jueves, 2 de mayo de 2019

Cuando No Hacen Falta Las Palabras

Acumulamos palabras para decir lo que sentimos pero muchas veces no encontramos cupo suficiente para ello, no hay ninguna frase que nos haga sentirnos comprendidos por más que busquemos en el diccionario de nuestra mente. En ocasiones solo hace falta  encontrar esa foto que nos traslade a un sentimiento mejor, descubrir un poema que empatice con nuestra situación, una guitarra para disminuir la tensión, buscar una mano que nos acaricie el corazón o acortar distancias entre nuestro oído y la voz de un amigo.

Con razón decimos que en ocasiones “sobran las palabras”, que «con un gesto basta» y que «hay imágenes que valen más de mil palabras». Muchas veces nos cuesta encontrar conceptos para ponerle nombre a lo que sentimos, nos supone un reto ordenarlos y crear una descripción que resulte cohesionada para el oído ajeno y acertada para el propio.

A veces es una canción, esa que suena de pronto en la radio y que alegra un mal día, esa a la que recurrimos como alimento básico y no perecedero de nuestra alma, esa letra que se guía de música y que se convierten en unas palabras prestadas que encajan en nuestra situación y definen lo que nos ocurre sin conocernos.

Otras veces es un abrazo que se recibe en el momento preciso, ese en el que andabas ojeando en el diccionario como expresar lo que sientes. Abrazos que son salvavidas en el mar de las emociones. Abrazos que definen a quien los da, que cohesionan las partes de quien lo recibe y llenan de significado el momento.

Puede ser el silencio el que nos de las respuestas. La ansiada explicación deja de interesar cuando te encuentras contigo mismo, cuando levantas tu piel y descubres del fuerte material del que estás hecho.

Otras veces es una sonrisa, un conversar sin prisas, una mirada que te da cuenta de que no eres invisible, un oído que se posa en tu pecho y comprende lo que te sucede solo con oír los latidos de tu corazón.

En muchas ocasiones es esa persona que llega a ti en forma de regalo sin envolver, y que con su mezcla de gestos, palabras e historias en común, te inspira y ayuda a reordenar el discurso de tus emociones.

Por más que nos empeñemos, las palabras no son suficientes, y más que protagonistas son complemento. Las palabras son necesarias, pero el grado de empatía, nuestro efecto en los demás, no depende de la facilidad de oratoria, sino del saber mirar a través de la piel, de saber abrazar con una mirada y de ser el resultado más protagonista que la acción.

Que un discurso tenga calidad no asegura su éxito. El éxito depende de la conexión entre tus palabras y el corazón oyente (siempre he pensado que el éxito de mis textos se define por el efecto que provoca en vosotros y eso os aseguro que no depende solo de las palabras).


No te asustes si no encuentras ideas que definan lo que sientes, porque puede que la definición esté en un abrazo, en una canción o en un oído amigo.

Palabras Y Conductas


Aquellos que están llenos de vanidad con la codicia penetran en una corriente que les atrapa como la tela que la araña ha tejido de sí misma. Por esta razón, el sabio corta con todo ello y se aleja abandonando toda tribulación (Dhammapada)

Hay días en que uno se levanta y si no tiene bien puestas las orejeras puede ocurrir que caiga fulminado por el torrente de noticias envueltas en crisis.

Más o menos, casi todos nos hemos dado cuenta de que el origen de muchos desajustes actuales que afectan a nuestras circunstancias materiales cotidianas está en males anteriores, y que esos males tienen mucho que ver con la falta de valores éticos.

Caramba, qué coincidencia.

Los que creemos en la filosofía siempre hemos pensado que son los valores éticos los que conforman nuestra identidad como seres humanos y en su cultivo está la raíz de las soluciones que se manifestarán, igual que su ausencia fue la raíz de los problemas que afloran ahora a la superficie. Puede la filosofía, también, servir para encontrar una buena brújula para navegar en las procelosas aguas de la vida.

Esto, que suena tan rimbombante, no es ni más ni menos que lo que todo ser humano ansía interiormente por naturaleza, porque todos necesitamos saber para qué hemos venido a la vida, y si no queremos declararlo así, por lo menos nos gustaría tener un pequeño manual práctico de cómo ir capeando aquellas situaciones que nos provocan inquietud, esa inquietud que no es material, y que nos demanda insistentemente una meta que nos impulse hacia adelante y nos anime a no dejarnos aplastar por las olas cotidianas que ofuscan nuestra visión del horizonte.

Hemos conocido tiempos llenos de palabras. El mundo ya ha visto a dónde nos conducen. Es el tiempo de pasar a las acciones, pero no a las que son fruto del miedo, la inquietud, la desesperanza o el resentimiento. Es tiempo de reflexionar por un momento qué es lo verdaderamente importante, y sobre todo, qué es lo que depende de nosotros mismos, algo en lo que insistieron tanto los estoicos. Tal vez podamos evitar el sentido trágico de nuestro momento e interpretar nuestro papel lo mejor posible, tal como nos sugirió el gran Epicteto.

Lo pasado ya pasó. Hemos de aprender a diferenciar las situaciones que no dependen de nosotros de aquellas otras en las que sí podemos ser protagonistas activos. Todo ello redundará en una mejor vida para todos. Tal vez no seamos más ricos, o no tengamos tantas comodidades materiales, pero sabremos qué camino hemos de tomar ante las adversidades. Curiosamente, en la filosofía de los textos clásicos hay recetas que todavía no han caducado. ¿Qué tal si las echamos un vistazo?

Mejor que mil disertaciones, mejor que un mero revoltijo de palabras sin significado, es una frase sensata, al escuchar la cual uno se calma (Dhammapada)



Tiempos Modernos

“Tiempos Modernos” es una película protagonizada por el famoso  actor Charles Chaplin, en la cual a través del humor trata de mostrar lo que es la realidad de la vida en la época de la gran depresión bajo el contexto de la industrialización y la producción en cadena.

A pesar de que este largometraje se realizó en el año de 1936, parece que el título y la temática de la cinta siguen vigentes en pleno siglo XXI, en virtud de que en cada una de las escenas se plantean problemáticas que continúan latentes y constantes en la sociedad, tales como: el trabajo por medio de las maquinas en remplazo por el hombre, la producción en masa, el desempleo, las huelgas, el hambre, la pobreza e injusticia social.

