La gestualidad
aporta mucha información y varía por zonas geográficas y / o culturales. Los
gestos son tan variados como las personas y hace falta mucho estudio y mucha
práctica para leerlos seria y correctamente. Además, un mismo gesto no
significa lo mismo en todas partes.
En cualquier
caso, es evidente que no es un tema menor para aquellos que deben usar la
comunicación pública como una de sus herramientas de trabajo. El conocimiento
del impacto de los propios gestos y el manejo deliberado de algunos de ellos
aportarán ciertas ventajas a quien los controla.
El reconocido
investigador ALBERT Mehrabian estableció -en un estudio publicado en 1969 y del
que todavía se sigue discutiendo- los porcentajes que intervienen en el impacto
de los mensajes:
- Las
palabras influyen en un 7%
- La voz y el
uso que hacemos de ella influye en un 38%
- Los gestos
y las señales que emitimos influyen en un 55%
Eso quiere
decir que más de la mitad del efecto que van a producir nuestras palabras va a
depender de nuestro lenguaje corporal y que si este no es coherente con lo que
hemos dicho, lo que mandará será nuestra expresión y nuestros gestos.
¿Por qué
todos procuramos hablar las cosas cara a cara, cuando les damos realmente
importancia? Porque somos conscientes de la enorme dosis de información no
verbal que nos transmitimos en los encuentros personales y que se pierde por el
camino de los teléfonos, los correos y las telecomunicaciones.
La
comunicación efectiva se establece a partir de las sucesivas combinaciones de
todos nuestros recursos expresivos.
Puede parecer
una pregunta superficial, pero es una pregunta necesaria e importante. Porque
tiene consecuencias.
Como vehículo
de comunicación que es, hay que usar la indumentaria con sabiduría y decidir
qué impresión queremos generar. Adaptación a la situación y al público es la
clave. Lo mejor es la discreción, pero en línea con el contexto. Hay que
saber adaptarse a las circunstancias, excepto que prefiera vivir como un
ermitaño.
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