jueves, 12 de marzo de 2020

La Vida Única


“Porque nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes”

El pasado siglo se ha caracterizado filosóficamente por el intenso debate en torno al humanismo, es decir, la llamada crisis del humanismo. Por diversos factores históricos, culturales y filosóficos, que son ampliamente conocidos, en los años 40 surgió una ‘disputa’ acerca de qué se entiende por humanismo entre el existencialismo de Sartre y el antihumanismo de Heidegger.

Ahora bien, éstos no han sido los únicos interlocutores en tal debate; otros muchos han participado en tan interesante discusión. Uno de los nombres que están más vinculados al debate sobre el humanismo es, sin duda, el de Emmanuel Levinas. 

Este pensador lituano, nacionalizado francés, es el representante de una nueva y personal filosofía conocida como humanismo del otro.

Se trata de un pensamiento que ha encontrado un lugar de preferencia en la reflexión filosófica actual y que ha dado lugar a una gran cantidad de estudios. Su concepción del humanismo se expone especialmente en sus obras maestras, Totalité et infini. Essai sur l’extériorité, Humanisme de l’autre homme y Autrement qu’être ou au-delà de l’essence. 

Estas obras son las que han sido estudiadas con más profusión; sin embargo, los escritos anteriores a Totalité et infini han quedado en un segundo plano. Considero conveniente prestar más atención a estos trabajos juveniles, pues estos escritos trazan la dirección de su pensamiento maduro y, por ello, constituyen la base necesaria para comprender el verdadero significado del humanismo del otro.


La Exclusión

La exclusión social y educativa

La exclusión social es un proceso que afecta a millones de personas en todo el mundo, tanto en los países en vías de desarrollo como en las prósperas sociedades occidentales.

La sociedad de la información en la que estamos inmersos está demostrando una triple diferencia social. Por un lado, la seguridad de los privilegiados con trabajo fijo y pleno disfrute de sus derechos individuales y sociales. Por otro, la inseguridad de los que tienen trabajos eventuales y viven en permanente estado de ansiedad y escepticismo y, por último, el desarraigo del mercado laboral de amplias capas de la población. Todo ello conduce a la dualización de la sociedad.

Se trata de un fenómeno que no sólo tiene que ver con la pobreza y que en cualquier momento puede abatirse sobre las personas. Es decir, el sentimiento de vulnerabilidad de nuestros alumnos no sólo es observable en los sectores estructuralmente pobres sino que afecta a la población escolarizada y no escolarizada, aunque de diferentes formas.

En ocasiones, tiene mucho que ver con la percepción y el sentimiento que muchas personas experimentan de no ser valoradas ni tenidas en cuenta en la sociedad por lo que son.

Hoy sabemos que, en muchos casos, esa exclusión social se anticipa o se prepara en procesos de exclusión educativa que, como aquella, tiene múltiples caras:

Falta de acceso a los sistemas educativos.

Escolarización segregada en dispositivos especiales.

Educación de «segunda» para los más desfavorecidos.

Fracaso escolar.

Maltrato entre iguales por abuso de poder.

Desafecto.

Etc.….

El concepto de exclusión implica un proceso de separación entre grupos distintos entre sí y supuestamente homogéneos dentro de sí mismos. Pero esta separación no es tan simple: la exclusión también incorpora una valoración diferencial entre estos grupos ya que uno es considerado mejor que el otro y esto conlleva a comportamientos diferenciales con uno u otro grupo lo que instaura diferencias en el acceso a oportunidades y beneficios.

Según Vélaz de Medrano (2002), la exclusión es un «proceso de apartamiento de los ámbitos sociales propios de la comunidad en la que se vive, que conduce a una pérdida de autonomía para conseguir los recursos necesarios para vivir, integrarse y participar en la sociedad de la que forma parte».

Introspectiva


Dice un aforismo de Jung que: Quién mira hacia fuera sueña y quién mira hacia dentro, despierta. 

No obstante, la práctica de la introspección que por deformación profesional yo tengo perfectamente asumida, es algo mucho menos abundante de lo que parece. Los numerosos artículos y libros de autoayuda y psicología divulgativa que existen podrían hacernos pensar que las personas practican mucho ese autoconocimiento interior, pero la realidad es otra. Porque además es muy frecuente como dice el refrán, ver la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. 

Y es muy habitual encontrarte con personas con una gran habilidad para ver los defectos de los demás pero con una total ceguera a lo que les sucede en su interior. Aunque ese interior que ellos no ven le hable a gritos a los demás.

Muchas personas acuden a esas fuentes citadas porque sienten algún tipo de inquietud o incluso malestar que les empuja a buscar respuestas o en algunos casos, métodos o recetarios para sentirse mejor. Y en algunas ocasiones eso puede funcionar. 

