viernes, 10 de mayo de 2019

Lenguaje Y Territorio


La articulación a través del lenguaje de los sistemas (personas y territorio) condiciona las necesidades socioculturales delimitadas por el mundo de la vida. Como plantea Boisier (2001) el desarrollo es entendido como el logro de un contexto o medio que facilite la potenciación del ser humano para auto-transformarse en persona humana en su doble dimensión: biológica y espiritual, siendo capaz, en esta última condición, de conocer y amar. 

Esto significa reubicar el concepto de desarrollo en un marco constructivista, subjetivo e intersubjetivo, valorativo o axiológico, y por cierto, endógeno. Lo anterior supone un escenario directamente dependiente de la auto-confianza colectiva en la capacidad para inventar recursos, movilizar los ya existentes y actuar en forma cooperativa y solidaria desde el propio territorio, generando una pro alimentación de compensación (Boisier 2001).

Esta valoración del ser humano en su dimensionalidad biológica y espiritual condiciona un tipo de participación que va más allá de lo meramente instrumental, debido a que desplaza la necesidad individual y subjetiva, a una valoración del sujeto como ente capaz de acción y diagnosis, o sea, como un observador igualmente adiestrado para analizar la realidad, lo cual implica considerar a las personas como integrantes clave para que este desarrollo sea factible.

Una visión más completa de ciudadanía reconoce a las personas como usuarios y a la vez como accionistas (co-gestores) de los servicios públicos. Bajo esta mirada adquiere especial relevancia la participación ciudadana en los distintos aspectos de la gestión, determinación de prioridades, en la evaluación de la eficiencia de los procesos y en la fiscalización y el control de las políticas o programas públicos (Calderón y Orellana 2003). 

Si así quisiera llamarse esta nueva revaloración, implica ver al sujeto en su dimensión real, no desde una perspectiva sobre idealizada de la pro actividad social, tampoco teniendo una visión meramente cuantificada de los escenarios territoriales, pues dicha revaloración implica, en el fondo, voluntad política que permita ceder espacios de poder en los cuales los especialistas, tanto técnicos como dirigentes locales, puedan compartir un escenario sociotemporal de interacción que valide mutuamente, a nivel ontológico, el rol que a cada sujeto le corresponde en el desarrollo, ya sea que esto se haga desde la institucionalidad, o desde la dirigencia social en que se pone en juego el poder normativo para guiar el desarrollo territorial.


Al compartir un espacio determinado se valida una construcción social en base a la interacción copresente en un mundo de la vida como factor principal para contextualizar la acción social. Es decir, el abordaje axiológico está enmarcado dentro de una mirada que evita los reduccionismos del sujeto y del territorio como sistemas, evitando la alienación, enajenación de su realidad con la finalidad de comprender la acción en base a la propia territorialidad.

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