Los seres humanos
conformamos un entramado social tan vasto como complejo donde convergen en su
accionar una amplia gama de intereses, que si bien responden a las circunstancias
individuales de cada uno, y hasta tienen cabida las ambiciones más mezquinas,
es en ese encuentro entre todos, donde se enciende la llama que en su
resplandor, muestra el contraste de sus figuras, tan auténticas como dispares.
Dentro de lo compleja que
es la red social del ser humano (así como también las redes sociales de cada
especie animal), encontramos personas más o menos calificadas o preparadas para
realizar determinadas acciones o tareas.
La incompetencia siempre
tiene que ver con un rendimiento negativo: ese rendimiento puede ser laboral,
estudiantil, familiar, social, etc. y en cualquiera de los casos supone una
incapacidad para obtener los resultados considerados normales o correctos para
el caso.
Así, si bien la palabra
incompetencia suele asociarse al espacio laboral como dijimos antes, también se
puede entender que una persona es muy buena en algunas cosas o con algunas
habilidades pero muy incompetente en otras, por ejemplo cuando hablamos de
alguien que es muy bueno estudiando pero que no puede aplicar correctamente
esos conocimientos en la práctica.
La incompetencia es un mal muy típico de nuestra época y esto tiene que ver con el hecho de que a mayor exigencia, mayor estrés, mayor presión sobre todo lo que hacemos, finalmente la persona se ve afectada en su estado de ánimo, en sus conocimientos, en su concentración, en sus habilidades.
La incompetencia es un mal muy típico de nuestra época y esto tiene que ver con el hecho de que a mayor exigencia, mayor estrés, mayor presión sobre todo lo que hacemos, finalmente la persona se ve afectada en su estado de ánimo, en sus conocimientos, en su concentración, en sus habilidades.
En ese
sentido, el estilo de vida actual hace que la incompetencia sea muy común y que
las personas no terminen de comprender bien cómo solucionarla.
Muchas veces
puede estar generada por falta de motivación causada por trabajos rutinarios y
poco satisfacientes, exageración en la noción de competir por un puesto mejor
que hace que muchas veces las personas no reconozcan sus limitaciones,
incapacidad para trabajar con otros y compartir ideas y también incapacidad
para dejar de lado malos hábitos que pueden sin duda afectar al espacio laboral
como por ejemplo llegar tarde, no cumplir con los plazos, no mostrar compromiso
con la tarea, etc.
La persona
incompetente se asemeja a aquella que una vez expresó la siguiente frase: “paren
el mundo que me quiero bajar” tan
utópico como pretender frenar el avance incontenible del progreso,
Debemos cada uno ocupar nuestro espacio en el
quehacer colectivo sin deserciones ni claudicaciones.
A la hora de
asumir responsabilidades todos debemos declararnos competentes, es como una
carrera de relevos en la cual, para poder ganarla, todos hacen su cuota parte.
Hugo W
Arostegui