Podríamos decir que
el nudo del problema se sitúa en donde yo estoy poniendo mi noción de realidad.
Según nuestra noción particular de realidad, «realidad» significa lo que para
nosotros es real. Y en este caso, es sinónimo de lo que para nosotros es
importante. Allí donde yo pongo mi noción de realidad, allí se produce lo que
para mí pasa a ser de importancia.
Pero mi noción de
realidad es móvil. Ahora estamos aquí y, naturalmente, para vosotros lo real es
esta situación que estáis viviendo: estamos reunidos en esta sala, yo que estoy
hablando, lo que estoy diciendo; esto es lo real. Pero dentro de una o dos
horas lo real será la calle, el tráfico, la circulación, el no tropezar, no ser
atropellado; y dentro de otro rato será la cena, la familia, y aquello será lo
real.
Y lo que antes era real pasa a ser un recuerdo; y por ello, menos real.
Es decir, constantemente estamos viviendo unas cosas como lo real, pero luego
pasan a serlo menos (o incluso a desaparecer de nuestra conciencia).
Ahora, yo me
pregunto: ¿realmente estamos viviendo la realidad de las cosas, o es que
estamos viviendo nuestra noción de realidad puesta en cada cosa que tenemos
delante? Si yo viviera la realidad de las cosas, las cosas seguirían siendo
reales, aunque fueran de ayer o de más tarde, porque la realidad en sí misma de
las cosas no cambia. Cuando para mí una cosa es muy importante, es lo más real
en un momento dado, y en el momento siguiente pasa a ser otra cosa y luego otra
cosa, esto me hace ver que no es la realidad de la cosa lo que veo, sino que es
la realidad que hay en mí, y que yo la estoy prestando a la cosa.
¿Qué pasaría si yo
aprendiese a vivir directamente esa noción de realidad, no allí donde
mecánicamente la estoy poniendo sino realmente dónde está? Pues que las cosas
dejarían de ser problema para mí, dejarían de ser objeto de deseo y objeto de
temor.
¿Por qué una cosa
me inspira un gran deseo? Porque veo en la cosa más realidad que en mí. ¿Por
qué una cosa me produce temor? Porque veo en la cosa una mayor fuerza o
realidad (hostil en este caso) que en mí. Pero si la realidad de la cosa yo la
vivo en mí (porque es mía), entonces aquella cosa deja de producirme miedo.
Así, para mí es
real aquello en lo que yo pongo mi noción de realidad: porque como yo ahora
estoy viviendo esta realidad en mis imágenes mentales y en mi fabricación de
ideas, así, las imágenes mentales y las ideas son para mí lo real. Y por eso me
seducen y voy tras ellas, por eso me dominan, y por eso yo estoy supeditado a
ellas.
Pero si yo pudiera vivir esta noción de realidad, no aquí, en mi frente,
con cada fenómeno que se produce en mi mente, sino donde realmente está, que es
en mi centro, entonces yo podría vivir todo sin dejarme aprisionar por nada,
sintiéndome como mínimo con la misma fuerza que tiene cada objeto. Así, se hace
evidente la absoluta necesidad de que yo aprenda a descubrir esta realidad en
mi centro.
Cuando antes decía
que yo soy esta totalidad en un plano más profundo o más elevado, el problema
que se plantea es ¿en qué medida eso para mí es real? Porque en la medida en
que mi realidad siga siendo mi conciencia mental habitual, no viviré en mi
realidad central. Podrá ser una idea muy bonita, quizá algo deseable, o
cualitativamente importante, pero no será para mí ninguna realidad operativa.
El trabajo consiste en trasladar mi noción de realidad desde donde está
funcionando habitualmente hasta allí donde realmente está, donde Es.
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