Podemos mirar lo acontecido y de ahí sacar conclusiones y
comprensión. Sin embargo, también puede ocurrir que nos quedemos enganchados
del pasado a través de las emociones del arrepentimiento, el remordimiento, el
resentimiento o la nostalgia; y es aquí cuando nuestro pasado se convierte en
un obstáculo en nuestra vida, impidiéndonos disfrutar del presente y avanzar
hacia el futuro.
Hoy en día se ha puesto de moda eso de vivir en el presente
y en el ahora, y está muy bien. Las tradiciones espirituales de todos los
tiempos nos hablan de la importancia de estar en el aquí y ahora en lugar de en
los recuerdos del pasado o en las elucubraciones sobre el futuro. Realmente, la
vida ocurre ahora; el pasado ya no existe y el futuro está por llegar.
Sólo
existe este instante fugaz que es imposible de apresar ya que fluye
constantemente, pero en el que ocurre la vida. En este momento somos. Quienes
fuimos en el pasado ya se diluyó y no es más que un mero recuerdo filtrado a
través de mil y una interpretaciones que hacemos. Quienes seremos en el futuro,
está por venir, y por mucho que elucubremos y planeemos, el futuro siempre será
distinto a lo que hemos pensado.
Ahora bien, esta filosofía del presente se olvida de que los
seres humanos tenemos esta capacidad, única entre todas las especies, de mirar
hacia atrás y comprender, y de mirar hacia delante para decidir nuestros pasos.
Y es importante que utilicemos esta capacidad porque comprender el pasado nos
ayuda a vivir mejor nuestro presente y a plantear mejor nuestro futuro; y mirar
hacia adelante nos permite ser en cierta medida arquitectos de nuestra vida.
Como en todo, creo que en el equilibro está la sabiduría. El
presente es el punto medio, el punto de equilibrio, desde el que nos podemos
mover hacia delante o hacia atrás, pero al fin y al cabo, el punto al que
siempre volvemos porque si no lo hacemos y pasamos demasiado tiempo en el
pasado o en el futuro, nos perdemos la vida, que única y exclusivamente ocurre
en el ahora.
Retomando de nuevo la cita de Kierkegaard, “la vida ha de
ser vivida mirando hacia delante”, a lo que yo añado: pero estando en el
presente. Es como cuando conducimos, vamos mirando hacia delante, no al espejo
retrovisor, esto último lo hacemos sólo de vez en cuando; pero si no estamos en
el presente, nos perdemos los lugares por los que vamos pasando y el disfrute
de todo ello.
Si quieres vivir plenamente y disfrutar de la vida, ánclate
firmemente en el presente, vívelo con todo lo que en él haya, y siempre mira
hacia delante sintiendo que en una buena medida eres el arquitecto o la
arquitecta de tu destino.
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