Por ejemplo: Cuando el obrero, cuasi-demente Charlot (interpretado por Charles Chaplin) al inicio de la película está girando las tuercas sin hacer uso de  razón y realiza su trabajo a diestra y siniestra, sin importar que se encuentre en su camino. Esta escena es muy ilustrativa en cuanto a la similitud y acercamiento que hay de los seres humanos a entes sin pensamiento y que realizan el trabajo cual “burros de carga” dejándose manipular como “ovejas de rebaño” sin cuestionar, y obedeciendo a toda orden (Cualquier parecido con la realidad del pueblo mexicano es mera coincidencia).

Asimismo las condiciones laborales en las que se halla el protagonista son paupérrimas e inhumanas, se resalta en la película como a los trabajadores se les explota a tal grado que no tienen tiempo para pensar, comer o simplemente fumar un cigarrillo. Esta situación es debido a que el trabajador está oprimido y presionado por alcanzar su objetivo que es producir más a un bajo costo, incluso estas condiciones laborales provocan que los obreros se enfermen como en el caso de Charlot que sufre espasmos nerviosos y tiene que ser llevado a un nosocomio para ser atendido y recibir terapias de recuperación. Sin embargo, me pregunto, ¿Cuántos trabajadores en el día a día tienen la posibilidad de acudir al galeno para atenderse de sus múltiples enfermedades por trabajar en las fábricas con las más ínfimas condiciones laborales? Sinceramente creo que la respuesta es que a todas luces es mínima la cantidad de obreros que tienen acceso a la seguridad social y mucho menos a la posibilidad de llevar una vida digna y decorosa.

Habría que decir también que hay una escena que me hace recordar el famoso libro de George Orwell “1984”, ésta es cuando Charlot pretende tomar un descanso de su agotador trabajo y no lo puede hacer porqué hay pantallas de televisión que lo intimidan para no hacerlo. Algo similar sucede en el libro de Orwell con el “Gran Hermano”, además esta novela nos muestra a las sociedades modernas que reproducen actitudes totalitarias y represoras, tal como sucede en la cinta en la escena de los huelguistas que son reprimidos por la fuerza del Estado.

Por otro lado, del texto El Derecho del trabajo en el cine: A propósito de Tiempos Modernos de Joaquín García Murcia quiero destacar el análisis que hace de la película cuando menciona que las dos grandes preocupaciones del hombre moderno son: el consumo como razón de la existencia y el trabajo como puente de acceso a los servicios y bienes materiales. Pues ahora, el valor de las personas y sus relaciones sociales se miden a través de un “vanorómetro” que nos indica que una persona vale por la cantidad de bienes materiales que tiene, por la marca de ropa y de celular que utilice y todo tipo de vanidades que se acercan al infinito.

Se supone que actualmente vivimos en tiempos modernos y hemos dejado atrás la barbarie y el salvajismo. Ahora en todo impera el uso de la razón y vivimos mejor que como lo hacían nuestros abuelos, sin embargo hay que cuestionar hasta que punto este supuesto uso de la inteligencia y de raciocinio nos han llevado a las guerras, a las hambrunas, a la explotación del hombre y a toda una serie de hechos que hacen dudar acerca de la razón.

Para finalizar este escrito, hago la siguiente reflexión: Los seres humanos siempre han estado buscando la felicidad, la libertad y todo aquello que se considera deseable y bueno, hemos llegado a pensar que estamos a nada de alcanzarlo, no obstante estos objetivos están en una carrera en la que los hombres los está persiguiendo como si fueran caballos galopando detrás de una zanahoria que tienen colgada en el cuello a modo de incentivo para correr más rápido.



La Torpeza

Torpeza es la condición o la característica de aquel que es torpe. El concepto alude a la falta de habilidad o de capacidad para la realización de determinadas tareas o para el desarrollo de ciertas acciones. Por ejemplo: “Perdón, rompí el jarrón debido a mi gran torpeza”, “El cantante volvió a mostrar su torpeza al tropezarse cuando subió al escenario a buscar su premio”, “Cuando manipulas objetos tan delicados, no hay lugar para torpezas”.

En ocasiones, la idea de torpeza refiere a la brusquedad o la incapacidad para la ejecución de tareas cotidianas. Supongamos que un hombre, cuando lava los platos después de una comida, suele romper alguno. Pese a su buena voluntad, es común que dañe la vajilla debido a su torpeza. Ante esta realidad, tendrá que extremar las precauciones y prestar mucha atención para evitar problemas.

En España hay un actor llamado Pepe Viyuela (Logroño 1963) que, en la década de los años 80 y 90, saltó a la fama por un personaje cómico que interpretaba en diversos programas de televisión. Se trataba de un individuo con una gran torpeza, lo que hacía que siempre acabará atrapado en una silla plegable o con cualquier artículo rodeado alrededor de su cuerpo.

La torpeza también se hace presente en el ámbito de los deportes. Un futbolista puede tener una gran inteligencia para el juego, contar con un buen estado físico y disponer de mucha fuerza. Por eso es considerado como un excelente defensor. Sin embargo, cuando este mismo futbolista debe controlar la pelota (el balón) y trasladarlo, tiene dificultades por su torpeza. Es común que se tropiece o que termine perdiendo el control ante la presión de los rivales.

En muchas ocasiones, la torpeza se vincula a una ineptitud innata: retomando el ejemplo anterior, un futbolista puede entrenar varias horas por día y, sin embargo, no conseguir dominar la pelota como la mayoría de los profesionales. En otros casos, en cambio, la torpeza está asociada a desatenciones o a la falta de voluntad. Un hombre que se apura para pintar una pared es probable que manche el techo o el suelo por torpeza.

Hay muchas personas que consideran que lo que tienen es torpeza social, lo que significa que no son especialmente habilidosas a la hora de entablar conversaciones y relaciones con otras a las que acaban de conocer. Eso les puede generar un sinfín de situaciones comprometidas, como decir algo totalmente inapropiado, e incluso verse solas, sin amigos o sin pareja.

Precisamente por eso, los psicólogos recomiendan que quienes tengan este tipo de torpeza empiecen a “trabajar” para ir dejándola de lado. Exactamente les dan los siguientes consejos:

-Deben mejorar la confianza en sí mismos.
-Tienen que apostar por tomar parte en actividades donde vayan a estar con más gente porque eso les ayudará a ir dejando de lado su torpeza. En concreto pueden apuntarse desde a clases de cocina hasta a talleres de baile, entre otras muchas propuestas.

-Deben evitar obsesionarse con las cosas que consideran que hacen mal o en las que no logran destacar.
-Es imprescindible que apuesten por una actitud positiva.
-Nadie es perfecto, por lo que también es recomendable que aprendan a reírse de sus acciones claramente fruto de la torpeza.
-Deben quedar más con sus amigos, salir y conocer gente nueva.

