La resiliencia es un concepto nuevo, difundido en los
últimos años, y muy útil para los que trabajamos con niños y jóvenes. Abre
nuevas posibilidades, da una nueva mirada, más esperanzadora, para viejos
problemas de nuestros educandos.
"Desde que nació el concepto de trauma psíquico, la
concatenación de las ideas exige que tras la descripción clínica y la
investigación de las causas, dediquemos nuestros esfuerzos a la prevención de
los traumas y a su mejor reparación. Y para ello, necesitamos el concepto de
resiliencia".
Hoy el mundo postmoderno nos plantea discursos
contradictorios. Por un lado nos habla de la vigencia de los Derechos Humanos,
y una cultura tecnológica nos muestra la posibilidad de la erradicación del
sufrimiento; con una mejor organización social y buenos productos químicos
capaces de solucionar todos los males sin mucho esfuerzo. Frente a este
discurso, que es el de los medios masivos de comunicación, el del consumismo,
la cultura de la belleza y la juventud, existe otro, más real pero menos
visible, no lo muestran, debemos ir a verlo.
A este último es al que nos vamos a dedicar en este trabajo.
Es el que nos dice que la vida nunca carece de problemas, siempre hay etapas de
adversidad, nos habla de grandes sectores empobrecidos y excluidos, del aumento
de la drogodependencia y del deterioro familiar.
En este punto se inserta, para nosotros, la necesidad de
utilizar plenamente el concepto de resiliencia en las acciones sociales, educativas
y de salud que abarquen a los sujetos individuales de todas las edades, también
a las familias y a las comunidades asistidas por programas que promuevan y
refuercen las características resilientes.
Los países en vías de desarrollo y especialmente los de
América Latina, están sufriendo un proceso de empobrecimiento que genera
frustración y resentimiento social. Estas situaciones producen estrés incluso a
quienes no la padecen directamente.
Sin embargo los seres humanos tenemos la capacidad para devenir
resilientes y enfrentar los eventos negativos. De allí que la mirada de la
resiliencia, su concepción teórica y la aplicación en programas y proyectos fue
creciendo notoriamente. El espectro de disciplinas interesadas en la
resiliencia ha aumentado hasta el punto de hacer de ella una actividad
transdisciplinaria por excelencia, que congrega saberes de distintas áreas:
psicología, antropología, sociología, sector de salud, economía, trabajo
social, derecho, ciencias de la educación.
El concepto de resiliencia nació y comenzó a desarrollarse
en el hemisferio norte, Rutter, en Inglaterra, Werner, en Estados Unidos, luego
se extendió a toda Europa, Francia, Paises Bajos, Alemania y España, más tarde
llegó a América Latina, donde se han creado importantes grupos de investigación
y realización de proyectos.
Desde el punto de vista teórico podríamos hablar de tres
corrientes: la norteamericana, conductista, pragmática y centrada en lo
individual; la europea, con enfoque psicoanalítico; y la latinoamericana comunitaria,
enfocada a lo social como lógica respuesta a los problemas del contexto.
En América latina ha sido posible identificar numerosos
proyectos aplicados y cuidadosamente evaluado, así como grupos de pensadores
que han llegado a elaborar una teoría latinoamericana de la resiliencia, con
enfoques adecuados a esta realidad social.
Otro hecho significativo es que
numerosas instituciones, como universidades, ministerios, gobiernos y
organizaciones no gubernamentales, han incorporado los principios de la resiliencia,
ya sea de una manera tácita o explícita. Hoy día, en gran número de cursos y
maestrías para personal de salud y educación incluyen el tema de resiliencia
entre sus contenidos.
Particularmente el enfoque colectivo y comunitario que ha
sido un aporte latinoamericano.
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