En ocasiones muchos de los buenos propósitos que
tenemos quedan vacíos si no van acompañados de actos que los dibujen sobre la
realidad. Otras veces es mejor quedarse en las buenas intenciones en lugar
de pasar directamente al acto: podemos predecir una consecuencia indeseada
y suficientemente disuasoria como para apartar el propósito.
Aunque muchos de los buenos deseos los realizamos pensando en lo mejor para el otro,
es posible que el resultado final no sea el esperado. Muchas veces tomamos
decisiones en base a sentimientos y, con la ingenuidad de nuestro lado,
pensamos que todo es posible si se acompaña con el corazón.
«El camino al infierno está construido de buenas
intenciones»
-Carlos Ruiz Zafón-
Sin embargo no siempre salen las cosas como nos gustaría. Pese
a los buenos deseos nuestras acciones pueden hacer mucho daño. Antes
de pasar a la acción conviene reflexionar sobre qué hacemos, si tenemos la capacidad
necesaria para llevarlo a cabo y qué consecuencias puede producir su materialización.
Pese a los continuos mensajes que recibimos del tipo «para
conseguirlo solo necesitas soñarlo» o «no hay nada imposible», lo cierto es que
sí hay cosas que no podemos lograr solo con desearlas.
Si las buenas intenciones no están apoyadas de los conocimientos
necesarios pueden resultar peligrosas. Las decisiones que
tomamos pueden influir tanto en nosotros mismos como en las personas que
queremos y, sin intención de hacerles daño, pueden acabar resultando
perjudiciales.
Si quisiésemos operar a un familiar enfermo para salvarle la
vida necesitaríamos no solo buenas intenciones, sino también los conocimientos
necesarios; de lo contrario acabaríamos matándole (eso sí, lo habríamos hecho
con toda nuestra buena intención).
El conocido efecto Dunning-Kruger viene
a decir que cuanto menos sabemos de algo más creemos saber. Así, las personas
que poseen poco conocimiento sobre un área concreta pueden sentirse competentes
sin ser conscientes de su gran ignorancia. De hecho. Muchos psicólogos están
cansados de escuchar ”si yo sé más de psicología que tú, aunque no haya estudiado
la carrera”.
«La sobrevaloración del incompetente nace de la mala
interpretación de la capacidad de uno mismo. La infravaloración del competente
nace de la mala interpretación de la capacidad de los demás»
-David Dunning y Justin Kruger-
Lo mismo puede pasar con las acciones que realizamos o
consejos que damos a otros pensando en lo mejor para ellos. Familiares, amigos
o personas desconocidas que construyen su negocio únicamente sobre los
cimientos de las buenas intenciones, sin reparar en el conocimiento,
normalmente están sellando su fracaso.
Cuando alguien solo mira en una dirección es complicado
abrirle los ojos a otros horizontes. Las ideas en conflicto no se llevan
bien, causan malestar y no son bien recibidas en nuestra mente. Por eso mismo
solemos desechar una perspectiva, acomodando la realidad a la visión que más
nos agrada.
El efecto de la disonancia
cognitiva explica que cuando la persona tiene dos pensamientos
contrarios, por ejemplo, «creo que lo que hago es bueno para los demás» y muchas
personas dicen que lo que hago puede ser perjudicial sentimos un malestar
interno que trataremos de eliminar.
Debido al propio funcionamiento de nuestra mente es complicado salir de las ideas predeterminadas
que tenemos. Cuando algo contradice nuestro punto de vista, la salida más
natural es neutralizarlo rápidamente, buscando algo que apoye a nuestra postura
o descalificando a la persona que propone la nueva idea. Para algunos este
«ejercicio de defensa se ha convertido en un proceso tan automático que ni
siquiera son conscientes de que lo están ejecutando.
Cuando sumas el efecto Dunning-Kruger y la disonancia
cognitiva los resultados pueden ser nefastos. No hay nada más peligroso que un
ignorante que se cree capaz de cualquier hazaña y que además es incapaz de mirar
en otras direcciones que no sea la suya propia.
Pese a que muchas personas se acercan a nosotros con buenas
intenciones recuerda que a veces no son suficientes. Reflexionar antes de actuar y acudir a una
opinión experta en
ocasiones puede ser más beneficioso que dejarse guiar por palabras que resultan
tan bonitas y seductoras como peligrosas.
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