Lo malo es que los resultados no suelen ser duraderos. Porque el único cambio que de verdad perdura es el que proviene de un verdadero autoconocimiento, de saber de verdad quién somos y cómo somos. Y desde ahí poder conocer cuáles son nuestras necesidades y nuestros deseos más profundos, esos que de hacerse realidad nos pueden llevar a un bienestar más duradero que el que provee un método en diez pasos.

Como nos cuenta Alain de Botton: la introspección es de gran valor para alcanzar la serenidad.

Gracias a ella podemos averiguar qué cosas nos producen estrés del bueno y cómo, cuando este supera ciertos límites, se convierte en dañino. Por todo ello es obvio que necesitamos mirar hacia adentro. Y esa no es una tarea fácil. Primero de todo porque no estamos acostumbrados a ello, no nos han enseñado a pararnos a reflexionar sobre nosotros mismos. Y segundo, porque muchas personas temen  lo que pueden descubrir en su interior y hacen todo lo posible para evitar esos momentos, esos espacios en que podrían pararse a meditar sobre ellos mismos y conocerse un poco mejor.

Como dice un antiguo cuento zen:
“Un maestro y su discípulo caminaban por un prado. En su paseo Iban oyendo las voces de distintas criaturas: el mugido de las vacas, el trinar de los pájaros, el balar de las ovejas, el relinchar de las caballerías…
-Si tan sólo pudiera comprender un instante lo que dicen -dijo en un suspiro el discípulo refiriéndose a los animales.
Mucho más importante para ti sería si tan sólo pudieras comprender un instante la verdadera esencia y significado de lo que tú mismo dices -respondió el maestro.”


Así como en el caso del discípulo, una de nuestras tareas es entendernos a nosotros mismos, saber lo que pensamos y lo que sentimos. La buena noticia es que se puede conseguir y que además pasados los miedos y obstáculos iniciales, resulta una tarea de lo más apasionante y gratificante. Conocerte te permite tomar mejores decisiones y como decía Shopenhauer, jugar bien las cartas que el destino te da. Los métodos son variados, puedes hacerlo sólo o con la ayuda de un profesionalLo importante es que cada día que pase, sepas mejor quien eres y qué quieres y des menos palos de ciego. 

Y además, si realizas un proceso introspectivo, no tienes nada que perder en el proceso salvo el autoengaño en el que posiblemente has vivido en muchos momentos.


Vemos Y Decimos

“Caras vemos, corazones no sabemos” es un dicho popular originario de los nahuas o mexicas que actualmente significa que no podemos confiar en las apariencias de las personas porque no nos dice nada sobre lo que son ni sobre lo que piensan.

El origen del dicho tiene un significado levemente diferente. Los nahuas antiguos tenían códigos de conducta moral asociados al cultivo de una ‘vida virtuosa’. Una ‘vida virtuosa’ significaba nutrir las dos partes de una persona: la cara y el corazón.

Para los nahuas, ya desde la época precolombina, las personas tienen la dualidad de la cara y el corazón instándolos a ‘cultivar una cara sabia y un corazón firme’, o sea:

· tener un comportamiento recto que se traduce en tu imagen exterior y en la cara y

· tener una voluntad fuerte encaminado hacia la virtud que se traduce en la cualidad interior y en el corazón.

Hoy en día, el dicho totimehuacán “caras vemos, corazones no sabemos” se ha popularizado en el mundo hispanohablante no por su acepción de llevar una vida recta tanto interna como externamente sino que es conocido como un dicho de desconfianza hacia los otros o de cautela hacia juicios prematuros.

“Caras vemos, corazones no sabemos” es un dicho popular originario de los nahuas o mexicas que actualmente significa que no podemos confiar en las apariencias de las personas porque no nos dice nada sobre lo que son ni sobre lo que piensan.

El origen del dicho tiene un significado levemente diferente. Los nahuas antiguos tenían códigos de conducta moral asociados al cultivo de una ‘vida virtuosa’. Una ‘vida virtuosa’ significaba nutrir las dos partes de una persona: la cara y el corazón.

Para los nahuas, ya desde la época precolombina, las personas tienen la dualidad de la cara y el corazón instándolos a ‘cultivar una cara sabia y un corazón firme’, o sea:

· tener un comportamiento recto que se traduce en tu imagen exterior y en la cara y

· tener una voluntad fuerte encaminado hacia la virtud que se traduce en la cualidad interior y en el corazón.

Hoy en día, el dicho totimehuacán “caras vemos, corazones no sabemos” se ha popularizado en el mundo hispanohablante no por su acepción de llevar una vida recta tanto interna como externamente sino que es conocido como un dicho de desconfianza hacia los otros o de cautela hacia juicios prematuros.

