sábado, 23 de junio de 2018

Comunicación



La comunicación es el proceso y el resultado de comunicar: informar, dar a conocer, transmitir señales o tratar con una persona a través de la palabra escrita u oral. Social, por su parte, es aquello vinculado a la sociedad (una comunidad de individuos que comparten tradiciones y costumbres y que tienen ciertos objetivos en común).

Se conoce como comunicación social al conjunto de los estudios científicos que analizan todo lo vinculado al desarrollo de los procesos comunicativos en una sociedad. Entre sus objetos de estudio aparecen los medios de comunicación masivos, las formas de expresión y la construcción de la información.

La comunicación social es interdisciplinaria: abarca nociones de la antropología, la sociología, la filosofía, la psicología y el periodismo, entre otros campos del saber. También se denomina ciencias de la comunicación a la disciplina que estudia los diversos fenómenos sociales que intervienen en la comunicación.

El esquema básico de la comunicación implica la participación de dos o más actores que intervienen, según el momento, como emisores o receptores de un mensaje. Los mensajes se crean de acuerdo a un código compartido y se transmiten a través de un cierto canal. El emisor transmite el mensaje y el receptor lo recibe, decodificando sus signos. Todo el proceso se desarrolla en un determinado contexto comunicacional y según un marco de referencia.

Los expertos en comunicación social, en definitiva, estudian cómo se lleva a cabo el proceso descrito líneas arriba. Partiendo de este esquema esencial, se añaden múltiples factores que inciden en el proceso, el cual se vuelve aún más complejo cuando se desarrolla a nivel masivo (con miles o millones de emisores y receptores).


Consecuencia


"Demostrar consecuencia no tiene que ver con un tema temporal, sino con demostrar con actos potentes y claros la propia convicción"

Es muy común que le pidamos a quienes nos rodean que se comporten consecuentemente: a nuestros amigos, a quienes seguimos en twitter, los políticos, etc. Es que el “ser consecuente” es una característica que hoy es enormemente valorada, ya que nos hace confiables ante nuestro entorno en una época en la que reina la desconfianza y la paranoia. Es común escuchar que se pronuncian con orgullo frases como “siempre he pensado igual” o “mi comportamiento ha sido el mismo toda mi vida”, tanto en debates televisivos como en discusiones en las redes sociales. Pero hace un tiempo que esas frases me generan algo de ruido ¿Es realmente valorable que una persona no cambie de opinión en 30 años? ¿Qué espacio queda entonces para el crecimiento y la aceptación de los errores? 

Si vamos al significado Real (o sea, de la Real Academia de la Lengua) de la palabra “consecuente”, su segunda acepción, que se refiere a un adjetivo propio de una persona, dice:

"Dicho de una persona: Cuya conducta guarda correspondencia lógica con los principios que profesa."

Por lo tanto, la definición “oficial” de la palabra “consecuente” no habla de cuánto tiempo llevas pensando de la misma forma, sino que se refiere a cómo tus actos concuerdan con tu forma de pensar en la actualidad. 

Visto bajo ese prisma, me parece que el llevar años pensando igual no es algo de lo que uno se pueda jactar, pues si efectivamente estamos incurriendo en un error y pasamos años negándonos a escuchar otras visiones, más que actuar de forma consecuente estamos actuando de forma obstinada. 

Me parece que la verdadera clave para demostrar consecuencia no tiene que ver con un tema temporal, sino con demostrar con actos potentes y claros la propia convicción, que esos actos se condigan con el discurso que se verbaliza y que se someta a un cuestionamiento crítico constante que refuerce el valor del principio que se defiende.

Al menos para mí, el tiempo no cuenta. Al contrario, valoro profundamente cuando alguien es capaz de cambiar su forma de pensar, haciendo propias ideas y principios que le parecen más justos y valiosos.

Muy distinto es ver a una persona que constantemente aparece “cambiando de opinión” por motivos que lo benefician. Ahí el problema no es el cambio, sino el oportunismo, lo que hace ver que sus motivaciones son en verdad egoístas, lo que no suele condecirse con sus discursos llenos de buenas razones. 


