Hoy día es
indiscutible la relación estrecha y dependiente que existe entre nuestra
psique, emociones, conductas y la salud física. Se influyen y afectan de forma
bidireccional. Situaciones como el dolor crónico, la falta de trabajo, una
ruptura sentimental, hacer cola en el banco o el mismo tráfico generan en
nosotros pensamientos negativos, incluso catastróficos: “Estoy harto, no puedo
más”, “Este dolor me limita y no puedo hacer nada, se me quitan hasta las ganas
de vivir”, y un largo etcétera. La mente puede ser nuestra principal aliada,
pero también nuestra mayor rival.
Las personas suelen culpar y maldecir al entorno, a lo que ocurre a su alrededor, porque lo identifican como el causante de su malestar y sufrimiento. Pero ¿lo de fuera le genera malestar, o son sus interpretaciones sobre lo que ocurre a su alrededor lo que condiciona sus emociones?
Nuestros
pensamientos influyen en nuestros comportamientos y nuestras emociones. Dependiendo
de la corriente psicológica o el profesional al que lea o visite, los tachará
de pensamientos negativos, catastróficos, limitantes, destructivos o inútiles.
Qué más da el concepto. Lo que importa es el poder que tienen para
influenciarnos, tanto positiva como negativamente.
Muchos
pacientes dicen tener la cabeza como una lavadora. Ideas, miedos, discursos
aterradores, pensamientos que no paran de dar vueltas en la mente. Se sienten
atrapados entre palabras, incapaces de pararlas o desatenderlas. Hay personas
que odian relacionarse consigo mismas porque lo que “su mente les dice” les
causa una angustia tremenda.
Ahí van dos buenas
noticias. La primera: usted es en gran parte el responsable de lo que siente.
No es el entorno el que le genera ansiedad, sino la interpretación que usted
hace del entorno. Esto le responsabiliza y también le permite controlar y
actuar sobre lo que siente. Muchos querrían desligarse de todo y seguir echando
la culpa de su malestar a la sociedad y a lo mal que está todo. Pero esta
opción le limita y le deja sin recursos.
La segunda buena
noticia es que puede modificar su estilo cognitivo en el momento en el que
decida entrenar otra forma de pensar. Cientos de miles de personas consiguen
preparar y acabar un maratón a pesar de lo dura que es esta prueba. Pero cuando
hablamos de modificar lo relacionado con la psique, lo asociamos enseguida a
dificultad, a falta de fuerza de voluntad y a nuestra forma de ser, y
cuestionamos la posibilidad de cambio. Siga estos consejos para poner el
pensamiento a raya.
Olvide la idea de convertirse en una persona
superpositiva y super optimista. El mundo no es de color rosa, pero
tampoco un lugar negro y hostil. Se trata de buscar la utilidad de lo que
piensa.
Los pensamientos y las emociones son útiles cuando nos permiten
resolver lo que nos preocupa e inútiles cuando no podemos hacer nada por
aliviarnos. Confíe y delegue, y permita que al hacerlo los demás actúen con
autonomía. El exceso de control genera ansiedad.
Cuando delegue aquello de lo que
no se puede responsabilizar, imagine un interruptor en la mente y póngalo en
desconectado cada vez que aparezca de nuevo la preocupación. Dejar de prestar
atención a lo inútil no es irresponsable. Todo lo contrario, permite que esté
en el presente.
Lo que sí es irresponsable es tener una reunión de trabajo y
que su mente dé vueltas a un problema que no puede resolver por más que quiera
y que ese estado impida concentrarse en lo único que puede atender: la reunión.
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