La investigadora del Departamento de Ciencias de la
Educación de la Universidad de Burgos Gloria Garrote ha defendido recientemente
su tesis doctoral, un trabajo que profundiza en el uso y abuso de tecnologías
en adolescentes y su relación con algunas variables de personalidad, estilos de
crianza, consumo de alcohol y autopercepción como estudiante. La tesis,
dirigida por el profesor Fernando Lara Ortega, tiene como fin último contribuir
al desarrollo de estrategias preventivas y promover un uso sensato de tecnologías
en este sector poblacional.
El trabajo surge del interés personal de la investigadora,
orientadora y profesora en un Instituto de Educación Secundaria, por el uso que
los adolescentes hacen de la tecnología y las variables que pueden incidir en
la utilización disfuncional de la misma. “En la investigación nos planteamos si
el uso de tecnologías repercute en el rendimiento escolar, si podemos hablar de
adicción o solo de un mal aprendizaje a la hora de utilizar estas tecnologías,
qué papel tiene la familia o qué podemos hacer desde la escuela”, explica a
DiCYT la investigadora.
La primera parte de la tesis realiza una revisión de las
investigaciones más relevantes sobre el uso de tecnologías en adolescentes,
sobre el concepto de adicción y su idoneidad o no para emplearlo como categoría
diagnóstica en el abuso de tecnologías. Además, como uno de los factores que
más influye en el desarrollo de la personalidad y el comportamiento del
adolescente es el contexto familiar, el trabajo se centra en analizar el papel
de la familia como agente socializador primario. Asimismo, reflexiona sobre el
papel de la escuela y analiza diferentes variables que pueden configurar un
arquetipo de persona susceptible a realizar un consumo abusivo.
Tras esta revisión teórica, el trabajo lleva a cabo un
estudio descriptivo de la muestra y posteriormente un análisis correlacional de
las distintas variables. Como resultados, la autora destaca que, en general,
son pocos los adolescentes que tienen un uso de tecnologías “adictivo” y los
que lo tienen, “son personas que presentan un perfil de vulnerabilidad
psicológica que se caracteriza, entre otras variables, por una elevada
impulsividad disfuncional, es decir, una respuesta rápida por parte de los
adolescentes que les conduce a problemas”.
Por otro lado, un porcentaje significativo de la muestra, del
10 al 20 por ciento, señala que el uso de TIC “repercute negativamente en sus
estudios”. Del mismo modo, la investigadora determina que aquellos que abusan
más de los soportes electrónicos “también consumen alcohol de forma excesiva”,
así como la importancia de una buena comunicación familiar que sea “positiva y
estimulante”. “Los estilos de crianza negligentes, las críticas excesivas o las
continuas quejas hacia la conducta de los hijos se relacionan con un uso
abusivo de tecnologías”, agrega. En este sentido, explica que “la ignorancia de
los padres es fundamental en una conducta de abuso”.
Estrategias
preventivas
Otras variables que guardan relación con el abuso de las
pantallas, añade Gloria Garrote, “son la des inhibición, muy vinculada con la
conducta impulsiva, y la susceptibilidad al aburrimiento”, variables que se han
asociado asimismo “al consumo excesivo de alcohol”. “Existe un perfil de
multiabuso, es decir, el que abusa de las tecnologías abusa de más de una
cosa”, avanza.
A su juicio, es necesario enseñar al adolescente a gestionar
su tiempo de ocio, "ya que en numerosas ocasiones las horas que pasan ante
las pantallas anulan otras actividades que pueden resultar muy enriquecedoras”,
incide la experta, quien considera fundamental “la elaboración de estrategias
preventivas”.
La investigadora concluye que existe “cierta confusión
terminológica” a la hora de establecer un marcador claro para delimitar la
conducta de abuso “pero, hablemos o no de adicción, lo que está demostrado es
que un uso excesivo de las tecnologías causa una serie de desajustes en la vida
del adolescente que, por sí mismos, ya justifican la intervención y una seria
reflexión de todos los agentes implicados”.
En el último capítulo del trabajo la autora realiza una serie
de recomendaciones, señalando “cuáles son las actitudes disfuncionales de la
familia” y que quizá “haya que rediseñar los programas para padres”. También
apunta que, sabiendo qué variables inciden en el consumo abusivo, “habría que
afinar los programas de intervención dentro de los colegios para diseñar esas
estrategias preventivas que sean más eficaces”. “Es necesario detectar a
aquellos adolescentes y niños que presentan estas características de
personalidad, especialmente cuando se combinan con entornos familiares que
pueden aumentar la conducta de abuso”, concluye.
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