Es que a fin de cuentas, si lo que se busca es un valor tan potente como el bien y la justicia, me parece absolutamente razonable el hacer modificaciones a nuestra forma de pensar, de opinar y de actuar a medida que vamos aprendiendo de nuestras experiencias. Me parece que son cambios necesarios para crecer como seres humanos y para acercarnos a aquellos valores por los que estamos luchando. 

viernes, 22 de junio de 2018

Esperanza


Tener esperanza es creer que el destino puede cambiar. Es confiar en que se va a tener suerte. Es estar convencido de que hay soluciones. Es un sentimiento positivo relacionado con la espera. Tener esperanza impide que caigamos en el desánimo, en la depresión y que demos algo por perdido. Cuando la pierdes, dejas de involucrarte con tu objetivo, pierdes el interés y no inviertes el esfuerzo, el trabajo ni la creatividad que requiere la situación.

Esperanza viene del latín “sperare”, que significa esperar. Tener esperanza es esperar soluciones. Entre las fortalezas humanas que nos permiten estar fuertes frente a la debilidad emocional, se encuentran el optimismo, las habilidades sociales, la honestidad, la ética, valores como la perseverancia, la capacidad de disfrutar y fluir y la esperanza. Martin Seligman, el padre de la psicología positiva, definió esta corriente como “el estudio científico de las experiencias positivas, los rasgos individuales positivos, las instituciones que facilitan su desarrollo y los programas que ayudan a mejorar la calidad de vida de los individuos, mientras previene o reduce la incidencia de la psicopatología”.

Esperanza y psicología positiva forman parte del mismo equipo. Durante muchos años, la psicología se ha dedicado a estudiar por qué enfermamos, la vulnerabilidad del que se deprime o tiene ansiedad, y a aliviar el sufrimiento y tratar la enfermedad.

Su objeto de estudio ha sido lo que no funciona. La revolución de la psicología positiva ha sido investigar lo contrario: ¿Por qué hay personas que en situaciones adversas, con problemas graves, con pocos recursos, siguen manteniendo un espíritu positivo, siguen sonriendo y son capaces de disfrutar de lo que tienen en lugar de añorar lo que les falta.

Autores como Seligman y Mihály Csikszentmihalyi han entendido que tenemos mucho que aprender de las fortalezas, de las experiencias positivas y de lo que nos protege frente al daño y el dolor. Y que esas habilidades y actitudes de las personas “sanas” pueden servir de modelo de conducta y generar nuevos patrones para las personas vulnerables al sufrimiento.


Tener esperanza puede ser un hecho activo o pasivo. Puedes confiar y esperar que todo cambie o puedes intervenir y protagonizar el cambio. 

Perpetuos Navegantes



Yo fui joven también, tuve muchas dudas, muchos obstáculos que me parecían insalvables, y en algunos momentos perdí la confianza en mí mismo, sobre todo cuando el entorno que me rodeaba no entendía mis “razones”, porque algunas de ellas tan solo parecían falsas ilusiones.Es difícil para todos encontrar nuestra propia senda, la que nos lleve hacia el lugar al que nosotros queremos ir. Es muy cansado escuchar a los que de buena fe te dicen: “vamos, hombre, no pasa nada”…

Rodéate de aquellos que admiten que algo pasa, aunque no sepan el qué, de los que quieren acompañarte en tu camino hasta que tengas la fuerza necesaria para afrontar las últimas etapas solo. Al final el hombre siempre estará solo para decidir por sí mismo y eso siempre genera vértigo.

Mis malas épocas se han sucedido también con otras buenas, han dado paso a momentos de calma en el espíritu, he sufrido las tormentas que zarandean el alma y siempre he acabado recalando en un puerto, tal vez no el prefijado, pero en el que he tenido tiempo de recuperar el ánimo y la ilusión, para volver a echarme al mar con más experiencia y más garantía de una singladura más tranquila.

Somos perpetuos navegantes, y nunca apartamos la mano del timón. Cada día nuevo es una nueva oportunidad de generar otra ilusión, recuperar alguna que pensábamos haber abandonado y que ahora es cuando de verdad estamos listos para afrontarla. Cada cosa tiene su momento. Cada reto su dificultad. 

