Una de las tareas fundamentales de una vida liderada creativamente es distinguir, identificar el propósito de nuestra existencia. La mente creativa se orienta hacia el propósito que se manifiesta a través de nosotros. Los grandes líderes se comprometen con lo que les importa realmente y lo crean.
En su clásico libro On becoming a leader,
Warren Bennis escribe: “Los líderes se hacen, no nacen, y se hacen más a sí mismos que
por circunstancias externas. Ningún líder elige ser líder per se, sino que
elige expresarse libre y completamente. Convertirte en líder es sinónimo de
convertirte en ti mismo. Es así de simple, y también así de difícil. Primero y
ante todo, descubre quién eres, y sé eso.”
El liderazgo creativo emana de la búsqueda del propósito, de
distinguir y definir uno personal que merezca nuestro compromiso más profundo.
Esta es una práctica que debemos desarrollar durante toda nuestra
existencia. El propósito es perseguir el anhelo de lo que nuestra alma más
desea en esta vida. Y siempre brota desde el interior,
aunque pueda estar estimulado por lo que nos ocurre fuera. No es algo que
tengamos que inventar. Nos encuentra, si mostramos atención. Uno de los
objetivos principales de nuestra existencia es dejarlo vivir en nosotros.
Es como seguir a una presa por el bosque o la montaña si vas
de caza. La presa deja señales para seguirla y acecharla, si sabes cómo
leerlas. Identificar el propósito requiere prestar atención al camino, al
presente, a las pistas sutiles que la vida nos va dejando. La vida nos
interpela desde hace mucho tiempo con lo que es realmente importante. Ha ido
dejando sus señales. Depende de nosotros el tener la valentía y la
disciplina de prestar atención.
Esta práctica va de aprender a confiar en esos momentos de
claridad cuando el propósito se manifiesta y habla. Existimos como seres
complejos, multidimensionales, hechos de diferentes partes. Debemos
desarrollar la capacidad de conversar, de escuchar a nuestras partes más
profundas, auténticas y sabias que saben cuál es nuestra misión, nuestra
contribución más generosa. La vida revela nuestro propósito cuando nos sentimos
más vivos, más apasionados, más entusiasmados, cuando las cosas nos aportan
sentido y nos sentimos más vivos y plenos.
El propósito nos deja pistas en esos momentos de plenitud y
gozo
Nos sentimos más vivos porque el alma muestra lo que somos y
lo que nos importa realmente, mostrando la dirección de nuestras aspiraciones
más elevadas. Aprender a conectar con esos momentos es practicar el distinguir
e identificar nuestro propósito.
La vida también nos interpela en momentos más sombríos, más
complicados y menos animados, donde las cosas no fluyen, salen mal y nos
sentimos cansados, abatidos y hasta destrozados. La vida nos muestra así, lo
que más nos falta, lo que echamos de menos o anhelamos.
Cuando analizamos esos momentos en los que nos sentimos mal,
menos vivos, podemos extraer los temas, patrones y pistas que ayudan a forjar
nuestro propósito. Prestar atención a esas claves, permitir que nos muestren el
camino hacia nuestros anhelos más auténticos, y clarificar cuáles de esos
anhelos son cruciales para nosotros, para ir a por ellos con determinación, es
un trabajo crítico a realizar por cada ser humano.
El propósito no va solo de plenitud y disfrute. Va, sobre todo, de contribuir y
servir. Así Albert Schwitzer, premio Nobel de la Paz, dijo
una vez a un grupo de estudiantes universitarios: “No sé cuál
será vuestro destino en la vida, pero sí se algo sobre él: solo aquellos de
vosotros que busquen y encuentren cómo servir a otros serán realmente felices.”
Nuestro propósito es aquello que nos proporciona satisfacción y
plenitud, pero también aquello que el mundo necesita con más desesperación.
Nacemos y vivimos dentro de un conjunto de circunstancias: familia, cultura,
organizaciones, sociedad… Y estas circunstancias no son un accidente. Nuestro
propósito está conectado a las necesidades de aquellos que nos rodean, de las
organizaciones, de la sociedad y del mundo en el que vivimos y trabajamos.
En cada uno de nosotros hay una intersección entre nuestros
anhelos, entre lo que nos apasiona, nuestros talentos y algo que el mundo
necesita, una contribución que solo nosotros podemos hacer.
Cuando encuentras
esa intersección consigues vivir en propósito.