Habilidad Social


Sentirte bien y que los demás se sientan bien contigo. Al tomar la iniciativa en una situación social te sentirás bien contigo mismo y transmitirás esa emoción a los demás. Recuerda que las emociones se contagian y la respuesta más común a una sonrisa es otra sonrisa.

Tomando la iniciativa contagiarás esa sensación positiva a los demás, que a su vez serán más proclives a hacerte sentir bien a ti, cerrando el círculo de las emociones positivas.

Al igual que te gusta cuando alguien se interesa por ti, a los demás también les gusta. Mostrar un interés activo por alguien genera sentimientos positivos y hará que los demás también se interesen por ti. De este modo el conocimiento mutuo será mayor y se creará un ambiente de confianza que dará lugar a una relación más satisfactoria y positiva, reduciendo la posibilidad de que se alimenten tus miedos.

Enfrentarte a situaciones que habitualmente te generan ansiedad te hará crecer a nivel personal. Esto reforzará tu autoestima y facilitará que tomes la iniciativa más a menudo, empequeñeciendo poco a poco tus miedos. Recuerda que la única manera de eliminar un miedo es enfrentarse a él. No hay otra.

Cuanto más te expongas a aquellas situaciones sociales que te generan miedo, más recursos y experiencias obtendrás y como consecuencia menos miedos o inseguridades experimentarás.
Hay dos maneras de tomarse una derrota: sufrir por ella y querer volver atrás o aceptar la derrota y aprender para futuras experiencias. Yo me quedo con la segunda y lo hago porque sólo aceptando los hechos y aprendiendo del pasado puedo labrarme un futuro mejor.

Teniendo iniciativa en actos sociales te expones a rechazos, ridículo, falta de interés y demás catástrofes, pero sólo aceptando la realidad y aprendiendo de ella te sentirás mejor.

Recuerda: si no tomas la iniciativa no te rechazarán y no harás el ridículo, pero tampoco te querrán ni se interesarán por ti. Si no das la oportunidad nadie podrá saber qué tienes que ofrecer.

La práctica es la madre de todas las ciencias, dice la famosa frase. Y es verdad. Cuanto más te muevas y más practiques en ambientes sociales mejor será tu forma de comunicarte y mayores recursos ganarás.

Exponiéndote más  obtendrás recursos y experiencias y mejorará tu forma de comunicarte con los demás, provocando que la gente se sienta más a gusto a tu lado y que tú disfrutes más en ese tipo de situaciones sociales.


No Hay Peor Ciego…


El reciente informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (CIDH) "Situación de derechos humanos en Venezuela", describe cómo la dictadura impuesta por una ávida cleptocracia (Venezuela se encuentra entre los países peor situados en el índice de percepción de corrupción de Transparencia Internacional) astutamente disfrazada de socialista, destruye sistemáticamente la economía y la estructura social del que fue uno de los países más prósperos de nuestro continente.

El informe comienza afirmando que "Desde hace varios años, la CIDH ha venido observando un paulatino deterioro en la institucionalidad democrática en Venezuela que se ha profundizado e intensificado significativamente a partir de 2015". Ese proceso es el resultado de la injerencia del Poder Ejecutivo —es decir Maduro y sus adláteres— en el Poder Judicial, el Poder Electoral y los demás poderes públicos. A lo que debería sumarse la instalación del engendro de la Asamblea Nacional Constituyente con el objetivo de desplazar el Poder Legislativo legítimo, en el cual la oposición tiene (por ahora) mayoría.

La estrategia de Maduro incluye pervertir las garantías y los órganos previstos en la Constitución venezolana para garantizar la pureza del sufragio, y convertirlos en instrumentos para consolidar su dictadura mientras mantiene una apariencia de legitimidad democrática.

En cuanto al Poder Electoral, dice la CIDH, existe un conjunto de factores que determinan la falta de independencia del Consejo Nacional Electoral (CNE). Incluyendo "el incumplimiento reiterado del procedimiento establecido en la Constitución para la elección de sus integrantes" y la falta de independencia de este órgano constitucional. El CNE "ha adoptado decisiones que afectan el ejercicio de los derechos políticos de venezolanos y venezolanas, y perjudican la institucionalidad de la democracia".

El informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, acertadamente, refleja la "indivisibilidad que existe entre las afectaciones registradas en Venezuela a los derechos civiles, económicos, sociales, culturales y ambientales". Y recuerda "que la vigencia efectiva de la democracia en todo Estado, requiere como presupuesto indispensable el ejercicio pleno de todos los derechos y libertades fundamentales de sus habitantes". También resalta, por si fuera necesario, "la importancia de los órganos electorales para el ejercicio de los derechos políticos, y recuerda que para garantizar los mismos estas instituciones deben ejercer sus funciones con imparcialidad e independencia". Por ese motivo, sigue, "expresa su más profunda preocupación por las distintas medidas adoptadas por el CNE que obstaculizan el ejercicio efectivo de los derechos políticos de la población venezolana".

Debería estar claro, aún para el más ingenuo (aunque siempre es bueno recordar que no hay peor ciego que el que no quiere ver), que no basta con que los ciudadanos tengan la posibilidad de ejecutar el acto material de votar para que una elección pueda ser considerada como democrática. Para que el sufragio sea democrático necesariamente deben existir un entorno, instituciones y garantías adecuadas y suficientes, antes del acto de votar, durante el sufragio y después de este.

Esas condiciones no existen en Venezuela.

miércoles, 1 de mayo de 2019

La Identidad Social


Esta pregunta es frecuente pero la respuesta es tan inusual que se podría considerar una pregunta retórica. Es una pregunta que nos solemos hacer con regularidad cuando nos sentimos inseguros o no sabemos cómo tomar las riendas de nuestra vida.

No obstante, este artículo no pretende ser un ensayo filosófico existencial sobre el ser, ni pretende dar una respuesta trascendental que te hará reinventarte. Simplemente mostraré lo que la Psicología tiene que decir sobre la identidad y cómo ésta determina en gran parte nuestra conducta.

Con un simple vistazo a diferentes perfiles en las redes sociales podemos ver las pequeñas descripciones que hacemos de nosotros mismos. Hay quien se define como estudiante, futbolista, reportero, cinéfilo; mientras que otros se definirán como una persona alegre, simpática, divertida, curiosa, pasional, etc.

Como puede observarse, estos dos tipos de definiciones son las más comunes y presentan una diferencia fundamental entre ellas. Unas personas se definen por los grupos de los que forman parte, mientras que otras se definen por sus rasgos personales. La Psicología define el autoconcepto, el yo o “self” como un mismo constructo formado por dos identidades diferentes: La identidad personal y la identidad social.