Pero lo que al final nos va a dejar satisfechos, es saber que hemos puesto en cada momento todo lo que teníamos dentro, que hemos luchado hasta el final, y que el éxito o un fracaso momentáneo son pequeños instantes en una vida que siempre nos van a reforzar las alas para volar…


Hacer Lo Que Debemos


Desde que iniciamos nuestra vida, tenemos dos caminos para conseguir o lograr lo que nos proponemos: el del deber o el del querer y también agregaría uno más, el del poder. Lamentablemente la mayoría toma la vía del deber, inclinándonos por la creencia de que es el camino correcto y además el único. 

Nos enfrentamos a tomar esta decisión porque simplemente no encontramos otras alternativas, culpamos a las circunstancias que nos rodean, además de que nos dejamos guiar por otras opiniones que llegan a convencernos de que si escogemos el camino de lo que queremos no tendremos un futuro prometedor, lamentablemente entendemos demasiado tarde, que los únicos responsables de elegir el camino correcto, somos cada uno de nosotros.

En los inicios de la filosofía, al hombre le daba temor preguntarse el porqué de las cosas que sucedían, por tal razón la mayoría de los filósofos se dedicó a observar su entorno y contemplar todos los acontecimientos desde su más mínimo detalle tanto en la naturaleza hasta en el comportamiento de los seres humanos. Con respecto a este último, Aristóteles y Sócrates hablaron de la felicidad perfecta y de lo que era una virtud.

Para Aristóteles, la felicidad perfecta consistía en hacer lo que le causara más placer a un ser humano, en su caso, era la contemplación, le gustaba pasarse horas en esta actividad y descubrió que eran los momentos más felices de su vida.

Para Sócrates, aquel ser humano que era capaz de encontrar su virtud o areté, era el ser más dichoso del mundo, en otras palabras, aquella persona que sabe para qué es bueno será feliz desempeñando esa actividad o lo que sea que fuere.

A qué viene lo anterior, que desde hace muchísimos años el ser humano descubrió como ser feliz eligiendo el camino del querer. Pero entonces ¿Qué sucedió? ¿Por qué el cambio repentino de decir “quiero hacer esto” a debo hacer esto” o más aun “solo puedo hacer esto”?

La respuesta, pues simplemente dejamos de hacer lo que queríamos porque consideramos el deber como un mandato, una regla que debo de cumplir para lograr mis metas; debo trabajar para tener una linda casa, debo tener una buena figura para que alguien se fije en mí, debo comportarme según me dicte mi entorno social para ser aceptado(a), etc., y la lista puede continuar y encontraremos miles de cosas que anteponen el “debo”.

Ahora hagámonos la siguiente pregunta: ¿Lo que hago es lo que realmente quiero hacer? A lo largo de nuestra vida, cuantas cosas hacemos cuando ni siquiera tenemos ganas ni el ímpetu de hacerlo, aquí es donde entra el “hago lo que puedo”, lo que significa que hemos entrado en una etapa de conformismo personal “hago lo que puedo porque no debo hacer más”, sin embargo, todas estas frases son las que se utilizan cotidianamente en el léxico de cada persona, si ponemos atención, escuchamos estas frases día a día, se han heredado de generación en generación y le hemos inculcado a las generaciones futuras lo que deben hacer mas no lo que quieran hacer.

Podemos poner como ejemplo a los estudiantes que están por salir de un bachillerato, personalmente me ha tocado escuchar a sus padres decir; que si eligen ser músicos, artistas, cantantes, o profesiones que no son muy comunes; se morirán de hambre; cabe mencionar que si sus progenitores se dedican a la medicina o a la abogacía, pretenden que sus hijos sigan ese mismo camino sobre todo por comodidad laboral, ya que no batallaran para conseguir algún trabajo, tendrán buenas influencias debido al legado de sus padres. 

En este momento, estas personas que están por salir de su bachillerato se verán influenciadas para tomar la decisión que deben más no la que quieren.

Debido a lo anterior, frecuentemente los seres humanos están acostumbrados a que les faciliten el camino a sus metas y si dentro de esto, está el no hacer lo que se quiere, hará lo que debe por comodidad. Lo anterior en palabras de Ortega y Gasset, quien decía que el ser humano se ha vuelto desagradecido y comodino, por eso lo llamo el “hombre masa”, quien solo espera a ver quién le facilita las cosas para poder hacerlas aunque no lo quiera.