Las fábulas que se asocian al dicho “caras vemos, corazones no sabemos” son generalmente de un depredador y su presa natural, por ejemplo el gato y el ratón o el gato o el pájaro, que se hacen amigos hasta que un día el predador engaña a su presa y se la come.

Tal Como Me Percibo


¿Te ves como realmente eres o como los demás quieren que seas? Esto puede parecer una pregunta carente de importancia, pero la realidad es que es muy idónea para reflexionar sobre este tema.

Una vez nos ponemos a pensar en esto, nos damos cuenta de que quizás las demás personas no nos vean de la misma forma que nos vemos nosotros. Por ejemplo, cómo te comportas o qué demuestras con ellas hará que se formen una imagen de ti que quizás no compartas.

A veces, nos dejamos influir demasiado por lo que creemos se espera de nosotros. ¿Cómo quieren los demás que seamos? Esto puede formar una imagen de nosotros externa con la que no nos sentimos identificados.

“Los espejos son como la conciencia. Uno se ve allí como es, y como no es, pues quien se ve en lo profundo del espejo trata de disimular sus fealdades y arreglarlas para parecer a gusto”
-Miguel Ángel Asturias-

Todo esto puede influir de manera positiva o de manera negativa. Imagina, por ejemplo, cuando te ves con unos kilos de más y los demás te dicen que estás bien. Es un ejemplo sencillo de que tu perspectiva no es la misma que la del resto y esto influye en muchas cosas.

Muchos de nosotros estamos llenos de complejos que nos impiden disfrutar de nosotros mismos. Todo esto viene por el hecho de dar una imagen que nos guste de cara al resto de las personas.

Estamos continuamente pensando en qué imagen dar a los demás, cómo nos van a ver… Lo que no sabemos es que muchas veces las personas no nos ven como nosotros pensamos o queremos que nos vean.

¿Sabes qué sería muy positivo? Empezar a interactuar con las personas que están a nuestro alrededor y preguntarles directamente cómo nos ven a nosotros mismos. Esto nos puede ayudar a comprender cómo nuestro punto de vista no es único, ni siquiera intentando vernos desde fuera lo logramos.
Si lo has hecho, descubrirás cosas que seguro ni te planteabas sobre ti. Todo lo que te digan te ayudará a formarte una imagen real que es lo que proyectas hacia el resto de personas. ¿Qué será lo que descubras sobre ti?

“No hay nada peor que la imagen nítida de un concepto difuso”
-Ansel Adams-

En ocasiones si estamos con personas manipuladoras o agresivas que nos someten, podemos acabar dando una imagen que en nada se corresponde a cómo somos en realidad. ¿Por qué nuestro orgullo queda relegado? Estás siendo como los demás quieren que seas. No lo permitas.

Tratar bien a los demás, ser respetuoso, hará que los demás te vean con ojos positivos. Es normal que un día tengamos un día malo, ¡somos humanos! Pero tal y como tratemos a los demás, así nos verán.

“No vemos las cosas como son, sino como somos”
 -Jiddu Krishnamurti-

Lo Que Ocurre Dentro Nuestro

Demasiadas personas viven una vida que no es suya. Viven sus vidas de acuerdo a lo que otros piensan que es mejor para ellos; a lo que sus padres piensan que es mejor para ellos, a lo que sus amigos, sus enemigos y sus profesores, su gobierno y los medios de comunicación definen que es mejor para ellos. Ignoran su voz interior. Están tan ocupados con agradar a todo el mundo, intentando estar a la altura de las expectativas de otras personas, que pierden el control sobre sus vidas. Se olvidan de lo que les hace felices, lo que quieren, lo que necesitan… Y, finalmente, se olvidan de sí mismos. Tienes una vida – la que tienes ahora mismo – hay que vivirla, sé dueño de ella, y sobre todo, no dejes que las opiniones de los demás te distraigan de tu camino.

Sabemos que el silencio es sabio, y siempre es bueno pensar antes de hablar, sobretodo ante alguien que no quiere escucharnos o no va a valorar lo que le vamos a decir. Pero hay que encontrar un equilibrio entre el silencio y la defensa de nuestras necesidades:

Silenciar nuestros sentimientos y nuestros pensamientos permiten a la persona que está delante de nosotros no saber que nos está haciendo daño, aunque esté superando algunos límites. Nadie puede adivinar los pensamientos de los demás, por eso si no decimos lo que nos duele o no nos duele, las demás personas no lo sabrán.

Hay silencios sabios y sabias palabras. Saber cuándo callar y cuándo hablar es, posiblemente, la mejor habilidad que podemos aprender a desarrollar. No se trata, de ninguna manera, de estar siempre callado o de decir siempre lo que tenemos en mente. Los extremos nunca son buenos.