La identidad social define al yo (el autoconcepto) en términos de los grupos de pertenencia. Tenemos tantas identidades sociales como grupos a los que sentimos que pertenecemos. Por tanto, los grupos de pertenencia determinan el grupo un aspecto importante del autoconcepto, para algunas personas lo más importantes.

Pongamos como ejemplo a un famoso cantante latino. Ricky Martin forma parte de numerosos roles, y él mismo podría definirse como hombre, artista, moreno, cantante, homosexual, millonario, hijo, latinoamericano, padre, etc. Él podría definirse con cualquiera de ellos, pero seleccionará identificarse con aquellos adjetivos que sienta que le diferencian más y le aportan un valor diferencial al resto.

Otro ejemplo representativo lo podemos ver en las pequeñas biografías que cada uno de nosotros tenemos en la red social Twitter. Definirse en base a los grupos de pertenencia es tan humano como juzgar a otras personas en función de su atuendo y conducta no verbal.

Al formar una parte tan amplia de nuestro autoconcepto, de forma irremediable, los grupos determinan nuestra autoestima. Recordemos que la autoestima es una valoración emocional-afectiva que realizamos de nuestro propio autoconcepto. Por ello definirse en base a grupos de alto estatus social supondrá una alta autoestima, mientras que quienes formen parte de grupos poco valorados socialmente, tendrán que utilizar estrategias de apoyo en la identidad personal para lidiar el decremento en su valoración.

De esta forma vemos el alto impacto que tienen en nuestra autoestima y autoconcepto, los distintos grupos a los que pertenecemos.


Diversidad E Identidad


“El mundo entero vive la presión de la mentalidad originada
en los Tiempos Modernos, una manera de ver la realidad que
ha estado regida por la razón pura, la ciencia positiva y la
proscripción del pensamiento mágico. Ahora, cuando esa
mentalidad nos ha conducido a la crisis más profunda de la
historia, los países a pleno desarrollo deberían hacer un alto
para evaluar las virtudes y defectos del progreso material”.
Ernesto Sábato


El estudio de la diversidad y la identidad iberoamericana presenta características definidas, muy diferentes de las existentes en otros contextos. Por ello, no son de aplicación a dicha investigación algunas teorías que intentan aplicar modelos exógenos a ese escenario subregional.

No existe una realidad social única. Ciertas metodologías construidas para analizar una realidad (como la europea o la norteamericana, v. g.) no deben aplicarse urbi et orbi ni erga omnes pretendiendo extenderse a otros contextos disímiles. Tampoco resultan adecuados ciertos paradigmas o narrativas sobre la identidad ni algunas hipótesis eurocéntricas que aspiran legitimarse en el escenario latinoamericano apoyadas en un controvertido criterio de autoridad. 

Lamentablemente, algunos investigadores vernáculos - con recurrente afán imitativo - han pretendido aplicar ciertas teorías exógenas en nuestro propio escenario regional. Como era previsible, no tuvieron éxito y fueron abandonadas. La razón fue que los instrumentos teóricos utilizados para las investigaciones habían sido especialmente creados para operar en otro contexto.

Cada realidad necesita ser examinada con su metodología adecuada. Y dadas las circunstancias de rigurosa originalidad que presenta América Latina, es exigible que se recurra al instrumental teórico más idóneo para poder descubrirla tal cual es y tal como se ofrece para ser conocida. Hasta el presente, las miradas que llegaron desde Europa fueron - - alternativamente - paternalistas, prejuiciosas o de una viciada ideología etnocentrista. 

En ese ámbito geográfico americano cohabitan tiempos superpuestos y un espacio donde tiene carnadura lo que Alejo Carpentier llamó lo real maravilloso. 

En La Revolución Digital


¿Qué pinta un humanista en plena revolución digital? En un mundo donde todo se reduce a la computación de ceros y unos, a algoritmos, sensores, aluviones de datos, robots, procesos automatizados, ¿dónde queda espacio para los analógicos saberes en torno al ser humano? Es una pregunta que preocupa y que circula en el mundo de las Humanidades, mientras vamos viendo cómo se van recortando a buen ritmo este tipo de materias en institutos y universidades.

Ya sabemos con certeza que los trabajos del futuro serán mayormente tecnológicos: muchos de los que existirán dentro en una década aún no podemos ni imaginarlos. Según la Comisión Europea en 2020 quedarán desiertos más de 750.000 empleos en áreas cientifico-técnicas(paradójicamente, también existe escasez de vocaciones científicas). Pero en este panorama hipertecnológico los humanistas todavía pueden jugar varios papeles. El más obvio: aprovechar los avances digitales para sus propias disciplinas, en lo que se han llamado las Humanidades Digitales. Pero no solo eso: también colaborar al propio desarrollo tecnológico (como colabora la filosofía o la psicología en el desarrollo de la Inteligencia Artificial) o, sobre todo, crear un marco de sentido para lo que se nos viene encima. Para poner unos límites a la Revolución Tecnológica que la hagan compatible con el ser humano tal y como lo conocemos. Si es que tal cosa es posible.
Aunque a primera vista pudiera no parecerlo, el desarrollo de la tecnología ha estado y está fuertemente imbricado con ciertas ramas de las Humanidades, sobre todo las más filosóficas. “Muchos de los desarrollos tecnológicos han salido primero de la mente de los filósofos para luego ser desarrollados por ingenieros”, afirma el filósofo de la ciencia y la tecnología David Casacuberta, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Hoy en día esa imbricación continúa. “Hay diversos aspectos de la tecnología que se tocan con cuestiones éticas”, explica  Casacuberta. Pone como ejemplo el comportamiento de los coches autónomos, que funcionan sin conductor y que tendrán que decidir cómo actuar en diferentes casos, si dada la posibilidad de un choque tiene optar por salvar a las personas o al coche más caro, etc. O en sistemas que decidan a quién dar un préstamo bancario y a quién denegárselo. Con la llegada de las superinteligencias que pueden llegar a competir e incluso superar a la humana, los protocolos éticos serán indispensables. Al fin y al cabo las Leyes de la Robótica de Isaac Asimov, que prohíben a los robots dañar a los humanos por acción u omisión, no son más que uno de estos protocolos.