Tenemos que comprender que el deber y el querer, no significan lo mismo. El deber es una palabra autoimpuesta por nosotros, por la sociedad en sí; hemos comprado la idea de que el deber es más importante que el querer y que es una regla que debo cumplir.

Querer, significa tener una capacidad de elección y de ejercer voluntariamente mis deseos o de rectificarlos, decidir qué es lo más importante para mí y para cumplir mis objetivos, tomar en cuenta la viabilidad de lo que quiero realizar, las oportunidades y todo lo que tenga que ver con el entorno de mi meta.

¿Y qué sucede con el poder? Bueno, el poder tiene que ver con las circunstancias que rodean mi objetivo, a veces se presentan situaciones que no dependen de nosotros y que hacen que cambiemos de metas o de caminos, lo primordial en este caso, es que no desistamos en ningún momento de lo que queremos, sin embargo, cuando utilizo, el “yo solo puedo…” para quedarme conforme, solo estamos limitándonos de saber de qué somos capaces, hasta donde somos aptos para llegar a conseguir lo que deseamos.

Lo importante hasta este momento es que ya se observe la diferencia entre el querer, el poder y el deber. Ahora ya sabemos que de acuerdo a lo anterior, la frase más importante es “lo que quiero es…” debemos dejar a un lado lo que los demás quieren para nosotros, debemos pensar en que es lo más importante para lograr mis objetivos pero sin afectar lo que realmente estoy dispuesto a hacer.

Y ahora, ¿Cómo vamos a pensar en lo que queremos? En primer lugar debemos discriminar lo que debes hacer de lo que quieres hacer, cambia el tengo o el debo por el quiero, si ya estás en algo que debes hacer, busca el lado bueno y aprende a querer lo que haces, aprende a cumplir lo que realmente debes y que te corresponde solo a ti y por último, no desistas, si fallas en hacer algo que quieres, sigue intentado, no hay límites.


Estresados


El estrés ha sido definido por la OMS como una “Epidemia Mundial”. En el año 2020, las cinco enfermedades mundiales más comunes tendrán como factor subyacente el estrés (Murray y López, 1998), siendo una de ellas la depresión.
Las encuestas muestran que el 80% de los trabajadores siente o ha sentido estrés en su empleo.

Cuando no sabemos cómo manejar nuestro estrés, creamos un insostenible estado interior que deriva en trastornos de ansiedad. El 14% de la población mundial padece este trastorno (porcentaje que crece a un ritmo vertiginoso), y casi la mitad de los adultos han sufrido al menos un trastorno del estado de ánimo a lo largo de su vida.

Cabe destacar que, a nivel biológico, miedo, estrés y ansiedad son esencialmente lo mismo, solo cambia la forma en la que los interpretamosCuando estrés, ansiedad y miedo son perpetuados, las probabilidades de sufrir depresión aumentan dramáticamente.

El consumo de antidepresivos se ha triplicado en los últimos 10 años, y en el año 2020 la depresión severa se situará como la tercera causa de enfermedad en el mundo.

Las más recientes investigaciones en neurociencia señalan que nuestro estado psíquico está directamente relacionado con nuestro estado de atención.

El acto de centrar y enfocar nuestra atención es un importantísimo proceso biológico diseñado para cultivar salud y equilibrio en nuestras vidas: promueve la creación de nuevas conexiones neuronales e incluso el crecimiento de nuevas neuronas, lo que se conoce como neurogénesis, un proceso que no posee limitaciones de edad (contrariamente a lo que muchos piensan).

Hoy sabemos que el origen de nuestra opresión interior/psíquica es básicamente una fijación mental. Ya sea a través del recuerdo de un evento pasado doloroso/traumático o las elaboraciones imaginarias acerca de un futuro potencialmente negativo, vamos creando y reforzando los correlatos neurales que conducen al sufrimiento.

Cuando el terapeuta no sabe cómo guiar a sus pacientes en la adquisición de habilidades que les permitan hacer frente a la constante opresión que la fijación mental ocasiona, suele recurrir a los psicofármacos, que alteran el estado de atención de forma antinatural, no suelen ofrecer una solución real al problema y generan innumerables efectos secundarios.

