viernes, 28 de septiembre de 2018

¿Por Qué Tanto Afán?


Si revisa, el término afán significa ansiedad o preocupación. Es un ‘virus’ que pone a girar nuestras angustiadas mentes y hace que los pensamientos vayan en diferentes direcciones, creando una peligrosa borrasca y ensombreciendo el horizonte.

Es una pena que nos la pasemos sumergidos en tantos afanes y vivamos presos e inmersos en el caos de una vida que, a decir verdad, no estamos saboreando.

Deberíamos comprender que ir de prisa no implica avanzar más rápido, ni mucho menos ofrece mayor agilidad para llegar antes a nuestras metas.

‘Correr y correr’, como si fuéramos por una pista de atletismo, no nos servirá sino para colgarnos las medallas del estrés y de la ansiedad.

Tal vez por eso cada día nos levantamos más agotados. Tampoco dudo que la prisa sea la responsable de tanta amargura.

El mal genio que reina en las oficinas tiene su caldo de cultivo en el simple hecho de que ahora “todo es para ya”.
Por querer llegar primero, nos estamos convirtiendo en seres agobiados.
¿Acaso el ir a toda velocidad nos permitirá anticiparnos al futuro?
La verdad, no lo creo; o de pronto sí, pues es evidente que ese ajetreo nos hace más propensos a sufrir un accidente, un infarto o un derrame cerebral.
Los afanes son inútiles y dividen nuestras mentes. Además crean ansiedad lo cual, según expresan los médicos, es perjudicial para la salud.

Ir a mil en nuestra ‘día a día’ nos está acortando la vida. Y en medio de ese aterrador ritmo, que hace que vayamos a demasiadas revoluciones por segundo, se nos están escapando preciosos momentos de nuestra existencia. Es decir, no estamos saboreando cada jornada diaria, sino que las estamos padeciendo.

Incluyamos en nuestras agendas un momento para relajarnos y para vivir instantes de sano esparcimiento. Degustemos cada bocado; hagamos con esmero, pero con la suficiente calma, cada tarea que el día nos traiga; démonos la oportunidad de  compartir una buena charla con alguien; hagamos pausas activas que no nos caería nada mal.

Recordemos que del afán no queda sino el cansancio. Por eso, tomémonos el tiempo necesario para hacer lo que nos corresponde. Podemos tener muchos pendientes en la cotidianidad, pero ninguno de ellos puede gobernarnos ni tampoco debe arruinarnos la vida.

Escuchemos esa voz interior. Desterremos el ruido del entorno. Que la música impregne nuestros sentidos y nos permita entender tanto la letra como el propio ritmo.
Esta página es una invitación a dejar de sentirnos constantemente apurados o con el reloj encima.

Y como una vacuna contra el ‘virus’ de la prisa, invitémonos nosotros mismos a desacelerar el ritmo, sin abandonar nuestras responsabilidades claro está.

¡Consintámonos más!

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