En los últimos meses, días, el tema es recurrente.
Convertido en “cantaleta” voces repican una serie de temas: alimentos, precios
cuidados, congelados, aumentados; tarifas, tarifazos; dólar, tasas; sueldos que
no alcanzan, que se diluyen; puestos de trabajan que peligran y también que se
extinguen; inflación y estanflación.
Dolorosa letanía que “se reza” en las casas, en los
bares, en oficinas y comercios, en “el bondi” y en la fila para pagar y también
refinanciar.
La otra “cantaleta” y también dolorosa letanía que
se reza en los mismos lugares es: “ya no miro televisión”, “decidí no escuchar
más las noticias”, “prefiero no enterarme”; la “cantaleta de la grieta” también
alcanza y divide entre quienes siguen precios y entre quienes prefieren no
saber.
¿Desconocer nos preserva? ¿El deseo de saber
trastorna? ¿Hasta dónde la negación nos resguarda?
Se les debe a Freud y a su Teoría Psicoanalítica la
formulación de los “Mecanismos de defensa”. Uno de ellos es “la negación”,
operación por el cual la persona intenta protegerse de la realidad que le
resulta desagradable o dolorosa, negándola.
Como todos los mecanismos de defensa, tal proceso
ocurre de manera inconsciente; así se anulan informaciones que resultan
irritantes, molestas, penosas, amargas, puesto que “desconociendo” se niega de
cierta forma lo que acontece y la realidad no debe ser afrontada.
Lenguaje, actos, acciones y pensamientos son vías
por medio de las cuales la negación se manifiesta; el deseo de desconocer no es
simplemente ignorar cuanto acontece a nuestro alrededor, sino que es una forma
de preservarse de ese “tsunami” que sacude nuestra existencia.
Cuando un trabajo peligra o se pierde, cuando el dinero
no alcanza, cuando hasta hábitos alimenticios deben ser reformulados y poco
lugar queda para el esparcimiento y el ocio, las bases sobre las que nos
constituimos se tambalean, la imagen de quienes somos se desmorona, y nuestro
lugar dentro de un entramado se resquebraja.
Así como saber todo lo que acontece en “tiempo
real” trastorna, aumenta la ansiedad y genera estrés, no saber preserva de la
inestabilidad, hace más soportable lo insoportable y evita la exposición
directa al “colapso emocional”.
Una de mis frases de cabecera es “lo que no se
aborda volverá una y otra vez en forma de síntoma, de conflicto”, por eso si
bien la negación tapa, cubre, emparcha y hasta maquilla, jamás elimina el
problema.
Desconocer, negar, es la forma de resistir a un
cambio, máxime cuando este es necesario; resistirse a asumir que hay un
problema que directa o indirectamente nos ataña y debemos afrontar, no solo
agravan la situación sino que cada vez el abordaje será más lejano e
inaccesible.
No admitir, no querer saber, desconocer, sin dudas
permitirá mantener un equilibrio momentáneo; derogar lo que nos incomoda solo
permite recorrer “trechos cortos”, en el momento menos pensado la realidad
cachetea.
Solo se puede cambiar aquello que se conoce, de lo
contrario estamos condenados/as como la avestruz que esconde la cabeza, estamos
condenados/as como la avestruz que corre pero no vuela.
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