En el sentido estricto de la palabra, la persona considerada
íntegra, sería aquella que no ha tenido ningún tipo de contaminación y
permanece inviolable con respecto a sus ideas originales a lo largo de todo
su proceso formativo.
Ahora bien, desde los albores de la historia conocida de
nuestra humanidad, se dice que ante la alternativa de una severa advertencia en
la cual incluía la expulsión de su hogar original, nuestros primeros padres
prefirieron “el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal” a la seguridad que les
representaba “el paraíso” para caer en la desobediencia y el pecado original en un nuevo mundo, el
exterior, también denominado “ el mundo solitario y triste”
De manera que por aquello de “reconocimiento de culpa relevo
de prueba” podemos afirmar que la
condición humana original constituye la primera “especie en extinción” lo que
nos indica que hablar de integridad original en el ser humano es una franca
incongruencia.
Lo que pretendemos mencionar en este artículo es el valor de
la integridad como medio de conducirse por la vida, para destacar esta
condición humana como esencial en la toma de decisiones donde tengamos que
anteponer nuestros intereses particulares a aquellos que resulten más
beneficiosos para toda la comunidad, es a esta integridad a la que nos
referimos.
Agregamos:
“Con respecto a una persona, la integridad personal puede
referirse a un individuo educado, honesto, que tiene control emocional, que
tiene respeto por sí mismo, apropiado, que tiene respeto por los demás,
responsable, disciplinado, directo, puntual, leal, pulcro y
que tiene firmeza en sus acciones, por lo tanto, es atento, correcto e
intachable.
La integridad, en este último caso, es un valor y una
cualidad de quien tiene entereza moral, rectitud y honradez en la conducta y en
el comportamiento.
En general, una persona íntegra es alguien en quien se puede confiar.”
Hugo W Arostegui
No hay comentarios:
Publicar un comentario