El intelecto, según las más tradicionales perspectivas, es
la capacidad que tiene un ser humano de
comprender los datos que se le están exponiendo.
Sin embargo, hay intelectuales que afirman sólo se trata del mismo pensamiento.
Todo este proceso ocurre
en la mente de una persona, en la que se unen
las piezas que posiblemente conforman la esencia de un tema. Sin embargo, esto
no sólo se aplica a los tópicos que requieren de esfuerzo para lograr
discernirlos, sino la comprensión del mundo que nos rodea en general, mantener
un contacto estable con la realidad.
En un trasfondo histórico, los antiguos filósofos, como
Aristóteles y Platón, definían el entendimiento como ente completamente
abstracto, que trabaja en conjunto con el alma y el cuerpo. Lo definían con la
metáfora de un caos reinante en el cosmos, que era sustituido armónicamente por el orden de
los elementos. Con él se podía captar la esencia de alguien
o algo, se lograba “leer dentro”. Sin embargo, estas
definiciones han mutado con el paso del tiempo,
logrando concebir nuevas acepciones sobre el término, que han brindado una
perspectiva mucho más amplia de lo que es el intelecto para el ser humano.
Dentro de esto operan elementos como la razón, los
sentimientos, la compresión y la interpretación, que permiten la creación de
una visión realista, que exprese las variables de una situación.
La inteligencia también
forma parte de este grupo, pero, a menudo es confundida con el mismo intelecto;
esta representa, en realidad, a la capacidad de elaborar conceptos.
Desde los
comienzos, el intelecto es el factor que diferencia a los seres humanos de los
demás animales, porque le permite tener un agudo sentido de sí mismo y de su
entorno.
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