Mantén el equilibrio, pero recuerda siempre que ocultar los sentimientos nos puede hacer daño. Si permites que otros invadan tu espacio personal, al final, serás como una marioneta guiada por otro.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Seguridad Y Confianza


¿Qué es la seguridad en uno mismo?

La seguridad o la confianza en ti mismo implica sentirte seguro de ti mismo y de tu talento, no de una forma arrogante, sino de una forma realista. Esta seguridad no significa sentirse superior a los demás. Se trata de saber, internamente y con serenidad, que eres una persona capaz.

La gente con confianza en sí misma:
se siente más segura que insegura
sabe que se puede fiar de sus talentos y habilidades para hacer frente a todo lo que pueda pasar
se siente preparada para los desafíos de todos los días, como un examen, una presentación o una competición
piensa "yo puedo" en vez de "no puedo"
Por qué es tan importante la seguridad en uno mismo:

La confianza en nosotros mismos nos ayuda a sentirnos preparados para hacer frente a las experiencias de la vida. Cuando estamos seguros de nosotros mismos, tendemos a acercarnos a la gente y a las oportunidades, no a alejarnos de ellas. Y, si las cosas no funcionan al principio, la seguridad en nosotros mismos nos ayuda a probarlo de nuevo.

Cuando una persona carece de seguridad en sí misma, ocurre justamente lo contrario. Es mucho menos probable que pruebe cosas nuevas y que trate de comunicarse con un desconocido. Si fracasa en algo la primera vez, es muy poco probable que lo vuelva a intentar. Una falta de seguridad o de confianza en uno mismo puede impedir que una persona alcance su pleno potencial.

Cree en ti mismo
¿Te ha dicho alguien que eres listo? ¿Divertido? ¿Amable? ¿Un artista? ¿Un buen estudiante? ¿Un buen escritor? ¿Todo un atleta?

Cuando la gente nos elogia o reconoce nuestro talento, incrementa nuestra seguridad en nosotros mismos, siempre y cuando creamos sus palabras. Si dudaras o pusieras en duda las cosas buenas que la gente dice sobre ti, eso sería lo contrario de la seguridad en uno mismo.

Para sentirte realmente seguro de ti mismo, necesitas creer de verdad que eres capaz. La mejor forma de desarrollar esta creencia consiste en utilizar tus talentos y habilidades mediante el aprendizaje y la práctica.

 La confianza en nosotros mismos nos ayuda a avanzar hacia el descubrimiento y el desarrollo de nuestras capacidades. Cuando vemos de qué somos capaces y nos enorgullecemos de nuestros logros, nuestra confianza se hace más fuerte.



Mi Amiga Soledad


Parece mentira que siendo la generación mejor conectada, seamos la que más sola está. O, mejor dicho, la que más sola se siente. Que no es lo mismo.

Todos nos hemos sentido solos en algún momento de nuestra vida y, por ello, hay tantas definiciones de soledad como personas que la experimentan. Para algunos, es un estado emotivo, a veces sentido, a veces buscado y, para otras tantas, un estado impuesto por la vida misma en el vivir de las ausencias.

Tal y como decía Benedetti: “la soledad se sabe sola en el mundo de los solos y se pregunta a veces por otras soledades”. No deja de ser un estado emocional envuelto en cierto desconcierto e incomprensión social.

Y es que la soledad tiene dos caras. Puede ser un enemigo mortal que te cae como una losa. O también puede ser tu mejor amiga: la que te hace escucharte, conocerte, enfocarte en lo que realmente quieres y necesitas en cada momento. Depende del cristal con que se mire.

Porque no tenemos miedo a la soledad, tenemos miedo a estar con nosotros mismos. A escucharnos. Es la soledad emocional.

Se rehúye de la soledad porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos (Carlo Dossi)

Y es que cuando te sientes solo, puedes oír tu ruido interior. Una especie de sirena que reverbera dentro de ti, con un sonido desgarrador e insistente. Y la evitas a toda costa. Buscas manos a las que cogerse, pupilas amigas donde posarse, u oídos amables que te escuchen.

Encendemos el televisor. O buscamos la complicidad de la radio. O buscamos cuerpos anhelando complicidad. O trabajamos más de la cuenta. O contamos “cuentos” por las redes sociales. Cualquier distracción para acallar el zumbido continuo.

Pero no hay nada externo que pueda llenar ningún vacío de soledad.

Porque a veces, tu soledad emocional es tan rotunda que silba. Sí, es tan desmedida, que ronronea en tu hombro. Y vayas donde vayas, o hagas lo que hagas, esa sensación te acompaña siempre. 

Porque la llevas dentro, porque la alimentas, la construyes, la consientes y la mimas hasta convertirla en tirana.

