“La curiosidad es la forma que tiene el cerebro de marcar la
información que merece la pena recordar”, destaca el investigador. Las imágenes
cerebrales revelaron también que cuando los participantes fallaban una
respuesta, se incrementaba la actividad en las áreas cerebrales de la memoria,
puesto que estaban preparándose para conocer la respuesta correcta y retenerla,
lo que parece indicar que la curiosidad mejora la memoria cuando la información
nos sorprende.
“La curiosidad es la forma que tiene el cerebro de marcar la
información que merece la pena recordar”, dice Camerer
Además, aprender motivados por el deseo de conocer nuevos
conocimientos provoca que la memoria funcione con más precisión, incluso a
medio plazo. Eso fue lo que ocurrió en ese mismo estudio, en el que los
participantes con más curiosidad recordaban conceptos con mayor detalle que el
resto hasta dos semanas después de haberlos asimilado.
La mirada nos delata
Tratar de responder a cuestiones que nos rodean no es algo
exclusivamente humano. Numerosas especies animales muestran rasgos curiosos, y
no solo nuestros primos los simios. “Animales tan simples como el Caenorhabditis
elegans, un gusano cuyo sistema nervioso contiene solo 302
neuronas, muestran un rudimentario tipo de curiosidad al buscar comida”, señala
Kidd.
No hay más que pensar en cualquier perro moviendo su cola
impacientemente cuando le queremos dar algo que tenemos escondido en una bolsa.
Tanto humanos como animales nos ponemos en alerta ante la novedad o lo
inesperado.
“Una persona buscando la respuesta a una pregunta
interesante y un perro tratando de averiguar el origen de un aroma desconocido
son dos ejemplos del deseo de aprender sobre el mundo que les rodea”, comenta a
Sinc Ethan Bromberg-Martin, neurocientífico del Instituto Kavli de
Neurociencias de la Universidad Columbia (EEUU).
Como los perros cuando mueven su cola, nosotros también
mostramos de forma involuntaria nuestra curiosidad. Los movimientos oculares
nos delatan. Las personas curiosas que observan un lugar se fijan más en los
detalles y en los rincones que otras que no lo son, moviendo más sus ojos.
Pero además, una reciente investigación muestra que el deseo
intrínseco de aprender se hace patente cuando nos hacen preguntas. A través de una
pantalla de ordenador y una herramienta que medía los movimientos oculares, los
voluntarios del estudio leían cuestiones y tenían que esperar unos segundos
hasta que la respuesta aparecía.
Los neurocientíficos han diseñado un algoritmo que predice lo
curiosa que es una persona por sus movimientos oculares
“Los participantes más curiosos miraban antes que el resto
hacia el lugar en el que esperaban hallar la respuesta, demostrando una mayor
anticipación”, apunta a Sinc Jacqueline Gottlieb, investigadora también del
Instituto Kavli y una de las autoras del estudio. Con estos resultados, los
neurocientíficos han diseñado un algoritmo capaz de predecir lo curiosa que es
una persona analizando sus movimientos oculares.
En opinión de Gottlieb, el deseo por conocer información
también activaría las áreas cerebrales relacionadas con los sistemas de
atención, dado que influye en los movimientos de los ojos, aunque matiza que,
de momento, no se ha estudiado.
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