Cada vez que nos centramos obsesivamente en los pensamientos dolorosos, enviamos una orden directa al cerebro para que construya los indeseables circuitos neuronales que nos mantendrán fijados en esos pensamientos. Allá donde nuestra atención se dirige, las neuronas responden al instante. O dicho de otro modo: si perdemos el control sobre nuestra atención, perdemos también nuestra voluntad y nuestra capacidad de elegir conscientemente la forma en que respondemos ante los eventos que surgen momento a momento (ya sean pensamientos, emociones o eventos del mundo exterior).

La voluntad actúa a través de la atención. Nuestra atención dirigida magnifica, estabiliza, aclara y da predominancia a un pensamiento sobre muchos otros pensamientos. Y al hacer esto, las neuronas que responden a lo que atrae nuestra atención se activan con más fuerza que las activadas en respuesta a la distracción.

El acto de prestar atención contrarresta fisiológicamente las influencias supresoras de las distracciones cercanas, y la voluntad es la virtud que hace posible esta transformación.


La Consciencia


La consciencia es un concepto que entendemos intuitivamente, pero que es difícil o imposible de describir adecuadamente en palabras. Se puede decir que consciencia es el estado subjetivo de apercibir algo, sea dentro o fuera de nosotros mismos. 

No existe ninguna definición consensuada de la consciencia. Pero consciencia significa experiencia subjetiva, o sea, lo opuesto a objetividad. En algunos escritos la consciencia es considerada sinónimo de mente. Pero la mente incluye procesos mentales inconscientes, y puede definirse como el funcionamiento del cerebro para procesar información y controlar la acción de manera flexible y adaptativa. 

La consciencia tiene contenidos, pero aunque pueda tener una enorme variedad de contenidos no puede tener muchos al mismo tiempo. La consciencia no es un fenómeno pasivo como respuesta a estímulos, sino un proceso activo de interpretación y construcción de datos externos y de la memoria relacionándolos entre sí. 

Se ha equiparado la consciencia a la vigilia, pero estar despierto no es lo mismo que ser consciente de algo en el sentido de apercibirse de algo. En el sueño podemos apercibir imágenes mentales visuales o auditivas. 

Los actos voluntarios y la toma de decisiones son aspectos importantes de la experiencia consciente. Por ello, uno de los significados más comunes de consciencia es que es un sistema de control ejecutivo que supervisa y coordina las actividades del organismo. 

Para el profesor de psicología de la Universidad de Princeton, Philip Johnson-Laird, el cerebro es un sistema organizado jerárquicamente que procesa información en paralelo y cuyo nivel más alto que controla la conducta corresponde a la consciencia, aunque interacciona con varios subsistemas inconscientes. 

Se ha considerado a la consciencia íntimamente relacionada con la memoria operativa, la atención y el procesamiento controlado. La memoria operativa es importante para la solución de problemas, la toma de decisiones y la iniciación de la acción. La relación con la atención es clara: prestar atención a algo es ser consciente de ese algo. El ejemplo más clásico de atención selectiva es el conocido como “efecto cocktail party”, por el que seleccionamos información interesante en medio de un gran ruido de fondo. 

También se ha considerado la consciencia como sinónimo de auto-consciencia. Pero como se puede ser consciente de muchas cosas que no son la propia persona, hoy se estima que la auto-consciencia es una forma especial de la consciencia. 

Todo el mundo sabe lo que es consciencia, dicen el fallecido premio Nobel Francis Crick y su colaborador alemán Christof Koch, pero mientras sepamos tan poco de ella, lo mejor es no dar ninguna definición que pueda inducir a errores o que sea restrictiva, o ambas cosas a la vez. 

En la bibliografía anglosajona se utilizan dos palabras distintas que en español se suelen traducir por consciencia. La primera es “awareness”, que yo traduzco por apercepción; la segunda es "consciousness" que se traduce por consciencia. 

Esta diferenciación es importante, ya que existe la expresión en inglés “unconscious awareness” que se traduciría por “apercepción inconsciente”, lo que sería imposible si la palabra “awareness” se tradujese por consciencia, como suele hacerse. 