Más que buscarla, parece que la soledad le encuentra a uno y cuando esto sucede, puedes estar con mil personas, que el desierto es casi ilimitado. Y es que no hay soledad más dura que aquella que uno siente rodeado de mucha gente. La soledad de sentirse incomprendido, de sentirse poco querido. La soledad de notar que uno va en la dirección contraria al mundo.


Es cuando te miras al espejo y no recuerdas quién eres, porque te has convertido en tus quejas, tus dolores, tus angustias, tus ansiedades de madrugada y tus limitaciones imaginarias… 

Eso es lo que te muestra al principio la soledad.


La Credibilidad


En términos generales puede definirse como el juicio realizado por una persona o personas acerca de la verosimilitud de un determinado evento del que no se tiene certeza plena. Que este juicio sea positivo o negativo dependerá de que el evento que se valora sea afín o no a la manera de entender el mundo de quien o quienes realizan tal discernimiento. Es decir, a la hora de tomar una decisión sobre lo que se creerá, la capacidad de juzgar tiene que asirse de aquello que conoce previamente y movilizar así ese material disponible para traducir en términos de verdadero o falso lo que se está escuchando.

En la búsqueda de lo ya conocido, prejuicios y estereotipos terminan por deformar y obstruir el juicio de credibilidad. Y en ningún otro ámbito esto es tan flagrante como cuando de agresiones sexuales se trata. 

Situación que, además, empeora si el agresor es alguien conocido de la víctima. El circuito biyectivo de la credibilidad –creemos aquello que encaja con nuestra manera de ver el mundo, y aquello que creemos refuerza nuestra manera de ver el mundo– se convierte para las mujeres en una cárcel: la verdad se queda del lado de los agresores, de la cultura patriarcal y sus prejuicios.

En términos generales puede definirse como el juicio realizado por una persona o personas acerca de la verosimilitud de un determinado evento del que no se tiene certeza plena. Que este juicio sea positivo o negativo dependerá de que el evento que se valora sea afín o no a la manera de entender el mundo de quien o quienes realizan tal discernimiento. Es decir, a la hora de tomar una decisión sobre lo que se creerá, la capacidad de juzgar tiene que asirse de aquello que conoce previamente y movilizar así ese material disponible para traducir en términos de verdadero o falso lo que se está escuchando.

En la búsqueda de lo ya conocido, prejuicios y estereotipos terminan por deformar y obstruir el juicio de credibilidad. Y en ningún otro ámbito esto es tan flagrante como cuando de agresiones sexuales se trata. Situación que, además, empeora si el agresor es alguien conocido de la víctima.


martes, 10 de marzo de 2020

La Fuerza De Voluntad

La fuerza de voluntad es el impulso interno que nos lleva a vencer los obstáculos y a lograr nuestras metas. No es algo con lo que nacemos o dejamos de nacer. Podemos desarrollar y reforzarla nuestra fuerza de voluntad si entendemos en qué consiste y por qué no la hemos fortalecido.

Si tuvieras que calificar tu fuerza de voluntad ¿cuánto te pondrías?

¿Cuánto te gustaría ponerte?

Creemos que cuando no podemos hacer algo es por falta de voluntad y que si no la tenemos, no podemos obtenerla.
Esto es un gran error.

Si podemos desarrollar y fortalecer nuestra fuerza de voluntad, pero primero tenemos que entender su significado. 
La fuerza de voluntad es la capacidad (la energía y el conocimiento) que tenemos para controlar nuestros impulsos y nuestras conductas.
Para dirigir nuestros pasos hacia donde nosotros queremos.

Tener voluntad es lograr llevar a cabo acciones claras, definidas y concretas, basadas en nuestros deseos y nuestras decisiones.

Nadie carece completamente de esta capacidad, porque no podría sobrevivir.
No podría encausar su vida, en ningún aspecto.

Imagínate que sucedería si todas las personas que creen que no tiene fuerza de voluntad, se dejaran llevar por sus impulsos. 
Comerían, beberían o fumarían hasta enfermar o morir.
Golpearían e insultarían a cualquiera que los hiciera enojar, por lo que vivirían peleándose con todo mundo.
Abandonarían a su familia, trabajo y responsabilidades, cada vez que se sintieran presionados o agobiados.

 Todos hemos deseado actuar así en algún momento.
Y todos nos hemos controlado la mayor parte de las veces.

Por lo tanto, todos tenemos fuerza de voluntad.
Pero la tenemos en ciertas áreas y en otras no.

En las que no la tenemos, podemos aprender a hacerlo.

Si tuvieras que calificar tu fuerza de voluntad ¿cuánto te pondrías?

¿Cuánto te gustaría ponerte?


