A veces no nos damos cuenta de forma consciente, pero
después de estar con determinada persona nos sentimos sin energía, con
desánimo, como si hubieran absorbido nuestra vitalidad. Todos y todas conocemos
a alguien que siempre está hablando de cosas negativas, que no acepta
opiniones, que no escucha, que no sabe reconocer tus logros, que puede ser
hiriente, actuar con agresividad y se exalta con facilidad cuando no se le da
la razón. Normalmente, después de estar con estas personas nos sentimos con
cansancio, con poca energía, de mal humor, a veces con dolor de cabeza… se
trata de una “persona tóxica”.
Todas las personas tenemos momentos en que podemos actuar
tóxicamente. El problema es permanecer en esa actitud de manera sostenida e
inconsciente y provocando graves daños en quienes nos rodean.
La palabra “tóxico” proviene del griego “toxon”, que era el veneno
que se aplicaba en la punta de las flechas contra el enemigo.
Sus actitudes son lo que hace tóxicas a algunas personas;
pueden ser características permanentes de su personalidad o haber aparecido
después de algún episodio puntual en sus vidas.
Las “personas tóxicas” no son muy difíciles de reconocer:
Siempre encuentran algo negativo en todo lo que sucede
en su entorno
Siempre tienen la razón
Son hirientes, agresivos o agresivas, inflexibles y no
aceptan que se les contradiga
Disfrutan de la humillación del otro o la otra.
Sólo hablan de sí mismas y no escuchan al prójimo, mucho
menos se interesan por los problemas o necesidades ajenas
Necesitan constantemente la aprobación de los demás,
sentirse importantes, ser reconocidos o reconocidas, a pesar de no tener logros
relevantes en la vida
Buscan manipular con mentiras
Agreden innecesariamente y desvalorizan a la otra persona
para sentirse bien.
Dañan con intención, sin jamás proponer una reparación
Incomodan con sus imposturas.
Critican incansablemente a los y a las demás, actúan con
envidia y resentimiento.
Algunas veces son pasivos o pasivas y viven de la lástima
ajena, buscando ayuda constantemente y aprovechándose de los demás.
Se sienten vacíos-as y buscan llenar ese hueco con nuestra
amistad, tiempo o compañía, absorbiéndonos por completo, sin dar nada de sí a
cambio.
Existen varios tipos de comportamientos tóxicos, pero los
más comunes son dos: los hirientes y agresivos-as, que no se alegran de
nada bueno que nos pase, con actitudes ofensivas, aunque siempre por
nuestro bien claro está; o bien todo lo contrario los pasivos-as,
necesitan de nuestra ayuda constantemente, intentan mostrar lástima, soledad.
Estas personas se muestran desvalidas y aunque parecen más inocentes la
toxicidad es la misma.
En el primer caso, encontramos a personas que en su
interior solo hay negatividad, resentimiento, envidia, celos, frustración…y su
forma de gestionarlo es provocando en los demás esa sensación de inferioridad.
En el segundo caso, hablamos de personas que están vacías emocionalmente e
intentan llenar ese vacío emocional con nuestra amistad, amor y
compañía.
Este tipo de personas desgastan muchísimo, porque toman de tu
energía, tu ilusión y motivación de la que ellos carecen. Y toda esa energía al
final es malgastada con pensamientos derrotistas. Estas características a la
larga pueden terminar en patología.
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