En un futuro el manejo de la tecnología se habrá simplificado tanto que, según algunos expertos, los perfiles más técnicos, como los de los programadores, serán menos necesarios y emergerán otros de carácter más humanístico. “Con los avances que está habiendo en inteligencia artificial las herramientas van a ser cada vez más sencillas de manejar a un nivel técnico y probablemente lo que se necesite entonces sea gente que sepa hacer las preguntas pertinentes, como psicólogos o filósofos”, concluye Juan Antonio Torrero, responsable de big data de Orange España.


La relación entre el desarrollo de la inteligencia artificial y la filosofía, la lingüística o la psicología es evidente. Por ejemplo, el célebre filósofo estadounidense Daniel Dennett ha trabajado extensamente en este ámbito. “Los filósofos han soñado con la inteligencia artificial durante siglos”, escribe en uno de sus artículos, “Hobbes y Leibniz, en formas muy diferentes, intentaron explorar la idea de romper la mente en pequeñas operaciones mecánicas. Descartes incluso anticipó el test de Turing (un experimento ideado por Alan Turing para verificar si existe inteligencia artificial)”. Otro notable filósofo implicado en temas como inteligencia artificial y singularidad tecnológica es Nick Bostrom, director del Instituto para el Futuro de la Humanidad de Oxford

Ante el posible surgimiento de una superinteligencia artificial: “Lo mejor que podemos hacer ahora mismo es impulsar y financiar el pequeño pero pujante campo de investigación que se dedica a analizar el problema de controlar los riesgos futuros de la superinteligencia”, escribió en la revista Edge, “será muy importante contar con las mentes más brillantes, de tal manera que estemos preparados para afrontar este desafío a tiempo”.

Dar Sin Esperar Nada A Cambio

La vida está llena de pensamientos, sentimientos, personas negativas… Pero, aunque a veces nos veamos y nos sintamos tentados a dejarnos llevar por esa negatividad, debemos potenciar todo aquello positivo que nos haga sentir bien con nosotros mismos.

Hay muchas cosas que podemos hacer y que nos hacen sentir bien con nosotros mismos. Una sensación que no se puede comparar con nada. Un sentimiento de gratificación que nos produce una gran felicidad.

«Creo que he aprendido que la mejor manera de levantarse uno mismo es ayudar a otra persona»
-Booker T. Washington-

Uno de los pensamientos y acciones en las que más pecamos, es la de dar siempre algo esperando recibir una recompensa por ello. A esto no se le puede denominar dar y ayudar, no recibiremos la misma gratificación que si lo hiciésemos sin esperar nada a cambio, pues en el caso de esperarlo es un intercambio.

¿Alguna vez has dado o ayudado de verdad sin esperar nada?, ¿verdad que has sentido una sensación de bienestar inexplicable? Potenciar estas pequeñas cosas que en ocasiones creemos insignificantes, nos permitirá ser mucho más felices.

Una sonrisa a la cajera del supermercado, ayudar con las bolsas a alguien que va muy cargado, devolver una cartera que se le ha caído al transeúnte Todo esto, todas las pequeñas acciones que realizamos de forma voluntaria, nos provocan una sensación de placer y bienestar inexplicables.

Hay un dicho que circula y que dice que «quién da más, recibe más«, pero eso sí siempre sin querer recibir recompensa alguna por ello o reciprocidad en sus actos. Una forma desinteresada de ayudar a alguien, una forma de sentirnos bien con nosotros mismos y de hacer sentirse bien a los demás.

Atrévete a caminar aunque sea descalzo, a sonreír aunque no tengas motivos, a ayudar a otros sin recibir aplausos.

En muchas ocasiones te habrá ocurrido que has ayudado a alguien que ha rechazado tu ayuda o que has ayudado, y al final esa ayuda no se ha visto plasmada. Debemos fijarnos bien y observar quién de verdad necesita nuestra ayuda y quien puede «arreglárselas solo». Pues en ocasiones las personas tienen que pasar por ciertas dificultades para hacerse más fuertes y aprender.

También, existen las personas que por orgullo o arrogancia no desean tu ayuda porque se sienten insultadas. Creen que las ves como personas débiles y eso les incomoda. Ante esto, no te esfuerces. Las personas que de buenas a primeras rechazan tu ayuda no merecen que sigas insistiendo, más que nada porque lo harás peor.

Ayuda y da, deliberadamente, a aquellas personas que de verdad lo necesiten. Personas que pueden ser cercanas o totalmente desconocidos. El ofrecer ayuda, en ocasiones, se vuelve un arte, ya que no todo el mundo está dispuesto a ser ayudado ni siempre es bueno ayudar. Por lo que es importante encontrar el momento adecuado.

Dar y ayudar también puede ser una muy buena forma de hacer buenas amistades, de interactuar con los demás y descubrir personas muy especiales y bellas.
Nunca olvides que recibes lo que un día sembraste.

Dar desde la ternura y la compasión
Aunque no recibas nada, el placer que sientes al dar y ayudar de forma desinteresada no te lo podrá dar nada más. Además, piensa que las cosas buenas que das, las cosas buenas que tú haces, eso es lo que recibirás el día de mañana. Richard Davidson, neuropsicólogo e investigador, asegura que dar a través de la ternura y la compasión cambia la estructura cerebral y que su influencia abarca muchos ámbitos. Afirma que «una de las cosas más interesantes que he visto en los circuitos neuronales de la compasión es que la zona motora del cerebro se activa: la compasión te capacita para moverte, para aliviar el sufrimiento«.

En muchas ocasiones te habrá ocurrido que has ayudado a alguien que ha rechazado tu ayuda o que has ayudado, y al final esa ayuda no se ha visto plasmada. Debemos fijarnos bien y observar quién de verdad necesita nuestra ayuda y quien puede «arreglárselas solo». Pues en ocasiones las personas tienen que pasar por ciertas dificultades para hacerse más fuertes y aprender.

También, existen las personas que por orgullo o arrogancia no desean tu ayuda porque se sienten insultadas. Creen que las ves como personas débiles y eso les incomoda. Ante esto, no te esfuerces. Las personas que de buenas a primeras rechazan tu ayuda no merecen que sigas insistiendo, más que nada porque lo harás peor.

Ayuda y da, deliberadamente, a aquellas personas que de verdad lo necesiten. Personas que pueden ser cercanas o totalmente desconocidos. El ofrecer ayuda, en ocasiones, se vuelve un arte, ya que no todo el mundo está dispuesto a ser ayudado ni siempre es bueno ayudar. Por lo que es importante encontrar el momento adecuado
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Dar y ayudar también puede ser una muy buena forma de hacer buenas amistades, de interactuar con los demás y descubrir personas muy especiales y bellas.


Nunca olvides que recibes lo que un día sembraste.