Transmitir Energía

Las personas trasmiten a los demás sus vibraciones, positivas o negativas. Si sueles acompañarte de personas con buenas vibraciones, tu mente se llenará de energía, aumentará tu poder mental y estarás siempre con una actitud positiva.

"Caminamos en el mundo intercambiando 
energías"

Las personas vivimos intercambiando energías, ya sean estas positivas o negativas, lo sentimos claramente por ejemplo, cuando nos saludan con una amplia sonrisa y un abrazo sincero, las tensiones acumuladas se liberan en ese

momento, sentimos una especial armonía, lo que nos invita a devolver una resonancia de sonrisas. 
Pero si nos encontramos con una persona, que ni bien nos saluda  inicia un discurso de críticas, lamentando que todo le sale mal , que las personas tienen que ver con todo lo malo que le sucede. Notamos que a medida que pasa el tiempo nos vamos contrayendo, el oxígeno comienza a disminuir, la atmósfera se torna densa, nos preguntamos ¿Fue constructiva para ambas partes la conversación?, algo sucedió, ya no nos sentimos tan bien, algo se fue, se escapó.  

Fue nuestra energía que la dejamos ir  y permitimos el ingreso de una  carga inútil de energía negativa.

Sobre el mismo suceso, podemos revertir tal situación haciendo fluir un campo energético positivo, trasmitido a través de nuestras palabras, pensamientos y acciones, recirculando la energía para que ésta se cuele y se convierta en útil y constructiva para todos.  ¿De qué manera? Reorientando la conversación hacia la búsqueda de luces, de soluciones, siendo concretos, empáticos y eficaces en dicha transmisión

 La vida cotidiana es una constante de interacciones con otros en el mundo, ocurre una transferencia de energía mental, lo hacemos a través de nuestras emociones, acciones, necesidades, sentimientos, así como tensiones, estrés y emociones negativas.

Términos De Expresión


Cuando se habla de los hombres, la mayoría de nosotros solemos llamarlos “machos” para
expresar su fuerza y masculinidad, pero cuando éste demuestra cierta debilidad lo describimos como “marica” y se les suele decir “¡sé hombre!”. Este hecho vuelve a la mujer inferior, pues solamente ésta puede demostrar fragilidad y debilidad.

En el caso del racismo, solemos identificar a una persona blanca como buena e inocente pero a alguien de piel oscura se le relaciona con violencia, maldad y peligro. Como estos, hay muchísimos más ejemplos que reflejan este lenguaje.

Las razones del porqué hablamos así son muchas y nos afectan cada una individualmente o todas al mismo tiempo. Puede que se deba a la cultura de cada país, la época en que nacimos y crecimos, la educación recibida a lo largo de nuestra vida y/o a la sociedad en la que cada uno de nosotros se ve inmerso.

Esta forma de hablar promueve el significado erróneo de muchas palabras en nuestro vocabulario, ya que generalizamos y no utilizamos su significado real por lo tanto mandamos una idea equivocada a los demás e incrementamos la intolerancia, el irrespeto, la desigualdad, los prejuicios en las personas y ante estos temas. Además expresarnos de esta manera puede afectar a las personas a nuestro alrededor porque estamos juzgándolos, criticándolos y atacándolos.

Ahora que ya sabemos que significa hablar despectivamente, cuando se está hablando de esta manera, las razones que lo generan y las consecuencias que trae hablar así, podremos darnos cuenta de todo lo que significa, el motivo por el cual lo hacemos y a partir de esto tomar una decisión sobre el tema.

Cada uno de nosotros es libre de expresarse como quiera pero es vital que seamos tolerantes ante nuestras desigualdades. “Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas” (Frase de John Fitzgerald Kennedy), empezando por lo más simple, dejando de hablar despectivamente.


Nuestros Recuerdos

Los seres humanos tenemos la capacidad de recordar. Nuestra mente es una especie de archivo donde guardamos recuerdos y les otorgamos un cierto significado o valor. Hoy sabemos desde la neurobiología que comenzamos a recordar vivencias positivas y negativas partir de los tres años de edad. 

Nuestros recuerdos conforman nuestra “identidad”, es decir, una especia de memoria autobiográfica o relato personal. Nuestros recuerdos nos dicen quiénes somos hoy. Por eso, no podemos vivir sin recuerdos. Ahora, cuando desde la voluntad traemos un recuerdo al momento actual, no lo hacemos tal y como el hecho ocurrió sino que lo editamos.

