Adentrarnos en el simbolismo del Sol en las culturas
antiguas es descubrir una forma sagrada de ver la naturaleza y los
conocimientos profundos que encierra. No es casualidad que muchas de nuestras
costumbres sean vestigios de aquella visión sagrada que tuvieron muchos pueblos
del astro rey.
Es de fácil apreciación que el Sol ha sido objeto de
reverencia en todas las culturas antiguas. Lo encontramos en América, Japón,
India, Egipto, África, Europa… Es algo universal. Incluso aún hoy mantenemos
costumbres que vienen de antiguos cultos solares: el encender una velita para
pedir protección o rogar por el bien de alguien, el hacer hogueras en algunas
fiestas tradicionales, etc.
También guarda relación con ello el acudir a
lugares simbólicos: en los solsticios, la gente acude a Stonehenge; en India,
se van a bañar en los ríos; en Japón se dirigen en Año Nuevo a la costa para
ver el Sol nacer, etc.
Sin embargo, estas costumbres, por lo menos en Occidente, han
perdido el carácter profundo y sagrado que tuvieron en la Antigüedad y que les
dieron origen. ¿Qué nos separa realmente de estas culturas distintas y lejanas
en el tiempo que han otorgado un valor sagrado al Sol?
Comúnmente escucharemos que era natural que estos pueblos
prestasen reverencia al Sol, ya que dependían de la agricultura para subsistir.
Así, por no poseer conocimientos científicos, creían que era un dios que les
otorgaría o no la dicha y la abundancia.
Pero ¿y si conocían leyes y ciencias y fruto de este
conocimiento quizás fuera natural agradecer y ofrendar a este ser que por su
propia voluntad y amor proporcionaba todo lo necesario para la subsistencia y
desarrollo de la civilización?
Para seguir tal planteamiento es importante considerar que la
verdad actualmente la buscamos a través de la ciencia y nos llega revestida de
una determinada forma, la científica. Antiguamente la verdad fue investigada de
otras formas. Por lo tanto, se nos presenta envuelta en otros diseños. No por
ello tratamos de verdades distintas, de esencias distintas, sino que, muchas
veces, estaremos hablando de lo mismo. Y una de las verdades que compartimos
con estos pueblos antiguos es la de que el Sol es la fuente de toda la vida, y
de su existencia depende la nuestra.
Siendo así, bajo el Sol somos iguales. Y para entender la
profundidad y el carácter sagrado que se le dio, es fundamental entender dos
ideas que están en el trasfondo de todos los cultos solares antiguos: el Sol es
fundamental para la vida en todos los planos y el Sol es un ser vivo.
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