sueño, es un acto que requiere lo
que he llamado el “DCR”: disposición, constancia y responsabilidad.
Disposición pues es el elemento que abre la voluntad, constancia para
mantenerla activa y responsabilidad para lograr el compromiso. ¿Dígame si
hace un año usted soñó, deseó o intento cosas que hoy un año después no
alcanzó?, será que hubo déficit del “DCR”.
Generalmente
lo que lleva a una persona a convertirse en alguien de doble ánimo, son sus
emociones, es decir, si el alma es la mente, la voluntad y las emociones, en la
mayoría de personas el timón del alma lo dirige las emociones, por lo que la
mente y la voluntad simplemente son arrastradas por lo que se siente.