Les suelo hacer a quienes trabajan
conmigo el siguiente comentario: “cada mañana cuando me levanto y me paro
frente al espejo, al verme, siento una profunda gratitud hacia mis progenitores,
¿saben por qué? Por qué realmente se esmeraron cuando me hicieron me hace muy
feliz y me llena de entusiasmo verme frente al espejo y empiezo mi día pleno de
entusiasmo”
Y créanme que esto no es un chiste
forma parte del buen humor con el cual comienzo mi jornada de trabajo y cuando
veo algunas caras largas y desanimadas les hago el siguiente comentario: “que
les pasa? Han estado “chupando limones” acaso? ¡por favor! vayan nuevamente a
sus casas y rompan todos los espejos, tapen todos los que encuentren pues
cualquiera que se viese tal como se les ve a ustedes con seguridad empieza el
día con una gran depresión”
“Relacionamos continuamente el buen
humor con la felicidad,
y muchas veces nos paramos a pensar... ¿Qué fue primero? ¿Nuestra
felicidad o nuestro humor? ¿Quién provoca a quién? Pues bien, podemos decir que
ni uno ni otro, es nuestra actitud ante las cosas que provoca que todo vaya bien....o mal.
Tenemos dos opciones a la hora de
afrontar las cosas cotidianas, hacerlo con buen humor o mal humor, ser positivos o negativos...
Nuestra predisposición ante los problemas es fundamental a la hora de medir el
resultado final del problema y sobre todo, de nuestro estado de ánimo.
Todos tenemos nuestros momentos de felicidad y tristeza,
obviamente, y no es normal estar siempre feliz, en cada momento, pero lo que no es lógico es estar enfadados
con la vida constantemente, si te identificas con una actitud similar a esta,
quizás sea hora de empezar a hacer las cosas de un modo más desenfadado.”
Así es la cosa
Hugo W Arostegui