El estudio de los albores del género de la literatura de
linajes pone de manifiesto la libertad con la que los autores escriben. A
caballo entre la historiografía y la ficción literaria, entre el documento y la
obra propagandística, los libros de linajes dicen mucho sobre las
representaciones de la nobleza tardo medieval y su imaginaire. Pero ello explica también
que algunos lectores coetáneos pudieran juzgarlos con severidad.
Creo que la existencia de un discurso propio de las casas
nobles, producido y controlado por ellas, tanto oral como escrito, justifica
una empresa intelectual como la de Fernán Pérez de Guzmán en sus Generaciones y semblanzas. Cuando leemos
el prólogo de dicha obra, tenemos por de pronto la impresión de que el señor de
Batres está prologando otro libro.
Lo esencial del prólogo gira en torno a la historia y cómo
debe escribirse la historia y, a menudo, se ha dicho que es uno de los primeros
textos sobre el carácter casi científico de la verdad histórica.
¿Qué relación
tienen estas ideas con las semblanzas que siguen? Cuando Fernán Pérez se
refiere a grandes nobles, de linajes poderosos y principales, es decir aquellos
de los que podemos suponer eran “productores” de un discurso sobre sí mismos,
insiste muy a menudo en lo dudoso de muchas afirmaciones sobre tal o cual
antepasado.
Entendemos entonces que la tarea del historiador Fernán
Pérez de Guzmán consiste en poner en duda muchas de las leyendas que se
contaban o leían sobre tal o cual linaje. Era pues ante todo el discurso de los
linajes lo que justificaba todo lo dicho en el prólogo de las Generaciones. Esta obra guarda una
estrecha relación con los primeros libros de linajes y no en vano encontramos
casi todos los motivos característicos de dicha literatura (la mitología de los
antepasados, los códigos caballerescos, la lucha contra el infiel…).
Ahora bien, se opone
a ellos en el sentido en que Fernán Pérez quiere “hacer historia” con los
linajes y por lo tanto cultivar la árida y pedregosa tierra de la verdad. Se
permite así salir de la lógica apologética que iba forzosamente contra la
verdad de los hechos.
Ello explicaría también los “efectos” de una obra como las Generaciones. Si bien el autor considera
la influencia del linaje y establece una diferencia entre aquellos que son de
buen linaje y los que son de bajo linaje, la organización textual de las Generaciones obedece
menos a la lógica del libro de linajes que al modelo antiguo de las vitae, es decir de los viri ilustres.
Por encima del linaje está siempre la virtud y, por lo tanto, lo que cuenta es
el individuo, más que el linaje: las “semblanzas” priman sobre las
“generaciones”, como lo comprendió, por cierto, el principal seguidor de Fernán
Pérez de Guzmán, Hernando del Pulgar, llamando a su obra Claros varones de España.
Tal vez por
ello, entre otras razones, se impusiera en la mente de un obsesionado del
linaje como lo fue Ferrán Mexía la necesidad de componer una obra como su Nobiliario vero: “vero” para
distinguirlo de aquellos tan fantasiosos de los reyes de armas, pero “vero”
también con ánimo de fundar una nueva racionalidad de la nobleza de la que
surgiría su modernidad.
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