“Los hombres son tan simples y unidos a la necesidad, que
siempre el que quiera engañar encontrará a quien le permita ser
engañado.”
Maquiavelo
“Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante
la guerra y después de la cacería.” Frase de Bismarck, ciertamente se afirma
que uno domina sus silencios y no sus palabras. Es probable que así sea, que
seamos más dueños de lo que callamos que de lo que decimos.
Hay hombres que
están uncidos al verbo engañar y tocamos el cielo de engañarnos nosotros
mismos, como si un espejo nos reflejara la mayor mentira todas las mañanas,
“nuestra mediocridad”.
Pobres electores que sueñan con los cambios (¿de personas?,
¿de partidos?), para continuar con la cadena de mentiras y tener argumentos
para las siguientes elecciones. En efecto, somos convocados por mentirosos,
amorales y cobardes, que con premeditación hacen abordar a los electores al
barco de las ilusiones, en donde navegarán con la vara y su zanahoria al
extremo, y que nunca será alcanzada.
Las amenazas y las extorsiones lanzadas al
pueblo por parte de los gobernantes, no son otra cosa que utilizar el engaño,
para apretar a otro nivel de gobierno, para que se violente el orden jurídico y
se consume la burla contra él. Sabias reflexiones de los ciudadanos contra los
mentirosos que alertan a la comunidad entera sobre la mediocridad en su más
pura expresión.
Las campañas políticas, de suyo, contienen un alto grado de
mendacidades, pues desde el interior de los institutos políticos, ya se
consumaron las mentiras con los propios miembros. Y todavía hay quienes se
preguntan ¿por qué las gentes no acuden a las urnas electorales a expresar su
voluntad?
Los mismos mentirosos hablan de “hartazgos y de desconfianzas” y
buscan culpables por todos lados, menos en sí mismos. Recordemos el espejo
mañanero.
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