Si revisa, el término afán significa ansiedad o preocupación.
Es un ‘virus’ que pone a girar nuestras angustiadas mentes y hace que los
pensamientos vayan en diferentes direcciones, creando una peligrosa borrasca y
ensombreciendo el horizonte.
Es una pena que nos la pasemos sumergidos en tantos afanes y
vivamos presos e inmersos en el caos de una vida que, a decir verdad, no estamos saboreando.
‘Correr y correr’, como si fuéramos por una pista de
atletismo, no nos servirá sino para colgarnos las medallas del estrés y de la
ansiedad.
Tal vez por eso cada día nos levantamos más agotados. Tampoco
dudo que la prisa sea la responsable de tanta amargura.
El mal genio que reina en las oficinas tiene su caldo de
cultivo en el simple hecho de que ahora “todo es para ya”.
Por querer llegar primero, nos estamos convirtiendo en seres
agobiados.
¿Acaso el ir a toda velocidad nos permitirá anticiparnos al
futuro?
La verdad, no lo creo; o de pronto sí, pues es evidente que
ese ajetreo nos hace más propensos a sufrir un accidente, un infarto o un
derrame cerebral.
Los afanes son inútiles y dividen nuestras mentes. Además
crean ansiedad lo cual, según expresan los médicos, es perjudicial para la
salud.
Ir a mil en nuestra ‘día a día’ nos está acortando la vida. Y
en medio de ese aterrador ritmo, que hace que vayamos a demasiadas revoluciones
por segundo, se nos están escapando preciosos momentos de nuestra existencia.
Es decir, no estamos saboreando cada jornada diaria, sino que las estamos
padeciendo.
Incluyamos en nuestras agendas un momento para relajarnos y
para vivir instantes de sano esparcimiento. Degustemos cada bocado; hagamos con
esmero, pero con la suficiente calma, cada tarea que el día nos traiga; démonos
la oportunidad de compartir una buena
charla con alguien; hagamos pausas activas que no nos caería nada mal.
Recordemos que del afán no queda sino el cansancio. Por eso,
tomémonos el tiempo necesario para hacer lo que nos corresponde. Podemos tener
muchos pendientes en la cotidianidad, pero ninguno de ellos puede gobernarnos
ni tampoco debe arruinarnos la vida.
Escuchemos esa voz interior. Desterremos el ruido del
entorno. Que la música impregne nuestros sentidos y nos permita entender tanto
la letra como el propio ritmo.
Esta página es una invitación a dejar de sentirnos
constantemente apurados o con el reloj encima.
Y como una vacuna contra el ‘virus’ de la prisa, invitémonos
nosotros mismos a desacelerar el ritmo, sin abandonar nuestras
responsabilidades claro está.
¡Consintámonos más!
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