Algunos autores definen la apercepción como un estado en el que tenemos acceso a cierta información que puede usarse para controlar la conducta. La consciencia está siempre acompañada de apercepción, pero la apercepción no tiene por qué estar acompañada por consciencia. 

Se pueden distinguir dos tipos de consciencia. La consciencia primaria, que es la experiencia directa de percepciones, sensaciones, pensamientos y contenidos de la memoria, así como imágenes, ensueños y sueños diurnos. La consciencia reflexiva es la experiencia consciente per se. Este tipo de consciencia es necesaria para la auto-consciencia, que implica darse cuenta de ser un individuo único, separado de los demás, con una historia y un futuro personales. 

La consciencia reflexiva incluye el proceso de integración, o sea, de observar la propia mente y sus funciones; con otras palabras: conocer que se conoce. En realidad, la experiencia consciente en el humano adulto normal implica tanto la consciencia primaria como la consciencia reflexiva. 




Emocionalmente Agotados


El agotamiento emocional aparece cuando sobrepasamos esa cuota psicológica de lo que uno puede gestionar, controlar y canalizar.

Hablamos, cómo no, de todos esos universos emocionales en el que se contiene desde el estrés, las preocupaciones del día a día, las tensiones que otros nos contagian, los miedos, el peso del pasado, el miedo al futuro y hasta la angustia existencial.

Todos nosotros tenemos muy claro qué es el agotamiento físico; sabemos identificar los síntomas y atender de forma adecuada ese estado en el que nuestro cuerpo no puede dar más de sí y exige descanso.

Sin embargo, por curioso que parezca, el agotamiento emocional no es tan fácil de identificar. Aún más, tampoco sabemos ofrecerle una respuesta eficaz, una estrategia afrontamiento psicológico útil y efectivo.

Lo que hacemos muy a menudo es “tragar” una emoción tras otra. Las colocamos una a una en nuestra mochila personal sin ser conscientes de su peso y de cómo afectan a nuestro bienestar y a la calidad de vida.

Cada día avanzamos con más lentitud, con menos ganas, con la motivación apagada y la ilusión por los suelos.

El agotamiento emocional va más allá del simple estrés o la ansiedad. Se da sobre todo en personas que, por su trabajo o situación particular, viven experiencias cargadas de un alto nivel emocional.

Por ejemplo, responsabilidades laborales como la que pueden tener los médicos, enfermeras, bomberos, profesores, etc., hacen que muchas veces lleguen a acumular emociones muy intensas que no tienen tiempo de gestionar en su día a día.

Asimismo, hechos como tener que cuidar de personas enfermas o dependientes, así como vivir en un entorno familiar muy demandante, también generan un alto agotamiento emocional.

Por otro lado, situaciones tan comunes como haber experimentado una pérdida, una decepción o un hecho traumático en el pasado, pero no haber podido pasar página, provocan también un progresivo desgaste capaz de dejar una huella profunda en nuestra mente.




jueves, 21 de junio de 2018

Tu Lugar En El Mundo


El universo tiene una característica muy importante, que además es muy útil a la hora de comprender mejor nuestra vida: nada es como es por casualidad, todo lo que existe tiene una forma asociada a su función.

Las sillas, por ejemplo, no tienen patas y un asiento por azar, sino para que nos podamos sentar; nuestro corazón tiene cuatro cavidades con paredes musculares para poder bombear la sangre; las raíces de los árboles son como son para captar los nutrientes de la tierra, etc. La forma de cualquier cosa está asociada a su función; este hecho se cumple siempre. Y tú no eres ninguna excepción.

Así pues, no eres cómo eres por casualidad. Tienes una función dentro del universo, y tu forma es perfecta para llevarla a cabo.

Cuando no sabemos cuál es la función de una cosa, podemos intentar descubrirla a través de su forma. Es decir, si miramos un objeto desconocido, podemos intentar descubrir para qué sirve analizando cómo es. ¿Tiene ruedas? ¿Es grande o pequeño? ¿Tiene algún mecanismo? A través de estas y otras preguntas, podemos ir deduciendo cuál es su función.

