“Aquellos aspectos de las cosas que son más importantes para nosotros permanecen ocultos debido a su simplicidad y familiaridad (no somos capaces de percibir lo que tenemos continuamente ante los ojos)” escribió en algún momento Wittgenstein.
Así, la cercanía, nos nubla, nos enceguece; es decir, ser parte de un ambiente determinado, con personas que vemos diariamente, en una rutina compartida e irrefutable, inmodificable, nos crea la percepción de simplicidad, de esa familiaridad de la que hablaba el filósofo austriaco.
“El mar es para los que están lejos” leí hace muchos libros atrás, quizá, esto ejemplifique el punto: los que están lejos evocan, reviven, desmenuzan el lugar en sentimientos, en sensaciones y entienden por qué quisieran estar ahí, en el mar, al que ya le dan otro significado porque lo han comprendido, han visto esos detalles que no ven los locales, porque para ellos es sólo algo que está ahí.
Sí, la mayoría de los individuos sociales entienden su realidad, porque la viven; es decir, en la práctica van consiguiéndose verdades, lógicas y razonamientos que nos sirven para identificar los signos problemáticos familiares y de país.
Entendemos de cierta manera qué es la corrupción y qué se deriva de ésta, porqué de la violencia, porqué de ciertas reformas, porqué la injusticia y demás, pero pocas veces profundizamos en el tema.
Bourdieu decía que ahí es donde entraban los estudiosos, los analistas, los expertos, etcétera, para explicar aquella comprensión empírica que tienen las personas con relación a su entorno, decir los porqués: agregar los elementos sustanciales que servirán de impulso a las verdades que se requieren para lograr cambios.
“Aquellos aspectos de las cosas que son más importantes para nosotros permanecen ocultos debido a su simplicidad y familiaridad (no somos capaces de percibir lo que tenemos continuamente ante los ojos)” escribió en algún momento Wittgenstein.
Así, la cercanía, nos nubla, nos enceguece; es decir, ser parte de un ambiente determinado, con personas que vemos diariamente, en una rutina compartida e irrefutable, inmodificable, nos crea la percepción de simplicidad, de esa familiaridad de la que hablaba el filósofo austriaco.
“El mar es para los que están lejos” leí hace muchos libros atrás, quizá, esto ejemplifique el punto: los que están lejos evocan, reviven, desmenuzan el lugar en sentimientos, en sensaciones y entienden por qué quisieran estar ahí, en el mar, al que ya le dan otro significado porque lo han comprendido, han visto esos detalles que no ven los locales, porque para ellos es sólo algo que está ahí.
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Sí, la mayoría de los individuos sociales entienden su realidad, porque la viven; es decir, en la práctica van consiguiéndose verdades, lógicas y razonamientos que nos sirven para identificar los signos problemáticos familiares y de país.
Entendemos de cierta manera qué es la corrupción y qué se deriva de ésta, porqué de la violencia, porqué de ciertas reformas, porqué la injusticia y demás, pero pocas veces profundizamos en el tema.
Bourdieu decía que ahí es donde entraban los estudiosos, los analistas, los expertos, etcétera, para explicar aquella comprensión empírica que tienen las personas con relación a su entorno, decir los porqués: agregar los elementos sustanciales que servirán de impulso a las verdades que se requieren para lograr cambios.
Es decir, entendemos –por experiencia- que tenemos una clase política corrupta, que hay ex gobernadores prófugos; otros, presos, que en gran porcentaje de los problemas de violencia tienen qué ver con la ineficiencia, el mal trabajo y la corrupción de nuestras autoridades, etcétera: conocemos los hechos, los asumimos como verdades irrefutables y sin embargo, aunque la idea de que todos los políticos son “corruptos” en este país y mentirosos, se sigue votando por ellos, se sigue confiando en lo que intuimos o creemos falso.
Pero, ¿por qué lo hacemos, por qué votamos si somos conscientes, si la experiencia nos dice lo que son? Quizá por esa simplicidad en los hechos; me refiero a que la cercanía nos hace perder de vista el análisis: decimos que son todos iguales, que no hay nada por hacer, sino aferrarse a la fe, a la creencia de que alguno de ellos no lo sea.
Se nos escapan los porqués, no los vemos, estamos muy cerca de ellos, tal vez por esa razón se dice que alguien fuera del país entiende mejor los problemas que nos aquejan.
La distancia da otra visión, mucho más desapegada y crítica: la cotidianeidad se rompe, se nulifica dado que se es partícipe de otro entorno.
¿Todos son iguales de corruptos, demagogos, ambiciosos, prepotentes, indolentes, etcétera? Quizá no todos, quizá es una cuestión propia del ser humano, quizá es la especie política en sí la podrida de origen, quizá unos son menos que otros o quizá en verdad algunos sean honestos.
Quizá, siempre nos quedamos en el quizá, en la intuición, en la experiencia, pero ¿por qué creo que el candidato de tal partido que está en la boleta es así? ¿Por qué el otro dice que él no es como su adversario? ¿Son todos iguales o es que los vemos así por esa cercanía engañosa?
El quehacer diario, la simplicidad de la familiaridad, nos oculta las respuestas que se vuelven fundamentales a la hora de decantarnos por uno u otro candidato.
La crítica, liberarse de las ataduras de la fe, el apartarse del fanatismo, preguntarse, cuestionar ideas que bien pensadas resultan inviables, realizar introspecciones, conseguir confrontar propuestas de uno u otro candidato y con la historia misma, son algunas formas de crear distancias, con la finalidad de ver los detalles, las diferencias reales entre uno u otro.
