jueves, 16 de mayo de 2019

La Conducta Del Abuso

La investigadora del Departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad de Burgos Gloria Garrote ha defendido recientemente su tesis doctoral, un trabajo que profundiza en el uso y abuso de tecnologías en adolescentes y su relación con algunas variables de personalidad, estilos de crianza, consumo de alcohol y autopercepción como estudiante. La tesis, dirigida por el profesor Fernando Lara Ortega, tiene como fin último contribuir al desarrollo de estrategias preventivas y promover un uso sensato de tecnologías en este sector poblacional.

El trabajo surge del interés personal de la investigadora, orientadora y profesora en un Instituto de Educación Secundaria, por el uso que los adolescentes hacen de la tecnología y las variables que pueden incidir en la utilización disfuncional de la misma. “En la investigación nos planteamos si el uso de tecnologías repercute en el rendimiento escolar, si podemos hablar de adicción o solo de un mal aprendizaje a la hora de utilizar estas tecnologías, qué papel tiene la familia o qué podemos hacer desde la escuela”, explica a DiCYT la investigadora.

La primera parte de la tesis realiza una revisión de las investigaciones más relevantes sobre el uso de tecnologías en adolescentes, sobre el concepto de adicción y su idoneidad o no para emplearlo como categoría diagnóstica en el abuso de tecnologías. Además, como uno de los factores que más influye en el desarrollo de la personalidad y el comportamiento del adolescente es el contexto familiar, el trabajo se centra en analizar el papel de la familia como agente socializador primario. Asimismo, reflexiona sobre el papel de la escuela y analiza diferentes variables que pueden configurar un arquetipo de persona susceptible a realizar un consumo abusivo.

Tras esta revisión teórica, el trabajo lleva a cabo un estudio descriptivo de la muestra y posteriormente un análisis correlacional de las distintas variables. Como resultados, la autora destaca que, en general, son pocos los adolescentes que tienen un uso de tecnologías “adictivo” y los que lo tienen, “son personas que presentan un perfil de vulnerabilidad psicológica que se caracteriza, entre otras variables, por una elevada impulsividad disfuncional, es decir, una respuesta rápida por parte de los adolescentes que les conduce a problemas”.

Por otro lado, un porcentaje significativo de la muestra, del 10 al 20 por ciento, señala que el uso de TIC “repercute negativamente en sus estudios”. Del mismo modo, la investigadora determina que aquellos que abusan más de los soportes electrónicos “también consumen alcohol de forma excesiva”, así como la importancia de una buena comunicación familiar que sea “positiva y estimulante”. “Los estilos de crianza negligentes, las críticas excesivas o las continuas quejas hacia la conducta de los hijos se relacionan con un uso abusivo de tecnologías”, agrega. En este sentido, explica que “la ignorancia de los padres es fundamental en una conducta de abuso”.

Estrategias preventivas
Otras variables que guardan relación con el abuso de las pantallas, añade Gloria Garrote, “son la des inhibición, muy vinculada con la conducta impulsiva, y la susceptibilidad al aburrimiento”, variables que se han asociado asimismo “al consumo excesivo de alcohol”. “Existe un perfil de multiabuso, es decir, el que abusa de las tecnologías abusa de más de una cosa”, avanza.

A su juicio, es necesario enseñar al adolescente a gestionar su tiempo de ocio, "ya que en numerosas ocasiones las horas que pasan ante las pantallas anulan otras actividades que pueden resultar muy enriquecedoras”, incide la experta, quien considera fundamental “la elaboración de estrategias preventivas”.

La investigadora concluye que existe “cierta confusión terminológica” a la hora de establecer un marcador claro para delimitar la conducta de abuso “pero, hablemos o no de adicción, lo que está demostrado es que un uso excesivo de las tecnologías causa una serie de desajustes en la vida del adolescente que, por sí mismos, ya justifican la intervención y una seria reflexión de todos los agentes implicados”.


En el último capítulo del trabajo la autora realiza una serie de recomendaciones, señalando “cuáles son las actitudes disfuncionales de la familia” y que quizá “haya que rediseñar los programas para padres”. También apunta que, sabiendo qué variables inciden en el consumo abusivo, “habría que afinar los programas de intervención dentro de los colegios para diseñar esas estrategias preventivas que sean más eficaces”. “Es necesario detectar a aquellos adolescentes y niños que presentan estas características de personalidad, especialmente cuando se combinan con entornos familiares que pueden aumentar la conducta de abuso”, concluye.

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