Todavía quedan muchas
personas que parecen albergar en sus corazones la esperanza de que algunos de
sus conocidos puedan, algún día, cambiar de aptitud y revertir los conceptos
negativos, que aunque nos resistamos a admitirlo, parecen “adornar” sus
perfiles individuales con una demostración que en nada les favorece.
Cuando esto ocurre, y
según parece, es mucho más frecuente de lo que desearíamos, parecería ser que
les embarga cierta desazón, mezcla de desánimo y frustración y por más que
estos incidentes de la vida sean tan reiterativos como francamente previsibles,
tales reacciones parecen demostrar que todavía continuamos pidiéndole “peras a
los olmos”
Buscando otras
opiniones al respecto, encontré un artículo que versa sobre este tema que nos
dice lo siguiente:
“En estos tiempos, más que nunca, estamos depositando el cambio en
grandes hechos externos. Sean días comunes o días excepcionales, sea que no
pase nada más que lo que ya está pasando o que suceda algo extraordinario, la
verdad es que siempre la renovación está en las cosas cotidianas, en los
pequeños pasos que hacemos para continuar aprendiendo y evolucionando. Sin
embargo, nos mudamos de casa y de país; pasamos de un trabajo a otro; de una
pareja a otra; tenemos hijos; hacemos cursos; nos movemos afuera frenéticamente…
Esperamos el gran acontecimiento que dará vuelta nuestro mundo sin
darnos cuenta de que está siendo movido constantemente por los diminutos
eventos que damos por sentado. Es habitual que,
cuando nos quejamos de algo, digamos “es una tontería, pero me molesta que…”.
Sumemos muchas de esas tonterías, día tras día, y tendremos el cataclismo que
estábamos aguardando.
Por otro lado, esas cosas
menudas son indicios de actitudes más grandes y arraigadas, a las que no
deseamos ver ni enfrentar. Las evadimos como factores usuales de la existencia,
sin querer admitir que son metáforas de aprendizajes esenciales.
Por ejemplo, los celos, la envidia, la frustración, la soberbia o el
autoritarismo no son “normales”. Son síntomas de nuestra inseguridad, falta de
confianza o insatisfacción y deberíamos realizar una labor interna para
aceptarlo y transformarlo. No obstante, continuamos exigiendo que el otro haga las reformas pertinentes para que nosotros seamos felices.
Me asombra la ceguera con que muchas personas siguen pidiendo
“peras al olmo” a sus vínculos o a sus actividades durante años y años,
aferrados a la fantasía de que algún día cambiarán y serán lo que tanto desean. Charlando con una paciente, me dice lo que le cuesta
sobreponerse al rompimiento con una pareja. Le pregunto qué es lo que más le
provoca pesar y me contesta algunas cosas obvias hasta que finalmente admite
que son las ilusiones que se había hecho con él lo que más
le duele soltar.
Este es el meollo. Invariablemente,
atraemos individuos y situaciones que provocarán el aprendizaje que nos hemos
propuesto. ¿Cómo funciona? Al principio, parece que hemos
encontrado a “la” persona que tiene todo lo que precisamos, que compensará el
sufrimiento acumulado. Estamos en el paraíso. Poco a poco, la ilusión comienza
a resquebrajarse y notamos que no es tan maravillosa, que tiene fallas, que
justamente las fallas están en esos lugares que creíamos que encajaban
perfectos para cubrir nuestra necesidad. Sin embargo, no queremos rendirnos a
la evidencia y comenzamos el lento y doloroso desgaste de demandarle al otro lo
que nos había “prometido”. Está demás decir que jamás lo cumplirá… no puede
hacerlo, en realidad.
Nosotros “contratamos” a esas personas para que funcionen de
co-protagonistas de nuestra novela, para que hagan de espejos en donde
mirarnos. Necesidad es la clave. Nadie nos dará lo que
necesitamos porque tramamos el argumento para que NOSOTROS nos proporcionemos
lo que pedimos afuera. En el momento en que comprendemos esto y nos dedicamos a
dárnoslo, el conflicto termina. Fin de la novela. Ahora, somos libres. Hemos
resuelto el aprendizaje del alma.
¿Cómo comenzó? Tus padres plantaron
la semilla de esta creación en tu infancia. Por eso, te resulta tan difícil
soltar la ilusión. Es tu Niño Interno el que sigue pidiendo lo que necesita. Y
no se calmará hasta que lo obtenga. Está en tus manos el hacerlo. ¿Quieres
evitarlo? ¿Sigues esperando “la” persona, “el” trabajo, “la” decisión, “la” luz
directamente venida del Cielo? Pierdes el tiempo y acumulas sufrimiento.
Puedes verlo en acción
en cada día de tu vida, en cada encuentro. Despierta. Cámbialo en
el mismo momento en que te das cuenta. No preguntes cómo ni te atormentes
inútilmente con que es difícil. Simplemente, respira, acepta que es tuyo,
libéralo, date amor y comprensión. Sí, es un tiempo excepcional. El tiempo de
despejar la oscuridad para encontrarte con el poder que tienes, con la luz que
ya eres.
Autora: Laura Foletto
Espero que esta opinión sobre el tema pueda sernos
de gran utilidad
Hugo W Arostegui