La Exigencia Desmesurada


A todos nos gusta que las cosas salgan bien. Pero también somos conscientes de que nuestros planes o aspiraciones no siempre terminan tal y como lo habíamos ideado. Existen numerosos factores e imprevistos que son imposibles de controlar y no conseguir los resultados esperados puede llegar a frustrarnos. 
Cuando la exigencia nos exige demasiado, podemos llegar a pasarlo realmente mal.

Hay quienes convierten la conquista de la perfección en una meta obsesiva, que les genera malestar e insatisfacción continua. Son personas demasiado exigentes, cuyas intransigencias con ellos mismos y los demás se convierten en un auténtico problema. Vivir en una sociedad tan competitiva como la actual, en ocasiones, nos impone metas inalcanzables. Sin embargo, lo importante es saber cuando podemos exigirnos un poco más o cuando es momento de levantar el pie del acelerador.

Ser demasiado exigentes
Cuando alguien exigente es consciente de sus fallos y se da cuenta de que no puede conseguir lo que se proponía, se siente mal, se culpa, se castiga y se machaca por dentro. Esta actitud no beneficia, sino que genera sentimientos negativos como la insatisfacción. Una insatisfacción fruto de unos propósitos no siempre del todo reales. Es por ello tan importante aceptar que el error es parte del día a día y que no siempre saldrá todo como esperamos.

Ser tan auto-exigente, más que una virtud, puede convertirse en un defecto que nos acarree problemas con nosotros mismos y con los demás. Las personas exigentes a menudo son tan intransigentes con los demás como con ellos mismos. Esta actitud no lleva a nada bueno. No se puede pedir a nadie más de lo que es capaz de dar, ni esperar que los demás sean como nosotros queremos. No todos tenemos las mismas capacidades, ni los mismos gustos, ni las mismas aspiraciones, ni vemos la vida con el mismo prisma.

La exigencia desmesurada genera estrés y ansiedad. Una persona exigente busca permanentemente la perfección. No conseguirla le crea insatisfacción, una emoción tóxica que lleva a la infelicidad. 
Además, suelen mostrarse susceptibles y sensibles a las , ya sean constructivas o destructivas. Por ejemplo, no soportan que alguien les diga cómo hacer las cosas.

El origen de esta intransigencia generalmente está asociado a un problema de autoestima, a no aceptarse como uno es. El primer paso será, por tanto, aprender a respetarnos, es decir, a querernos como somos, con nuestras virtudes y defectos.

Para dejar que la exigencia se convierta en un problema, habrá que cambiar las prioridades y aspiraciones. En lugar de perseguir la perfección, uno debe ser consciente de cuáles son sus limitaciones y también percatarse de las limitaciones de los demás.

Muchas personas proyectan sus exigencias en los demás causando problemas emocionales. Hay padres que frustran la felicidad de sus hijos exigiéndoles continuamente que sean perfectos. Esto genera en los niños un sentimiento potencial de culpabilidad e inseguridad ya que sus progenitores les hacen sentir que nunca cumplen con las expectativas y se sienten, además, incapaces para hacerlo.

La exigencia y las relaciones de pareja
La exigencia con desmesura también puede afectar a las relaciones de pareja, por lo que habrá que saber medir los niveles de intransigencia a los que sometemos y retamos a la otra persona para no deteriorar o acabar con la relación. Cuando mantenemos una relación de pareja, solemos proyectar nuestras expectativas en la otra persona. Pero, ¿qué ocurre cuando nuestras expectativas no coinciden con el comportamiento de nuestra pareja? Sufrimos, nos enfadamos.

Aquellos que son tan exigentes, pueden culpar a la pareja de ser la causa de su infelicidad. Cuando las expectativas no se cumplen, culpamos a la otra persona. «Antes no eras así, has cambiado», dicen mucho. El quid de la cuestión, es que todos cambiamos con el tiempo. Sino, estaríamos anclados a un inmovilismo que nos impediría evolucionar. Por tanto, amar sin exigencias, es amar respetando el crecimiento personal del otro.


Ser una persona exigente no tiene por qué convertirse en algo negativo si sabemos gestionarlo y ponerle límites. La exigencia nos puede ayudar a alcanzar metas o conseguir retos, algo que mejorará nuestra autoestima. Pero tenemos que ser conscientes de que, aunque pongamos todo nuestro empeño en hacer las cosas bien, no siempre obtendremos los resultados esperados. 

La vida no es perfecta y las personas tampoco lo somos.

La Mente Colapsada


Hay personas muy inteligentes y con muchas ideas en la cabeza, pero aún así, no saben qué hacer. Y es que quizás el exceso de ideas y el constante análisis de cada una de ellas, puede provocar lo que se conoce como "parálisis por análisis", que sería una especie de dilación bien intencionada, pero que no hace que salgamos del "atasco". 


Para ello, hoy vamos a usar la respuesta de Marc Chernoff a un lector que reconocía que quería lograr muchas cosas y que tenía muchas ideas en mente, las cuales podrían ser fáciles de ejecutar, pero que llegado el momento de pasar a la acción, le venían dudas a la cabeza, se asustaba y comenzaba a preocuparse por las posibilidades de fracasar o tener éxito. 

Chernoff le ha respondido con una historia que vamos a analizar a continuación: 

"Una mujer anduvo perdida en el desierto durante 3 días enteros sin agua. Justo cuando ya no podía más y estaba a punto de caer rendida, vio lo que parecía ser un gran lago a unos pocos cientos de metros frente a ella. "¿Sería realmente un lago o sería un espejismo causado por su debilidad?", se preguntó ella. 

Consiguió sacar fuerzas de la flaqueza y dirigirse para averiguarlo. No era un espejismo, sino un gran lago de agua potable. 
Sin embargo, mientras estaba literalmente muriéndose de sed, no se atrevía a beber agua. Ella se quedó de rodillas junto al lago, mirándolo. 

Un hombre pasó montado en un camello y vio la escena. Observó los labios secos de la mujer y su notable debilidad por la escasez de agua. Y le pareció extraño que la mujer no tomara el agua que tanta falta le hacía. 

Se bajó del camello y se dirigió hacia la mujer para preguntarle: "Señora, por qué no bebe un poco de agua?" 

Ella miró al hombre con una expresión de angustia en su rostro y con lágrimas en los ojos. La mujer le dijo al hombre: "Me estoy muriendo de sed, pero aquí hay demasiada agua y no creo que pueda beberla toda". 

