No cabe duda de que vivimos en la era de la diferencia. Buscamos
y necesitamos sentirnos especiales, únicos y sobresalir respecto al resto de la
población. Es la nueva forma de integración social: no hay nada más normal
hoy día que el querer ser diferente.
Este empeño por desmarcarse de la llamada
‘masa’ no es algo que haya ocurrido siempre en la historia de la humanidad,
sino más bien se trata de un fenómeno de reciente aparición. Estamos asistiendo
en último término a un proceso sociohistórico que aparece en el renacimiento y
que se vuelve visible en la ciudad europea y americana del XIX, un proceso
que en la actualidad ya se encuentra exagerado e incluso hipertrofiado.
Hablamos de la aparición de lo íntimo y lo privado, del individualismo
autosuficiente. De esa ideología que nos hace pensar que podemos ser
independientes de la sociedad en la que vivimos, que podemos y que incluso nos
hace desear ir a contracorriente.
Hablamos así de un tipo de persona nueva: “la persona
individual” que está vinculada directamente al hecho de que por primera
vez en la historia los individuos disfrutan de objetos propios, espacios
propios y comportamientos realizados en soledad. Diríamos que este nacimiento
de la persona individual provoca un ensimismamiento hacia uno mismo y un
extrañamiento hacia lo ajeno, basando nuestra identidad más en lo que nos
diferencia de los demás que en lo que nos une.
La idea fundamental es que el mundo privado y el
‘Yo íntimo’ no son características inherentes a la condición humana, y cuando aparece
no lo hace porque sí, sino que es resultado de cambios concretos y materiales
en las conductas cotidianas de la gente en la ciudad moderna, y en el
funcionamiento de esta. Así, vemos como a lo largo de los últimos años y siglos el
comportamiento cotidiano ha ido individualizándose progresivamente hasta el día
de hoy, llegando al punto donde surge la extrañeza o la evitación ante el
contacto social y con ella algunos de los trastornos psicológicos más
frecuentes hoy día (trastornos del estado de ánimo, ansiedad social ,etc…).
Una de las causas de este individualismo de relativa
reciente creación es la manera en que la sociedad se organiza. A
diferencia de otros periodos sociales, este se caracteriza por un tipo de
sociedad donde las vidas de los individuos no están tan prefijadas como antes.
En el pasado se podría predecir con cierta precisión cual iba a ser el curso de
la vida de un individuo. Sin embargo en la actualidad poco o nada podemos
decir acerca del futuro de una persona que nace en una ciudad media.
La
sociedad abierta de hoy día tiene como estructura económica e ideológica el
capitalismo, un régimen donde la identidad del individuo no viene definida por
su cuna (pese a la clara influencia que ello tiene en el desarrollo posterior)
si no por su rol laboral.
La publicidad pretende convencer de que la identidad de
la persona está en el propio producto. Ya no nos resulta extraño que incluso un
desodorante nos sea vendido como el objeto milagroso bajo el cual podremos
llegar a la cima del éxito sexual. Pensémoslo fríamente. Un bote de plástico
lleno de gas y sustancias químicas. De hecho, la inmensa mayoría de
productos de consumo tienen asociada una imagen de triunfo social, nos quieren
hacer llegar el mensaje de que adquirir este o aquel coche nos hará acceder a
determinado escalafón de la sociedad. Y a la vista del funcionamiento social
actual, parece que lo consiguen. Que desayunando Cola-Cao llegaremos a ser
deportistas, que bebiendo Coca-Cola seremos felices, que conduciendo un Renault
seremos un ejecutivo con mucho dinero y un traje espectacular y que con unos
Nike seremos los más populares del instituto.
Por supuesto, toda la imagen de triunfo social tiene que
ver, o es acorde, con unos valores que retroalimentan continuamente este
individualismo del que hablamos. Llegamos al punto donde el tener un mejor
coche y un reloj más caro ya es un valor en sí mismo, es decir, ya son
criterios por los que juzgamos la valía de una persona hoy en día.
Cumple tus sueños y desarróllate personalmente
Otra de las principales características del ser humano
individualista de hoy en día es que cree que el objeto de la vida es el
desarrollo personal, el cultivo de la personalidad o la autorrealización.
El
individuo actual busca potenciar todo lo que le diferencia de los demás hasta
el punto de que las demás personas son vistas como instrumentos para ese
“despliegue” de uno mismo. Cuesta, por ello, encontrar algunas relaciones
sociales que no tengan un interés laboral, económico o de status detrás, si
acaso se salvan nuestros familiares y amigos más cercanos. En la sociedad
burguesa actual es fundamental alcanzar reconocimiento social y
consideración, y sobre todo mostrarlo en los espacios creados para ello: las
redes sociales.
Esto supone una ruptura con lo que antaño se conocía como
“cumplir tus sueños”. Clásicamente los sueños eran proyectos u objetivos, resultado
de una negociación con la realidad, el individuo sometido al mundo gracias
a una buena comunicación, y especialmente sometido -y preocupado- por los otros.
Se establecían propósitos realistas y comunitarios. En la actualidad
“cumplir los sueños” no es más que dejar que una subjetividad desbocada y que
no se ha recortado respecto al molde de la realidad se manifieste, se desborde
a la espera de que el mundo se ajuste a él.
En ese sentido no somos más que caprichosos niños
grandes protestando e intentando que la realidad sea tal y como queremos que
sea, aunque sea violando derechos humanos y jugando con la integridad y
bienestar de seres humanos si se tercia la ocasión. La preocupación por el
otro ha dado paso en la era del individualismo al miedo por el otro.
Nos
preocupa nuestro propio bienestar, luchamos por nuestro futuro de forma
individual y tendemos de forma casi automática a pensar que el otro tiene intereses
y proyectos que irán en nuestra contra. Siendo la naturaleza de las personas
como es -social-, cabe dudar de hasta qué punto el ser humano será capaz
de soportar un clima de competitividad extrema entre sus iguales. De momento,
las tasas de trastornos mentales nos están poniendo en alerta sobre unas
consecuencias que ya empiezan a ser visibles.
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