Trascender deriva de la palabra latina transcendentia y
es aquello que está más allá de los límites naturales. La acepción que aquí
recurre es ser más. La persona tiene la capacidad de trascender su propio
ser y estar en el mundo. La dificultad de alcanzar la trascendencia se plantea
desde el plano material y espiritual en el que ser más se obnubila frente a la
realidad que agobia.
Lo difícil, pues, de trascender radica en la realidad tal
cual se muestra. El mundo globalizado permea en las personas la capacidad de ir
más allá por medio de mecanismos enajenantes que coartan la capacidad creadora
del ser, inhibiéndole su desarrollo cognitivo-espiritual. Lo que ocurre es que
la persona queda atrapada en la red de medios de desinformación, lo embulle
dentro de las corporaciones de comida rápida y lo cohíbe dentro de la burbuja
de la inconsciencia del centro comercial con promociones de viernes negro.
Y sin embargo, el ser humano, por antonomasia, siempre
tratará de trascender, aun viviendo en la oscuridad de su pensamiento inhibido
porque, incluso sin causa, la mera intensión de transgredir el orden
establecido, se convierte en el llamado intrínseco del ser por alcanzar esa
trascendencia. Mas ese intento transgresor se queda simplemente en el quebranto
del orden social, no alcanza plantea la alternativa. Es así como la rebeldía lo
lleva a buscar la libertad, aun sin comprenderla cabalmente, pero no la
consigue, vuelve a quedar sumido en la corriente.
Por lo tanto, la consciencia
por un lado y la acción política por el otro,
pero ineludibles entre sí, llevan
al ser humano a la liberación definitiva, primero espiritual-cognitiva para,
finalmente, alcanzarla en el plano material y hacer de la utopía una realidad.
Una no puede actuar sin la otra pues no generaría cambio.
En síntesis, trascender no es alejarse de los placeres
mundanos o la realidad tal cual, pues en ella la persona es y está. Simplemente
significa no dejarse absorber por los mecanismos enajenantes que derivan en la
incomprensión de los procesos históricos en los que se desenvuelven las
sociedades y, por ende, las personas como individuos.
La persona es en el mundo en cuanto más humanamente
consciente se percibe y busca transformarse a sí mismo y a todo lo que le rodea
porque, como se dijo, la construcción y reconstrucción de la realidad forma
parte de la naturaleza inacabada del ser humano, quien busca constantemente su
libertad material y espiritual. Por lo tanto, esa continua búsqueda de ser
libre lo encamina a su propia trascendencia, pues la libertad aquí entendida es
aquella que lo desliga de las ataduras impuestas al pensamiento y a su
comportamiento ético, desde esta asimilación se desencadena la liberación
material.
Desde esta comprensión del ser, en su fundamento
sociohistórico, es que la persona está en el mundo, porque estar en el
espacio-tiempo implica la constante necesidad de cambiar lo que deba ser
cambiado para recrearlo más humano; es, por tanto, la acción directa sobre la
realidad –igualmente inacabada– la que motiva a la persona a ser más.
Trascender no es simplemente reconocer la realidad
existencial del mundo, con sus injusticias, pobreza y desigualdad, es sobre
todo movilizarse por transformarla, es ansiar la libertad, es la esperanza de
un hoy y mañana mejor, es aceptar a otros, es amar a la humanidad y vivir al
máximo este paso por la Tierra.
Luchar por un mundo más humano, por la
igualdad, la justicia y la libertad, se convierte en la razón de ser de la
existencia de las personas frente a los horrores cometidos por la humanidad
misma.