El transeúnte sonrió, se agachó, cogió un poco de agua con las manos y le dio de beber a la mujer. Le dijo: "Señora, debe entender que no tiene por qué beberse todo el agua para saciar su sed. Simplemente debe tomar un sorbo para saciar su sed. Y luego, si lo desea, otro sorbo". 

Y hasta aquí esta historia que estoy seguro de que a muchos lectores les ha parecido estúpida, así como estúpido el comportamiento de esta señora que muerta de sed no bebía agua. 

Y sin tan estúpido es el comportamiento de esta mujer y la historia, ¿por qué somos tan estúpidos? 

Lo que le ocurre a la mujer de esta historia imaginaria es lo que a la mayoría de nosotros nos ocurre muy a menudo. Cuando pensamos en objetivos, no pensamos en el pequeño sorbo, sino que intentamos imaginarnos si podremos bebernos todo el agua del lago o no, es decir, pensamos en el resultado, y no en las pequeñas acciones. 

Asimismo, es muy probable que una persona con muchas ideas en la cabeza, acabe más paralizado que aquella persona que sólo tiene una idea, porque el segundo, no tiene mucho donde elegir. 

Enfócate menos en el futuro, y más en el presente. 

Nadie puede predecir con exactitud lo que será o lo que acabará haciendo en un futuro. Tanto si pensamos en el pasado como si nos obsesionamos con el futuro, estamos provocando un bloqueo y un estrés innecesario. Céntrate en el primer paso que debes dar ahora, en el primer sorbo. 

Sociedad


El compromiso social o responsabilidad social es un concepto referido a la obligación que recae sobre un grupo de personas que conforman una sociedad, de forma individual o grupal. Esa obligación puede ser con ellos mismos y/o con el resto de la sociedad.

Este término hace una valoración del efecto que acarreen las decisiones tomadas por el grupo. Esa valoración puede ser negativa o positiva y entra dentro del marco de la ética, lo legal u otros ámbitos.
La responsabilidad o compromiso social establece que todo individuo tiene una obligación con el resto a la sociedad pues pertenece a ella.

Una sociedad se compone de cada persona que participa en ella y lo que haga o deje de hacer, así sea una acción mínima, repercute en la vida social.

El compromiso u obligación de cada ser humano es con el resto de la sociedad, con el fin de obtener el bienestar colectivo y contribuir al equilibrio social.

El origen de este término y de lo que representa viene dado con la creación del término “materialismo histórico”, donde el hombre tiene un papel fundamental en el desarrollo de la sociedad donde tiene la responsabilidad de educarse para aprender a resolver los problemas que le rodeen.

El ser humano desde que comenzó su vida en comunidad y se estableció una sociedad, se ha visto obligado a cumplir con ciertas reglas para una mejor convivencia.

Esas reglas se adecuan al lugar y al tiempo, por ende, están en constante evolución.

Para la Edad Contemporánea, el auge científico y tecnológico se apodera de todos los ámbitos de la sociedad.

La educación, la eficacia, la eficiencia y las habilidades comunicativas conformaban algunos de los requisitos para formar parte de una sociedad funcional.

Dichos comportamientos pasan a ser una responsabilidad ante la sociedad. Las empresas son las que tienen el poder pues el mercado tiene una figura resaltante ya que mueve el dinero que sustenta a la sociedad.

El compromiso social es un ente histórico, lo que significa que cambia y se adapta a la época, lugar y la mentalidad de las personas que habitan en determinado momento.

En cada época el sentido de lo bueno y lo malo cambia dependiendo del desarrollo histórico y cultural de la comunidad.


La responsabilidad de las personas es con la sociedad moral. Aunado a esto, las normas de convivencia las dicta la entidad que tenga mayor poder en el momento, así puede mencionarse a la iglesia, el Estado o las empresas.

Temor A Las Represalias


Un estudio ha revelado que el 90 por ciento de los proveedores de servicios de atención médica no han informado de errores o percances debido a la preocupación por posibles responsabilidades y vergüenza.

La encuesta anónima entre doctores, enfermeras y otros profesionales médicos realizados en John Hopkins, en los sistemas sanitarios judíos de North Shore-Long Island en New York, la Universidad de Washington en St. Louis, y la Universidad de Miami ha revelado que los médicos, enfermeras y otros profesionales médicos no informan de errores o percances. Esta negativa surge del deseo de no causar problemas o por vergüenza.

El Dr. Kendra Harris, quien llevó a cabo es estudio, publicó un comunicado de prensa en el que afirmaba que "la presentación de informes no es un fin en si mismo. Ayuda a identificar peligros potenciales, y cada uno de los miembros del equipo de atención médica proporciona una perspectiva que puede hacer que los pacientes estén más seguros". La mayoría de los participantes reconocieron que tenían el deber de informar de errores médicos, pero que esta responsabilidad quedaba en un segundo plano, tras los intereses propios.

Los doctores no informan completamente a los pacientes
La misma vergüenza y miedo a posibles responsabilidades no sólo lleva a no informar de errores a sistemas de registros en línea, sino que también lleva a algunos médicos a decir "verdades a medias" a los pacientes o a ocultarles información. Una encuesta de Health Affairs descubrió que dos quintas partes de los participantes no comparten sus relaciones financieras con las compañías farmacéuticas y de aparatos médicos con sus pacientes. La mayoría de los participantes admitieron proporcionar una perspectiva más positiva a los diagnósticos de sus pacientes de lo que en realidad estaba garantizado, y el 10 por ciento admitió haber dicho algo que no era verdad a sus pacientes.

De nuevo, la causa parece ser el temor a posibles responsabilidades y a la vergüenza. El Dr. Otis Webb Brawley, jefe médico de la Sociedad Americana de Cáncer, destacó en un artículo publicado por la CNN que los médicos son personas, y las personas tienen una tendencia a cubrir los errores. Además, los médicos pueden no estar dispuestos a admitir una pérdida del control sobre el resultado de un paciente, lo que lleva al doctor a distorsionar u ocultar información.


Si cree que ha resultado dañado por una atención médica negligente, póngase en contacto con un abogado experimentado en negligencias médicas para discutir sus derechos legales y si existe una compensación potencial.

La Curiosidad

“La curiosidad es la forma que tiene el cerebro de marcar la información que merece la pena recordar”, destaca el investigador. Las imágenes cerebrales revelaron también que cuando los participantes fallaban una respuesta, se incrementaba la actividad en las áreas cerebrales de la memoria, puesto que estaban preparándose para conocer la respuesta correcta y retenerla, lo que parece indicar que la curiosidad mejora la memoria cuando la información nos sorprende.