¿Qué significa esto? Que retocamos los detalles (como se hace con un video o una película), agregamos o suprimimos elementos. De este modo, los recuerdos que guardamos no reflejan nuestros acontecimientos fielmente. Esto es así porque con el paso del tiempo perdemos la afectividad que nuestros recuerdo nos provocan y recordamos pero sin la carga emotiva que teníamos al principio.
Recuerdos modificados
Después de muchos años visité mi escuela primaria y quedé sorprendido de lo pequeño que es el patio de juegos (que sigue siendo el mismo). Cuando era un niño lo veía inmenso. Esto sucede porque las personas dejamos un recuerdo acorde a nuestras proporciones y, como mencionamos, lo editamos.
 
Entonces, como resultado, con lo años y los cambios propios de cada edad, ese recuerde se va modificando.
 
¿Te diste cuenta de que un mismo hecho es relatado de diferente forma por dos personas distintas? Incluso es posible recordar algo que nunca nos sucedió. A veces oímos una historia cuando somos niños y con el tiempo la convertimos en un recuerdo personal que completamos con detalles vívidos y emociones intensas… ¡aunque no sea cierto! Así funciona la mente humana.

Los recuerdos del pasado nos dicen que hemos vivido diversas experiencias. Tal vez por eso los valoramos tanto y nos aferramos a ellos, en especial al atravesar circunstancias duras en el presente. ¿Por qué un recuerdo queda adherido a la memoria? Debido a su impacto emocional en nosotros que podríamos compararlo con el pegamento que lo adhiere en nuestra mente. 

No es lo mismo la felicidad de haber aprobado un examen final que la ansiedad y la tristeza de haber reprobado. Muy probablemente, en este último caso, al volver a rendir ese examen el recuerdo de ese día (con las emociones negativas incluidas) aparezca en nuestra mente. Cuanto más intensa es la emoción experimentada, más fuerte queda fijado en nosotros un recuerdo. Esto resulta evidente en situaciones negativas como una discusión o un asalto.

No podemos escapar de nuestros recuerdos. Si estamos contentos, traeremos recuerdos positivos que nos acarician el alma y nos alejan del estrés; si estamos tristes, traeremos recuerdos negativos que refuercen ese estado (aunque ya no tendrán tanto peso como antes). 

Lo ideal es, en el rompecabezas que es nuestra vida, incluir todas las piezas pero jugar con aquellas que nos ayuden a cumplir el propósito por el que estamos aquí disfrutando cada minuto del camino.

El Rubor De La Ternura


Es muy frecuente en nuestra cultura que se eduque a los hijos varones enseñándoles que no es bueno mostrar sus sentimientos, especialmente la ternura. “Los hombres no lloran”, les dicen. Se valora, en cambio, la bronca como sinónimo de fuerza. El chico aprende así que no se puede ser tierno y fuerte a la vez.

Como consecuencia de estas enseñanzas, muchos hombres no pueden expresar con libertad sus sentimientos. Se reprimen por miedo a que los crean débiles o poco masculinos.

Esto se ve reforzado por el hecho de que el mismo discurso lo aprenden las hijas mujeres. 

Ellas también esperan de los hombres la fuerza explícita y la represión de la ternura. Cuando una mujer así entrenada rechaza de modo tangible o imperceptible las expresiones afectivas de un hombre, le confirma el discurso aprendido en la infancia: “la sensibilidad, la ternura, las expresiones afectivas, no son cosas de hombres”.

Los hombres cumplen el mandato social para tener identidad y no ser rechazados. A las mujeres, en cambio, se las educa con todos los permisos para ser expresivas y sensibles. Lo que es virtud en las mujeres es defecto en los hombres.

Pero reprimir tiene un costo, que en el caso de los sentimientos es muy alto, por ser muy fuerte y continua la producción afectiva de los seres humanos. Creo que para evitar las consecuencias indeseables de la represión de la ternura, el hombre canaliza a través de sustitutos. Así es que se hace una transferencia de energías, desde las sensibilidades reprimidas hacia las expresiones vinculadas con la supuesta expresión de fuerza y potencia.

Para aparentar fuerza y potencia, nuestra cultura tiene dos disfraces muy conocidos: la sexualidad y el dinero. El hombre aprende a inflar su interés sexual y su poder económico, como sinónimo de fuerza y valorización. Como consecuencia lógica se ocultan y se desvalorizan intereses opuestos, simplemente por ser distintos al sexo y al dinero. Una vez incorporados estos mecanismos, automáticamente se eligen y descartan las conductas que supongan fuerza o ternura, respectivamente. 

El hombre víctima de estos mandatos seducirá más con su erotismo y su billetera, que con su capacidad poética.

Como dijimos antes, la respuesta positiva de las seducidas, reforzará el mecanismo. La barra del café que felicita las hazañas sexuales del seductor actúa igual que la novia que privilegia los éxitos financieros de su pareja.

