jueves, 23 de mayo de 2019

Como La Hormiga

EL HOMBRE que proyecta hermosos edificios adquiere la fama de buen arquitecto. A la joven que sobresale en la escuela se la conoce como estudiante aplicada. Incluso quien no hace nada se gana la fama de haragán. Recalcando el valor de ganarse una buena reputación, la Biblia dice: “Vale más el buen nombre que muchas riquezas; la buena reputación es más estimable que el oro y la plata” (Proverbios 22:1, Bartina-Roquer).

La buena reputación es el resultado de muchas obras pequeñas realizadas en el transcurso del tiempo. Sin embargo, todo lo que se necesita para perderla es un acto insensato. Un solo incidente de inmoralidad sexual, por ejemplo, puede acabar con ella. En el capítulo 6 del libro bíblico de Proverbios, el rey Salomón del antiguo Israel nos previene contra las actitudes y acciones que pueden echar a perder nuestra reputación así como dañar nuestra relación con Jehová Dios. Entre estas se cuentan los compromisos irreflexivos, la pereza, el engaño y la inmoralidad sexual, en esencia, actos malos que Jehová odia. Seguir este consejo nos ayuda a proteger nuestra reputación.

Evitemos los compromisos irreflexivos
El capítulo 6 de Proverbios empieza con estas palabras: “Hijo mío, si has salido fiador por tu semejante, si has dado tu apretón de manos aun al extraño, si has sido cogido en un lazo por los dichos de tu boca, si has sido atrapado por los dichos de tu boca, toma estas medidas, entonces, hijo mío, y líbrate, porque has caído en la palma de la mano de tu semejante: Ve y humíllate, e inunda con importunaciones a tu semejante” (Proverbios 6:1-3).

Este proverbio nos previene contra involucrarnos en negocios ajenos, especialmente de extraños. En efecto, los israelitas tenían que ‘sustentar al hermano que empobrecía y se hallaba económicamente débil’ (Levítico 25:35-38). Pero algunos israelitas con iniciativa emprendían aventuras comerciales especulativas y conseguían apoyo económico al convencer a otras personas de que los avalaran, responsabilizándolas así de la deuda. Hoy pueden presentarse situaciones similares. Por ejemplo, las instituciones financieras suelen pedir un cosignatario antes de aprobar un préstamo que consideran arriesgado. Es muy imprudente comprometernos con precipitación, pues podemos entramparnos económicamente y también perjudicar nuestra reputación ante los bancos y otros acreedores.

Pero ¿y si nos hallamos en un aprieto por haber actuado de una manera que al principio parecía prudente pero que, después de un examen más cuidadoso, vemos que no lo es? El consejo es dejar aparte el orgullo y ‘humillarse e inundar con importunaciones a nuestro semejante’, es decir, con reiteradas peticiones. Debemos hacer todo lo que podamos por arreglar la situación. Una obra de consulta lo expresa así: “Revuelva cielo y tierra hasta que llegue a un acuerdo con su adversario y arregle el asunto, de modo que su compromiso no se vuelva contra usted o los suyos”. Eso debe hacerse sin demora, pues el rey añade: “No des sueño a tus ojos, ni adormecimiento a tus radiantes ojos. Líbrate como una gacela de la mano, y como un pájaro de la mano del pajarero”(Proverbios 6:4, 5). Mejor es retirarse de un compromiso imprudente, si es posible, que dejarse entrampar por él.

Seamos industriosos como la hormiga
“Vete donde la hormiga, oh perezoso; mira sus caminos y hazte sabio”, aconseja Salomón. ¿Qué sabiduría podemos conseguir del modo de obrar de la diminuta hormiga? El rey responde: “Aunque no tiene comandante, oficial ni gobernante, prepara su alimento aun en el verano; ha recogido su abastecimiento de alimento aun en la siega” (Proverbios 6:6-8).

Las hormigas tienen una organización maravillosa y cooperan muy bien unas con otras. Recogen instintivamente el alimento para el futuro. No tienen “comandante, oficial ni gobernante”. Es cierto que hay una hormiga reina, pero lo es solo en el sentido de que pone los huevos y es madre de la colonia. No da ningún tipo de órdenes. Aun sin capataz que las obligue ni supervisor que las controle, las hormigas trabajan incansablemente.

¿No deberíamos nosotros ser industriosos también como la hormiga? Trabajar arduamente e intentar mejorar la calidad de nuestro trabajo nos beneficia, sea que nos supervisen o no. Efectivamente, en la escuela, en nuestro lugar de trabajo y cuando 
participamos en actividades espirituales, debemos hacerlo todo tan bien como nos sea posible. Tal como a la hormiga le beneficia su laboriosidad, Dios quiere que nosotros ‘veamos el bien por todo nuestro duro trabajo’ (Eclesiastés 3:13, 22; 5:18). La conciencia limpia y la satisfacción personal son las recompensas del trabajo arduo (Eclesiastés 5:12).


Salomón se vale de dos preguntas retóricas para despertar al perezoso de su indolencia: “¿Hasta cuándo, oh perezoso, te quedarás acostado? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño?”. Imitando su modo de hablar, el rey añade: “Un poco más de sueño, un poco más de dormitar, un poco más de cruzar las manos para estar acostado, y tu pobreza ciertamente vendrá justamente como algún vagabundo, y tu carencia como un hombre armado”(Proverbios 6:9-11). Mientras el perezoso está acostado, la pobreza se apodera de él con la rapidez de un asaltante y la escasez lo ataca como lo haría un hombre armado.

Los campos del perezoso pronto se llenan de mala hierba y de ortigas (Proverbios 24:30, 31). Sus empresas comerciales no tardan en sufrir reveses. ¿Por cuánto tiempo tolerará a un vago su patrono? ¿Puede esperar el estudiante perezoso tener éxito en la escuela?

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