Así, la cercanía, nos nubla, nos enceguece; es decir, ser parte de un ambiente determinado, con personas que vemos diariamente, en una rutina compartida e irrefutable, inmodificable, nos crea la percepción de simplicidad, de esa familiaridad de la que hablaba el filósofo austriaco.
“El mar es para los que están lejos” leí hace muchos libros atrás, quizá, esto ejemplifique el punto: los que están lejos evocan, reviven, desmenuzan el lugar en sentimientos, en sensaciones y entienden por qué quisieran estar ahí, en el mar, al que ya le dan otro significado porque lo han comprendido, han visto esos detalles que no ven los locales, porque para ellos es sólo algo que está ahí.
Sí, la mayoría de los individuos sociales entienden su realidad, porque la viven; es decir, en la práctica van consiguiéndose verdades, lógicas y razonamientos que nos sirven para identificar los signos problemáticos familiares y de país.
Entendemos de cierta manera qué es la corrupción y qué se deriva de ésta, porqué de la violencia, porqué de ciertas reformas, porqué la injusticia y demás, pero pocas veces profundizamos en el tema.
Bourdieu decía que ahí es donde entraban los estudiosos, los analistas, los expertos, etcétera, para explicar aquella comprensión empírica que tienen las personas con relación a su entorno, decir los porqués: agregar los elementos sustanciales que servirán de impulso a las verdades que se requieren para lograr cambios.
“Aquellos aspectos de las cosas que son más importantes para nosotros permanecen ocultos debido a su simplicidad y familiaridad (no somos capaces de percibir lo que tenemos continuamente ante los ojos)” escribió en algún momento Wittgenstein.
Así, la cercanía, nos nubla, nos enceguece; es decir, ser parte de un ambiente determinado, con personas que vemos diariamente, en una rutina compartida e irrefutable, inmodificable, nos crea la percepción de simplicidad, de esa familiaridad de la que hablaba el filósofo austriaco.
“El mar es para los que están lejos” leí hace muchos libros atrás, quizá, esto ejemplifique el punto: los que están lejos evocan, reviven, desmenuzan el lugar en sentimientos, en sensaciones y entienden por qué quisieran estar ahí, en el mar, al que ya le dan otro significado porque lo han comprendido, han visto esos detalles que no ven los locales, porque para ellos es sólo algo que está ahí.
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Sí, la mayoría de los individuos sociales entienden su realidad, porque la viven; es decir, en la práctica van consiguiéndose verdades, lógicas y razonamientos que nos sirven para identificar los signos problemáticos familiares y de país.
Entendemos de cierta manera qué es la corrupción y qué se deriva de ésta, porqué de la violencia, porqué de ciertas reformas, porqué la injusticia y demás, pero pocas veces profundizamos en el tema.
Bourdieu decía que ahí es donde entraban los estudiosos, los analistas, los expertos, etcétera, para explicar aquella comprensión empírica que tienen las personas con relación a su entorno, decir los porqués: agregar los elementos sustanciales que servirán de impulso a las verdades que se requieren para lograr cambios.
Es decir, entendemos –por experiencia- que tenemos una clase política corrupta, que hay ex gobernadores prófugos; otros, presos, que en gran porcentaje de los problemas de violencia tienen qué ver con la ineficiencia, el mal trabajo y la corrupción de nuestras autoridades, etcétera: conocemos los hechos, los asumimos como verdades irrefutables y sin embargo, aunque la idea de que todos los políticos son “corruptos” en este país y mentirosos, se sigue votando por ellos, se sigue confiando en lo que intuimos o creemos falso.
Pero, ¿por qué lo hacemos, por qué votamos si somos conscientes, si la experiencia nos dice lo que son? Quizá por esa simplicidad en los hechos; me refiero a que la cercanía nos hace perder de vista el análisis: decimos que son todos iguales, que no hay nada por hacer, sino aferrarse a la fe, a la creencia de que alguno de ellos no lo sea.
Se nos escapan los porqués, no los vemos, estamos muy cerca de ellos, tal vez por esa razón se dice que alguien fuera del país entiende mejor los problemas que nos aquejan.
La distancia da otra visión, mucho más desapegada y crítica: la cotidianeidad se rompe, se nulifica dado que se es partícipe de otro entorno.
¿Todos son iguales de corruptos, demagogos, ambiciosos, prepotentes, indolentes, etcétera? Quizá no todos, quizá es una cuestión propia del ser humano, quizá es la especie política en sí la podrida de origen, quizá unos son menos que otros o quizá en verdad algunos sean honestos.
Quizá, siempre nos quedamos en el quizá, en la intuición, en la experiencia, pero ¿por qué creo que el candidato de tal partido que está en la boleta es así? ¿Por qué el otro dice que él no es como su adversario? ¿Son todos iguales o es que los vemos así por esa cercanía engañosa?
El quehacer diario, la simplicidad de la familiaridad, nos oculta las respuestas que se vuelven fundamentales a la hora de decantarnos por uno u otro candidato.
La crítica, liberarse de las ataduras de la fe, el apartarse del fanatismo, preguntarse, cuestionar ideas que bien pensadas resultan inviables, realizar introspecciones, conseguir confrontar propuestas de uno u otro candidato y con la historia misma, son algunas formas de crear distancias, con la finalidad de ver los detalles, las diferencias reales entre uno u otro.
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