En muchos casos, los hombres se avergüenzan de mostrar una poesía que han escrito. La desvalorización de la ternura y la hiperinflación de la sexualidad, tienen consecuencias importantes en el deterioro de la autoestima de hombres y mujeres. 

Un hombre puede arrastrar viejos complejos, a raíz de sus aspectos tiernos y sensibles. Por las grietas de esos complejos, se escapará su autoestima como el agua de un balde agujereado. Si intenta tapar esos “agujeros-complejos” con sexualidad y éxito económico, cometerá el mismo error que alguien que quiera tapar los agujeros del balde con pintura. El sexo y el dinero usados de esta manera son “pinturas” narcisistas, que no cierran los “agujeros” de nuestra autoestima.

Por eso algunas personas no entienden por qué siguen deprimidos a pesar de aumentar sus éxitos sexuales y económicos. El “agua-autoestima” sigue cayendo por los “agujeros-complejos”, aunque se incremente la “pintura” exterior de éxitos narcisistas.

Si alguien lucha contra los complejos que le impiden expresar sus emociones, y lleva a la práctica intentos de expresarse poéticamente o reconocer la sensibilidad de otras maneras, su autoestima crecerá. Quizás descubra que también “es de hombre” reconocerse emotivo y no estar tan pendiente de la aprobación de otros.

Cuando un hombre descubre que se puede ser tierno y fuerte a la vez, aumenta su eficacia en la vida porque no tiene que gastar energía en ocultar sus sentimientos, no tiene miedo que lo rechacen.

La autoestima siempre fortalece. El narcisismo debilita siempre, pues es la confirmación de la ausencia de autoestima.


La Cabeza Vacía

Las cuerdas vocales tiran de ti. No hablas tú: es el decoro, la costumbre.


Me formulas preguntas cuyas respuestas, en realidad, ya conoces o no te importan.

El caso es llenar el hueco sonoro del trayecto. Un acuerdo no escrito entre ambos: yo conduzco y tú me das conversación.

Siempre son las mismas preguntas, en cada taxi (dos o tres diarios, tal vez más): “¿Qué tal va la tarde, jefe?”; “Está jodida la cosa con esto de la crisis, ¿verdad?”; “Vaya frío que hace, ¿no cree?”. Son preguntas comodín, relajadas siempre porque conoces de antemano las respuestas.

Si el taxista contesta con un monosílabo, ya sabes que no le apetece hablar. Si el taxista se alarga con matices, continúas con tu muestrario de frases hechas, comunes a más no poder, cuidadosamente asépticas, neutrales. 

Dominas un amplio abanico. Tu preferida: “Todos los políticos son iguales”. Ahí no fallas. Siempre te dan la razón.

Y al bajar del taxi dejarás el habitáculo tan vacío como antes. No habrás aprendido nada; tampoco el taxista. Absurda forma de llenar el silencio.

¿Será eso?
Llenar el silencio de ruido. Evitar el silencio para no pensar. O acaparar la atención del taxista como quien lanza bengalas en una plaza repleta. O sentirte integrado en el mundo. 

Cómodo en el pensamiento único. Uno más, uno de tantos. Sin voto pero con voz. El rey de los muertos en vida.



lunes, 9 de marzo de 2020

El Lugar Nuestro


Hay un lugar donde siempre seremos nosotros.

En el que nuestro nombre tendrá significado más allá de lo que indique la etimología.

En el que seremos alguien para uno, o para muchos. Donde están nuestras raíces, donde ancla nuestro presente, donde soñamos nuestro futuro, donde siempre habrá una casa a cuya puerta ir a tocar cuando la inclemencia arrecie, con un café, un mate o un vino y, sobre todo, un par de brazos fraternos y un hombro dispuesto a consolar la pena esperando adentro.

 Donde los recuerdos y el pasado unen, porque las desventuras y las esperanzas han ido de la mano, incluso cuando nos hayan encontrado en veredas opuestas, porque el idioma, ese idioma de infancia como cantaba María Elena Walsh, es un secreto ente los dos
.
Es ese lugar en que está inscrita nuestra historia, una historia común a todos quienes nos rodean. 

Donde los códigos son compartidos y cada palabra tiene su propio significado: nombra lo que todos sabemos que nombra, y no puede ser confundida con otra cosa, a despecho de diccionarios y enciclopedias porque la costumbre, las circunstancias o la Historia se han encargado de que así sea.

Es ese lugar en el que los gestos son interpretados sin más; las onomatopeyas, propias, sirven hasta para zanjar una discusión, y en el que somos parte de un todo, aunque no siempre el todo nos guste por completo. Ese lugar es el nuestro, la tierra de cada uno de nosotros, nuestro país.

 El único que tenemos, el que amamos: complejo, imperfecto, difícil, entrañable. No el mejor sino el propio. Nuestro lugar en el mundo.