“La curiosidad es la forma que tiene el cerebro de marcar la información que merece la pena recordar”, dice Camerer

Además, aprender motivados por el deseo de conocer nuevos conocimientos provoca que la memoria funcione con más precisión, incluso a medio plazo. Eso fue lo que ocurrió en ese mismo estudio, en el que los participantes con más curiosidad recordaban conceptos con mayor detalle que el resto hasta dos semanas después de haberlos asimilado.

La mirada nos delata
Tratar de responder a cuestiones que nos rodean no es algo exclusivamente humano. Numerosas especies animales muestran rasgos curiosos, y no solo nuestros primos los simios. “Animales tan simples como el Caenorhabditis elegans, un gusano cuyo sistema nervioso contiene solo 302 neuronas, muestran un rudimentario tipo de curiosidad al buscar comida”, señala Kidd. 

No hay más que pensar en cualquier perro moviendo su cola impacientemente cuando le queremos dar algo que tenemos escondido en una bolsa. Tanto humanos como animales nos ponemos en alerta ante la novedad o lo inesperado.

“Una persona buscando la respuesta a una pregunta interesante y un perro tratando de averiguar el origen de un aroma desconocido son dos ejemplos del deseo de aprender sobre el mundo que les rodea”, comenta a Sinc Ethan Bromberg-Martin, neurocientífico del Instituto Kavli de Neurociencias de la Universidad Columbia (EEUU).

Como los perros cuando mueven su cola, nosotros también mostramos de forma involuntaria nuestra curiosidad. Los movimientos oculares nos delatan. Las personas curiosas que observan un lugar se fijan más en los detalles y en los rincones que otras que no lo son, moviendo más sus ojos.

Pero además, una reciente investigación muestra que el deseo intrínseco de aprender se hace patente cuando nos hacen preguntas. A través de una pantalla de ordenador y una herramienta que medía los movimientos oculares, los voluntarios del estudio leían cuestiones y tenían que esperar unos segundos hasta que la respuesta aparecía. 

Los neurocientíficos han diseñado un algoritmo que predice lo curiosa que es una persona por sus movimientos oculares

“Los participantes más curiosos miraban antes que el resto hacia el lugar en el que esperaban hallar la respuesta, demostrando una mayor anticipación”, apunta a Sinc Jacqueline Gottlieb, investigadora también del Instituto Kavli y una de las autoras del estudio. Con estos resultados, los neurocientíficos han diseñado un algoritmo capaz de predecir lo curiosa que es una persona analizando sus movimientos oculares.

En opinión de Gottlieb, el deseo por conocer información también activaría las áreas cerebrales relacionadas con los sistemas de atención, dado que influye en los movimientos de los ojos, aunque matiza que, de momento, no se ha estudiado.


Dar Y Recibir

Hay veces que tenemos la sensación de que estamos dando y dando pero, sin embargo, no estamos recibiendo. Esto nos suele ocurrir cuando estamos tristes, pues no obtenemos ningún tipo de recompensa tras el acto de dar y acabamos pensando que el mundo no es merecedor de nuestra dedicación. Porque dar mucho y recibir poco, cansa y desgasta.

Si te ocurre esto, lo mejor es abandonar tu puesto y relegar esas obligaciones que te has impuesto, pues es un intercambio que resulta tóxico para ti y que, por lo tanto, destruye tu saludCuando te cansas de dar y dar mucho sin recibir puede que, incluso, acabes evitando que alguien te ofrezca ayuda. Así, la falta de reciprocidad se acaba alimentando de una espiral de desencanto y de dolor.

Algo va mal si te estás cansando, si te invade la tristeza, la desilusión o el desencanto y si sientes que lo que haces por la otra persona es una carga cuando no debería serlo. Hay personas que pueden chuparnos, literalmente, la energía.

Es probable que ellos no se den cuenta, por eso siempre es recomendable y necesario armarse de valor y aclarar estas cuestiones. También puede que sí que se percate del tema pero que le interese mantener la situación. Entonces, lo mejor es poner a prueba ese interés dejando de esforzarnos por satisfacer sus necesidades y ver lo que sucede después.

Una actitud egoísta se ve a leguas, solo necesitamos mirar en la dirección adecuada.
No vale de nada luchar contra viento y marea y dar mucho por una persona que no mueve ni un dedo. No sirve ayudar constantemente a alguien con un trabajo que no está interesado en aprender a realizar. No nos hace bien dar sin recibir.

No podemos dedicarnos a los demás y olvidarnos de nosotros. La única gratitud sin la que no podemos vivir es la gratitud a uno mismo, pues es el pilar del amor propio y el cimiento de nuestro crecimiento personal.

Cuando ayudamos a alguien le estamos ofreciendo una parte muy importante de nosotros. Esto nos enseña a apreciarnos, por lo que es esencial cuidar esta parcela de nuestra vida.

Obviamente, no vamos a dar ni a agradecer nada a quien se está aprovechando de nosotros. Eso nos haría sentir necios, a la vez que resulta peligroso para nuestro autoestima y nuestro bienestar.

Por otra parte, dicen que nunca es suficiente el agradecimiento a aquel que no te abandonó en los malos momentos. Por eso, ofrecer buenas palabras, buenos sentimientos, buenos actos y buenos pensamientos para quien nos ayudó en algún momento es muy importante, ya que esto nos ayudará a recordar el valor de la bondad y del ofrecimiento a los demás.

Solo nos hace falta darnos cuenta de lo que agota y desmoraliza dar demasiado sin recibir nada a cambio para conocer el valor de la gratitud.

La verdad es que podemos agradecer lo que los demás hacen por nosotros de muchas maneras. Podemos hacerlo con una simple sonrisa, con unas palabras o con nuestras acciones. Lo que está claro es que el agradecimiento es siempre una forma de dar o de corresponder por algo que hemos recibido.

La reciprocidad sana es aquella que tiene como base un intercambio que responde a la gratitud. Ofrecer un gracias o cualquier otro acto de recompensa es reconocer que la persona a la que tenemos delante hizo algo que nos produjo felicidad.

El agradecimiento es un importante pilar para nuestro bienestar y para nuestra salud. Su ausencia nos duele y nos frustra, llegando a crear una espiral de lamentos y de quejas que nos hará sentirnos tristes y desilusionados.

Agradecer y ser receptores de gratitud nos hace sentir personas válidas y merecedoras de amor, lo que mantiene nuestra autoestima y nuestro bienestar emocional en buenas condiciones. Tanto en los buenos como en los malos momentos nos reconforta y nos impulsa a seguir dando y, por supuesto, a seguir queriendo recibir.