Esto mismo lo puedes hacer contigo mismo. Puedes analizar tu forma como persona: ¿cómo eres? ¿Qué habilidades tienes? ¿Qué te gusta? ¿Qué sabes hacer mejor? Todas estas cuestiones hacen referencia a tu manera de ser, y apuntan en una dirección: tu lugar en el mundo.

Los sentimientos son una parte importantísima de nuestra vida que, desgraciadamente, a menudo dejamos en segundo plano. Pensamos que la razón es mucho más sólida y fiable, cuando la realidad es todo el contrario: los sentimientos son los que realmente saben cuál es nuestro camino.

Al fin y al cabo, ¿de qué va la vida? ¿De trabajar? ¿De formar una familia? ¿De luchar para sobrevivir? Bien, un poco sí que va de todo esto, pero detrás hay un objetivo mucho más básico: sentirse bien. Esta es la finalidad principal de la vida; es lo que todos queremos conseguir.

Y los sentimientos son los que saben qué es lo que nos hace sentir bien. En el fondo, nos están marcando un camino; nos están diciendo qué tenemos que hacer para ser felices.


¿Qué te gusta hacer? ¿Qué experiencias quieres vivir? ¿De qué te gustaría trabajar? ¿Con qué tipo de personas quieres relacionarte? Las respuestas a este tipo de preguntas te están indicando cuál es tu lugar al mundo.

Sentirnos Útiles


Todos queremos ser y sentirnos útiles, y cuando sentimos o vemos que no lo logramos (ya sea por interpretaciones en nuestra comunicación con los otros o cuando dialogamos con nosotros mismos -voz interna-), nos frustramos, enojamos, y ¡zas!… todo se vuelve un cúmulo de susceptibilidades por la autoestima dañada que no nos ayuda, complica más las cosas llevando al temor de…
No estar haciendo las cosas bien, o
No estar cumpliendo las expectativas, o
No ser queridos, o…

Cualquiera sea la expresión relacionada a esto del -no ser suficientes-.


Entonces… digo, si ponemos foco en el AMOR (que no es “blandura“), podremos aceptarnos aun con nuestras diferencias, aceptar y respetar los tiempos, valorándonos y aceptándonos a nosotros mismos primero, para poder estar lo más puros posibles para acompañar-nos en nuestros proyectos, acompañar al otro, comprenderlo, aun cuando lo que diga y lo que sea o como se demuestra no sea lo que nosotros esperamos.

Solvencia


En los últimos días, recibido algunos mensajes de nuestros lectores preguntándome acerca de formas con las que mejorar su solvencia ante todos aquellos gastos que pueden aparecer en nuestras vidas y que como no estamos preparados para ellos no suponen una gran carga económica, que en algunos casos nos hacen llegar hasta el punto de no poder pagarlos y acarrear problemas.

No todo es ganar dinero para poder solventar este tipo de problemas sino que también es importante ahorrar. Para ello podemos utilizar diferentes técnicas que podemos encontrar pero es siempre muy recomendable utilizar la típica ecuación de ahorrar un 10% del dinero que ganas al mes, ya que sin darte cuenta podrás tener una gran cantidad de dinero ahorrada al cabo de tan sólo unos pocos meses.

Es importante entender qué aspectos de nuestras vidas pueden ser modificados para aumentar el dinero que ahorramos al reducir costes en gastos que normalmente no nos damos cuenta que realizamos y que suponen una gran parte del dinero que perdemos cada mes.

Cuando alguien paga a tiempo sus deudas se dice que es “solvente”. ¿Entonces tiene liquidez? No necesariamente. Muchas veces podemos ser solventes pero no tenemos liquidez. Y muchas veces una empresa es rentable pero no necesariamente tiene liquidez. Entonces, ¿de qué estamos hablando?
Tener solvencia significa que puedes pagar tus deudas. Tener liquidez también te permite pagar las deudas, porque tienes el dinero fluyendo fácilmente, es decir tienes acceso a él de manera fácil. Cuando eres solvente no necesariamente tienes el dinero fácil de obtener.

Probablemente tu dinero está invertido en bienes inmuebles, los cuales tendrías que vender para tener liquidez y poder pagar la deuda. Entonces, cuando eres solvente no necesariamente tienes liquidez, pues puede ser que el dinero no lo tengas en la mano.

