jueves, 2 de mayo de 2019

Cuando No Hacen Falta Las Palabras

Acumulamos palabras para decir lo que sentimos pero muchas veces no encontramos cupo suficiente para ello, no hay ninguna frase que nos haga sentirnos comprendidos por más que busquemos en el diccionario de nuestra mente. En ocasiones solo hace falta  encontrar esa foto que nos traslade a un sentimiento mejor, descubrir un poema que empatice con nuestra situación, una guitarra para disminuir la tensión, buscar una mano que nos acaricie el corazón o acortar distancias entre nuestro oído y la voz de un amigo.

Con razón decimos que en ocasiones “sobran las palabras”, que «con un gesto basta» y que «hay imágenes que valen más de mil palabras». Muchas veces nos cuesta encontrar conceptos para ponerle nombre a lo que sentimos, nos supone un reto ordenarlos y crear una descripción que resulte cohesionada para el oído ajeno y acertada para el propio.

A veces es una canción, esa que suena de pronto en la radio y que alegra un mal día, esa a la que recurrimos como alimento básico y no perecedero de nuestra alma, esa letra que se guía de música y que se convierten en unas palabras prestadas que encajan en nuestra situación y definen lo que nos ocurre sin conocernos.

Otras veces es un abrazo que se recibe en el momento preciso, ese en el que andabas ojeando en el diccionario como expresar lo que sientes. Abrazos que son salvavidas en el mar de las emociones. Abrazos que definen a quien los da, que cohesionan las partes de quien lo recibe y llenan de significado el momento.

Puede ser el silencio el que nos de las respuestas. La ansiada explicación deja de interesar cuando te encuentras contigo mismo, cuando levantas tu piel y descubres del fuerte material del que estás hecho.

Otras veces es una sonrisa, un conversar sin prisas, una mirada que te da cuenta de que no eres invisible, un oído que se posa en tu pecho y comprende lo que te sucede solo con oír los latidos de tu corazón.

En muchas ocasiones es esa persona que llega a ti en forma de regalo sin envolver, y que con su mezcla de gestos, palabras e historias en común, te inspira y ayuda a reordenar el discurso de tus emociones.

Por más que nos empeñemos, las palabras no son suficientes, y más que protagonistas son complemento. Las palabras son necesarias, pero el grado de empatía, nuestro efecto en los demás, no depende de la facilidad de oratoria, sino del saber mirar a través de la piel, de saber abrazar con una mirada y de ser el resultado más protagonista que la acción.

Que un discurso tenga calidad no asegura su éxito. El éxito depende de la conexión entre tus palabras y el corazón oyente (siempre he pensado que el éxito de mis textos se define por el efecto que provoca en vosotros y eso os aseguro que no depende solo de las palabras).


No te asustes si no encuentras ideas que definan lo que sientes, porque puede que la definición esté en un abrazo, en una canción o en un oído amigo.

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