Y a veces, aunque tengas liquidez, no necesariamente eres solvente, porque el dinero que tienes no alcanza para pagar la deuda.



No deben confundirse los términos entre solvencia, rentabilidad y liquidez. Cada uno, aunque están relacionados, tiene un significado diferente. Es por ello que se puede ser solvente sin liquidez, o tener liquidez sin solvencia. 

Lo que no se puede es no ser rentable y tener liquidez y solvencia.

Menú Literario



 Cómo dice el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa,  la ficción es el alimento del “sentido crítico en los seres humanos”.  

Alimentarse es ingerir sustancias necesarias para no morir de inanición. Comer es celebrar un ritual en torno a sabores y aromas que forman parte indeleble de la memoria y la identidad. Desde los tiempos más remotos, los escritores han sabido convertir en excelente alimento para el alma, la literatura. En ella nos alimentamos de sus experiencias y aproximaciones al ser humano, a la vida y a la naturaleza.

Existe una estrecha relación entre el ceremonial que establece la mesa con el mundo social y las identidades de las sociedades en las que se sirve, con la historia, con la cultura, con la vida. Es el mismo que encontramos en la literatura.

Por eso, El Restaurante “El Sabor de las Letras” les presenta un menú para saborear, degustar y alimentar el alma.


Mantener La Atención

¿Te cuesta concentrarte?
¿No puedes mantener tu atención en una misma cosa por mucho tiempo?
Esto es un problema, pues si queremos ser productivos necesitamos ser capaces de concentrarnos por largos períodos de tiempo en aquellas tareas que nos llevarán a completar nuestros proyectos.

Solo los proyectos terminados dan frutos, y es difícil terminar proyectos sin concentración en el trabajo y sin atención en lo importante.

Pero esto va más allá de la productividad. Mejorar nuestra capacidad de concentración y de atención tendrá efectos positivos en otros aspectos también importantes de nuestras vidas, como en el aprendizaje, en las relaciones personales e incluso en nuestro estado psicológico y emocional, por sentir que retomamos el control de las cosas, pasando de un modo de vida reactivo a uno más proactivo.

La atención está de moda, aunque al parecer, porque brilla por su ausencia. La preocupación sobre su escasez actual se extiende desde el ámbito educativo (docentes y padres alarmados por la falta de capacidad de niños y jóvenes para mantenerse atentos ante cualquier tarea) hasta el de los medios de comunicación. Ahora podemos medir el tiempo que se dedica a leer o ver una información, y los resultados no parecen ser muy buenos.

Por ejemplo, en junio pasado Facebook cambió su algoritmo para premiar las historias a las que se dedica más tiempo de lectura en vez de contabilizar solo los “me gusta” y las veces que se comparte o comenta. Es una manera de hacerse con el recurso más escaso: la atención
(Mangalindan, 2015).

Otro ejemplo es la publicidad. El Financial Times está probando un método para cobrar a los anunciantes por tiempo de exposición al anuncio, no por impacto. El consejero delegado de Chartbeat, la compañía que monitoriza el comportamiento de los lectores del FT lo explica claramente: “Es oficial: podemos empezar a hablar de la economía de la atención. Hay gente que compra y vende minutos de atención del público”. No es el único medio: The Wall Street Journal, Bloomberg y The Economist ya lo hacen (Ingram, 2015).

Hace ya años que de la ilusión sobre la multitarea hemos pasado a reconocer que muchos signos alertan de que el ser humano tiene una capacidad limitada para prestar atención y estamos desbordados. La culpa de nuestro pobre desempeño en ser atentos se achaca habitualmente a la tecnología, a la multiplicidad de aparatos que nos rodean; pero ya hay quienes piensan que la distracción tecnológica tiene unas raíces aún más profundas y que nuestro ensimismamiento también está relacionado con corrientes culturales que desde siglos nos apartan cada vez más de la realidad.


Así, algunos libros como Educar en la realidad (L'Ecuyer, 2015), de Catherine L’Ecuyer (cfr. Aceprensa, 27-05-2015), alertan sobre la diferencia entre el rico estímulo que el asombro provoca y conduce al juego (Cruces Nogueiras, 2015), y el estímulo de las distracciones que nos convierten en espectadores y embotan nuestra capacidad de atención